TRATADO 42

Comentario a Jn 8,37-47, predicado en Hipona entre septiembre y octubre de 414

Traductor: José Anoz Gutiérrez

Dejarse ganar el corazón por la palabra de Jesús

1. Nuestro Señor, no esclavo aun en forma de esclavo, sino Señor aun en forma de esclavo—aquella forma de carne fue ciertamente servil, pero, aunque fuese semejanza de carne de pecado1, no era carne de pecado—, ha prometido libertad a quienes en él crean; los judíos, en cambio, como ensoberbecidos de su libertad, desdeñaron ser hechos libres, aunque eran esclavos del pecado. Ahora bien, precisamente porque eran linaje de Abrahán dijeron que eran libres. Cuando, pues, se leía públicamente la lectura hodierna, hemos oído qué les respondió a esto el Señor. , afirma, que sois hijos de Abrahán; pero, porque mi palabra no coge nada en vosotros, buscáis matarme2. Os reconozco, afirma: sois hijos de Abrahán, pero buscáis matarme. Reconozco el origen de la carne, no la fe del corazón. Sois hijos de Abrahán, pero según la carne. Por eso, afirma, buscáis matarme, pues mi palabra no coge nada en vosotros. Si mi palabra fuese cogida, cogería; si fueseis cogidos, como peces seríais encerrados dentro de las redes de la fe. ¿Qué significa, pues, no coge nada en vosotros? No coge vuestro corazón porque no es recibida por vuestro corazón. En efecto, la palabra de Dios es así, y así debe ser para los fieles, como el anzuelo para el pez: cuando es cogido, entonces coge. No se hace injuria a los que son cogidos, pues son cogidos para salvación, no para perjuicio. Por ende, el Señor asevera a sus discípulos: Venid tras de mí, y os haré pescadores de hombres3. Ésos, pues, no eran tales y empero eran hijos de Abrahán; hijos de un hombre de Dios, hombres inicuos, pues llevaban consigo la raza carnal, pero se habían hecho degenerados, no imitando la fe de aquel cuyos hijos eran.

El verdadero hijo de Abrahán

2. Ciertamente habéis oído al Señor decir: «Sé que sois hijos de Abrahán»; oíd qué dice después: Yo hablo de lo que he visto en mi Padre, y vosotros hacéis lo que habéis visto en vuestro padre4. Ya había dicho: Sé que sois hijos de Abrahán. ¿Qué hacen empero? Lo que les dijo: Buscáis matarme. Nunca vieron esto en Abrahán. Pues bien, cuando el Señor dice: «Hablo de lo que he visto en mi Padre», quiere que se entienda que Dios es su Padre. He visto la Verdad, hablo de la Verdad porque soy la Verdad. En efecto, si el Señor habla de la Verdad que ha visto en el Padre, se ha visto a sí mismo, habla de sí porque él en persona es la Verdad del Padre, la que en el Padre ha visto pues él en persona es la Palabra, Palabra que existía en Dios. Ésos, pues, ¿dónde vieron el mal que hacen, que el Señor censura y corrige? En su padre. Cuando a continuación hayamos oído que con total claridad se dice quién es su padre, entonces entenderemos qué clase de cosas vieron en padre tal; en efecto, aún no nombra al padre de ellos. Un poco más arriba ha mencionado a Abrahán, pero en cuanto al origen de la carne, no en cuanto a la semejanza de vida; va a hablar de otro padre de ellos, que ni los engendró ni creó para ser hombres; pero en todo caso eran sus hijos en cuanto que eran malos, no en cuanto que eran hombres; por haberlo imitado, no por haberlos él creado.

3. Respondieron y le dijeron: «Nuestro padre es Abrahán»5; por así decirlo: «Tú ¿qué vas a decir contra Abrahán?» o «Si puedes algo, osa reprender a Abrahán». No que el Señor no osaba reprender a Abrahán, sino que Abrahán era tal que el Señor no le reprendía, sino, más bien, le loaba; sin embargo, ésos parecían provocarle a decir de Abrahán algo malo y habría ocasión de hacer lo que maquinaban. Nuestro padre es Abrahán.

Hijos de Abrahán sólo según la carne

4. Oigamos cómo les ha respondido el Señor al loar a Abrahán con la condenación de ellos. Les dice Jesús: Si sois hijos de Abrahán, haced las obras de Abrahán. Ahora, en cambio, buscáis matarme a mí, hombre que os he hablado de la verdad que le oí a Dios; esto no lo hizo Abrahán6. He ahí loado éste, condenados aquéllos. Abrahán no era homicida. Afirma: «No digo “Yo soy el Señor de Abrahán”; si lo dijese, diría la verdad», porque en otro lugar dijo «Antes de Abrahán, yo soy»7; entonces quisieron ellos lapidarlo; no dijo esto. «Respecto a lo que de momento veis, a lo que contempláis, a lo que suponéis que soy solamente, soy un hombre; a un hombre que os dice lo que le oyó a Dios ¿por qué queréis matarlo, sino porque no sois hijos de Abrahán?» Y sin embargo ha aseverado más arriba: Sé que sois hijos de Abrahán. No niega el origen de ellos, pero condena sus hechos; su carne venía de él, pero su vida no venía de él.

El cristiano, hijo de Abrahán por la fe

5. Nosotros, en cambio, carísimos, ¿acaso venimos de la estirpe de Abrahán, o Abrahán fue de algún modo padre nuestro según la carne? De su carne toma origen la carne de los judíos, no la carne de los cristianos; nosotros venimos de otras gentes y, sin embargo, imitándolo hemos sido hechos hijos de Abrahán. Escucha al Apóstol: A Abrahán y a su descendencia fueron dichas las promesas. No dice, afirma, «y a las descendencias», como respecto a muchas, sino, como respecto a una sola, «y a tu descendencia», que es Cristo. Ahora bien, si vosotros sois de Cristo, sois, pues, descendencia de Abrahán8, herederos según la promesa. Por la gracia de Dios, pues, hemos sido hechos nosotros descendencia de Abrahán. No de la carne de Abrahán le hizo coherederos Dios. Desheredó a aquéllos; ha adoptado a éstos y del árbol aquel de oliva cuya raíz está en los patriarcas ha amputado los soberbios ramos naturales, en él ha injertado el humilde acebuche9. Por eso, cuando los judíos venían a Juan para ser bautizados, descargó contra ellos y les aseveró: ¡Generación de víboras! Se gloriaban ciertamente de la grandeza de origen; él, en cambio, los llamó generación de víboras; ni siquiera de hombres, sino de víboras. Veía su forma de hombres, pero reconocía su veneno. Habían venido empero a ser cambiados porque evidentemente habían venido a ser bautizados, mas les aseveró: Generación de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de la enmienda. Y no digáis dentro de vosotros mismos «Tenemos por padre a Abrahán» pues potente es Dios para de esas piedras suscitar a Abrahán hijos10. Si no hiciereis frutos dignos de la enmienda, no os jactaríais de esa estirpe; potente es Dios para condenaros y para no privar de hijos a Abrahán. Tiene, en efecto, de dónde hacer brotar para Abrahán hijos; serán hechos hijos quienes hubieren imitado su fe: Potente es Dios para de esas piedras suscitar a Abrahán hijos. Somos nosotros; en nuestros padres éramos piedras cuando adorábamos piedras en lugar de Dios; de tales piedras ha hecho Dios a Abrahán una familia.

Las obras demuestran la filiación de Abrahán

6. ¿Por qué, pues, se encumbra la inane y vana jactancia? Dejen ya de gloriarse como hijos de Abrahán; han oído lo que debían oír: Si sois hijos de Abrahán, probadlo con hechos, no con palabras. Buscáis matarme a mí hombre; por ahora no hablo del Hijo de Dios, no hablo de la Palabra, porque no muere la Palabra; hablo de esto que veis, porque podéis matar lo que veis y ofender a quien no veis. Abrahán, pues, no hizo esto. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre11. Mas aún, no dice quién es ese padre suyo.

7. ¿Qué respondieron al instante ellos? El hecho es que comenzaron a conocer de algún modo que el Señor hablaba no de la generación de la carne, sino del plan de vida. Y, porque costumbre de las Escrituras que leían es mencionar espiritualmente la fornicación cuando el alma se somete como prostituta a muchos y falsos dioses, respondieron a esto. Así pues, le dijeron: Nosotros no hemos nacido de fornicación; tenemos un único Padre, Dios12. Ya se ha devaluado Abrahán. Fueron, en efecto, rechazados como debieron ser rechazados por la boca verídica, porque Abrahán era de esta clase: alguien cuyos hechos no imitaban, mas de cuyo linaje se gloriaban. Y cambiaron la respuesta, tras decir, creo, para sí mismos: «Cada vez que hayamos nombrado a Abrahán, va a decirnos: “¿Por qué no imitáis a ese de cuyo linaje os gloriáis?”. Nosotros no podemos imitar a tan gran varón, santo, justo, inocente; digamos que nuestro padre es Dios; veamos qué va a decirnos».

Eternidad de la Palabra de Dios

8. La falsedad halló enteramente qué decir y la Verdad ¿no encontrará qué responder? Oigamos qué dicen, oigamos qué oyen: Tenemos, afirman, un único Padre, Dios. Les dijo, pues, Jesús: Evidentemente, si Dios fuese vuestro padre, me querríais, pues de Dios salí y he venido, pues no he venido por mí mismo, sino que él me envió13. Llamáis padre a Dios, reconocedme siquiera como hermano. Sin embargo, a quienes entienden les irguió el corazón y habló de lo que suele decir: No he venido por mí mismo, él me envió, de Dios salí y he venido. Recordad qué solemos decir: de él ha venido y con él ha venido ese desde quien ha venido. El envío de Cristo es, pues, la encarnación. Por otra parte, el hecho de que la Palabra ha procedido de Dios es la eterna procedencia; ese mediante quien ha sido hecho el tiempo no tiene tiempo. Nadie diga en su corazón: «La Palabra, antes de existir, ¿cómo era Dios?». Nunca digas: «Antes de existir la Palabra de Dios». Nunca existió Dios sin la Palabra, porque la Palabra es permanente, no transitoria; Dios, no sonido; mediante quien ha sido hecho cielo y tierra, no lo que ha pasado con estas cosas que han sido hechas sobre la tierra. De él, pues, ha procedido como Dios, como igual, como Hijo único, como Palabra del Padre, y ha venido a nosotros porque la Palabra se hizo carne para habitar entre nosotros14. Su venida es su humanidad; su permanencia, su divinidad; su divinidad es adonde vamos; su humanidad, por donde vamos. Si no se nos hubiera hecho por donde ir, nunca llegaríamos a él, que permanece.

Sordos a la palabra de Dios

9. ¿Por qué, pregunta, no conocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra15. No podían conocer, precisamente porque no podían escuchar. Mas ¿por qué no podían escuchar, sino porque no querían corregirse creyendo? Y esto ¿por qué? Vosotros sois del padre diablo16. ¿Durante cuánto tiempo mencionaréis al padre? ¿Durante cuánto tiempo mudaréis de padres, ahora Abrahán, ahora Dios? Oíd al Hijo de Dios, para que seáis hijos de éste: Sois del padre diablo.

El maniqueísmo

10. Aquí hay que cuidarse ya de la herejía de los maniqueos, que dice que existe cierta naturaleza del mal y cierta gente de las tinieblas con sus jefes, la cual osó luchar contra Dios; pero que ese Dios, para que la gente adversa no derrotase su reino, envió contra ella sus entrañas, por así llamarlas, príncipes nacidos de su luz; y que fue derrotada esa gente de la que el diablo tomó origen. Dicen que de ahí toma origen nuestra carne y suponen que, según esto, el Señor dijo: «Vosotros sois del padre diablo», porque ellos eran malos como por naturaleza, pues de la hostil gente de las tinieblas tomaron origen. Así yerran, así se ciegan, así se hacen a sí mismos gente de las tinieblas: creyendo, contra ese que los ha creado, lo que es falso.

Efectivamente, toda naturaleza es buena, mas la naturaleza del hombre está tarada a causa de la voluntad mala. Lo que Dios hizo no puede ser malo, si el hombre mismo no es malo para sí; pero, simple y llanamente, el Creador es Creador, la criatura es criatura; la criatura no puede igualarse al Creador. De eso que hizo distinguid a ese que lo hizo. No puede un banco igualarse al carpintero, no puede una columna igualarse al arquitecto; y sin embargo, si el carpintero hizo el banco, no creó él mismo la madera. En cambio, el Señor, nuestro Dios, porque es omnipotente y con la Palabra hizo lo que hizo, no tuvo con qué hacer todas las cosas que hizo y empero las hizo. Fueron hechas, en efecto, porque quiso, fueron hechas porque dijo; pero no pueden compararse con el Hacedor las cosas hechas. Buscas lo que compares: reconoce al único Hijo.

¿Cómo, pues, los judíos eran hijos del diablo? Imitándolo, no naciendo de él. Oíd la costumbre de la Santa Escritura. Un profeta dice a los judíos mismos: Tu padre amorreo, y tu madre cetea17. Los amorreos eran cierta gente de donde no tomaban origen los judíos; también los ceteos mismos tenían su gente, por entero ajena a la raza de los judíos. Pero, porque amorreos y ceteos eran impíos y, por su parte, los judíos imitaron sus impiedades, éstos hallaron para sí padres no de los que nacer, sino con los que ser igualmente condenados por seguir sus costumbres. Ahora bien, tal vez preguntáis de dónde es el diablo mismo. Evidentemente, de allí de donde también los demás ángeles. Pero ese ángel, desobedeciendo y ensoberbeciéndose, cayó de la obediencia en que los demás ángeles persistieron, y devino diablo.

El diablo, un homicida

11. Pero oíd al instante qué dice el Señor: Vosotros, afirma, sois del padre diablo y queréis hacer los deseos de vuestro padre18. He ahí por qué sois sus hijos: porque deseáis tales cosas, no porque habéis nacido de él. ¿Cuáles son sus deseos? Él era homicida desde el inicio. He ahí qué significa «Queréis hacer los deseos de vuestro padre»: Buscáis matarme a mí, hombre que os digo la verdad. Él envidió al hombre y mató al hombre. En efecto, porque el diablo envidiaba al hombre, vestido de serpiente habló a la mujer y mediante la mujer envenenó también al varón. Murieron por escuchar al diablo19, al que no habrían escuchado si hubiesen querido escuchar al Señor; en efecto, el hombre, puesto entre el que lo creó y el que cayó, debió obedecer al Creador, no al Engañador. Él, pues, era homicida desde el inicio20.

Ved la clase de homicidio, hermanos. Homicida se llama al diablo, no armado de sable, no ceñido con espada; vino al hombre, sembró una palabra mala y lo mató. No supongas, pues, que no eres homicida cuando persuades a tu hermano a hacer maldades; si persuades a tu hermano a hacer maldades lo matas. Y, para que sepas que lo matas, oye el salmo: Hijos de hombres, sus dientes son armas y saetas, y su lengua machete afilado21.

Vosotros, pues, queréis hacer los deseos de vuestro padre; os ensañáis contra la carne, precisamente porque no podéis ensañaros contra el espíritu. Él era homicida desde el inicio: evidentemente, respecto al primer hombre. Homicida él desde que pudo cometerse homicidio; pudo cometerse homicidio desde que fue creado el hombre, pues no podría matarse al hombre si antes no fuese hecho el hombre. Homicida, pues, él desde el inicio. Y ¿por qué homicida? Y no se mantuvo en la verdad. Estuvo, pues, en la verdad, pero por no haberse mantenido cayó. Y ¿por qué no se mantuvo en la verdad? Porque no hay verdad en él: no como en Cristo hay verdad, de forma que Cristo en persona es la Verdad. Si, pues, ése se hubiese mantenido en la verdad, se habría mantenido en Cristo; pero no se mantuvo en la verdad porque no hay verdad en él.

El diablo es padre, pero no hijo

12. Cuando profiere la mentira, de lo propio la profiere porque es mentiroso y el padre suyo. ¿Qué significa esto? Habéis oído palabras del evangelio, atentos las habéis percibido; he ahí que las repito, para que reconozcáis qué habéis de exigir. Del diablo decía el Señor eso que del diablo debía decirse por el Señor. Él era homicida desde el inicio: es verdad, porque mató al primer hombre; y no se mantuvo en la verdad porque de la verdad cayó. Cuando profiere la mentira, evidentemente el diablo mismo, habla de lo propio porque es mentiroso y el padre suyo. A propósito de estas palabras algunos supusieron que el diablo tiene padre y preguntaron quién era el padre del diablo. Aquí el verdaderamente detestable error de los maniqueos halló aún cómo engañar a los ignorantes. Suelen, en efecto, decir: «Supón que el diablo fue ángel y cayó; según decís, por él comenzó el pecado; ¿quién era su padre?». Nosotros en contra: «Por cierto, ¿quién de nosotros ha dicho alguna vez que el diablo tenga padre?». Y ellos en contra: «El Señor dice, el evangelio menciona, al hablar del diablo asevera: Él era homicida desde el inicio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando profiere la mentira, de lo propio la profiere porque es mentiroso y el padre suyo»22.

El diablo es mentiroso

13. Escucha, entiende; no te envío lejos, mediante estas mismas palabras entiende. El Señor ha llamado al diablo «el padrede la mentira». ¿Qué significa esto? Escucha qué significa, lee en seguida estas mismas palabras y entiende. Por cierto, no todo el que miente es padre de su mentira, ya que, si de otro recibiste una mentira y la dijiste, tú has mentido ciertamente, profiriendo la mentira; pero no eres padre de esa mentira misma, porque de otro recibiste la mentira. En cambio, el diablo fue mentiroso por sí mismo; él en persona engendró su mentira, a nadie se la oyó. Como Dios Padre ha engendrado al Hijo Verdad, así, caído, el diablo engendró cual a hijo la mentira. Oído esto, lee ahora y reconsidera las palabras del Señor: mente católica, observa qué has oído, atiende qué dice. Él —¿quién?, el diablo— era homicida desde el inicio. Lo sabemos, mató a Adán. Y no se mantuvo en la verdad: sabemos que cayó de la verdad. Porque no hay verdad en él: es verdad; retirándose de la verdad, no tiene la verdad. Cuando profiere la mentira, de lo propio la profiere: no recibe de otra parte aquello de que habla. Cuando profiere la mentira, de lo propio la profiere porque es mentiroso y el padre suyo: es mentiroso y el padre de la mentira. De hecho, tú eres quizá mentiroso porque dices una mentira; pero no el padre suyo. En efecto, si del diablo has recibido lo que dices y has creído al diablo, eres mentiroso, no eres padre de la mentira; él, en cambio, porque no ha recibido de otra parte la mentira, mentira con la que como con veneno mataría la serpiente al hombre, es el padre de la mentira, como Dios Padre lo es de la Verdad. Retiraos del padre de la mentira, corred al Padre de la Verdad, abrazad la Verdad para que recibáis la libertad.

Los oyentes, hijos del diablo

14. Aquellos judíos, pues, vieron en su padre lo que decían; ¿qué, sino la mentira? El Señor, en cambio, en su Padre ha visto lo que proferiría; ¿qué, sino a sí mismo? ¿qué, sino la Palabra del Padre? ¿qué, sino la Verdad del Padre eterna y con el Padre coeterna? Él, pues, era homicida desde el inicio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando profiere la mentira, de lo propio la profiere porque es mentiroso. Y no sólo es mentiroso, sino que es el padre suyo, esto es, de esa mentira misma que profiere es el padre, porque él mismo ha engendrado su mentira. En cambio, porque yo digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me arguye de pecado23, como yo os arguyo a vosotros y a vuestro padre? Si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis, sino porque sois hijos del diablo?.

Ninguna naturaleza es mala

15. Quien es de Dios escucha las palabras de Dios; vosotros no escucháis, precisamente porque no sois de Dios24. De nuevo, no os fijéis en la naturaleza, sino en la tara. Así son de Dios y no son de Dios ésos: por naturaleza, de Dios; por la tara, no de Dios. Por favor, fijaos —en el evangelio tenéis cómo ser sanados contra los errores venenosos y abominables de los herejes—, porque también acerca de estas palabras suelen los maniqueos decir: «He ahí que hay dos naturalezas, una buena y otra mala; el Señor lo dice. ¿Qué dice el Señor? Vosotros no escucháis, precisamente porque no sois de Dios. Esto dice el Señor. ¿Qué, pues, pregunta, dices tú a eso?». Escucha qué digo: «Son de Dios y no son de Dios. Por naturaleza son de Dios, por la tara no son de Dios. En efecto, la buena naturaleza, que es de Dios, pecó con la voluntad, creyendo aquello de que el diablo la persuadió, y se estropeó; busca un médico, precisamente porque no está sana». He ahí lo que digo.

Pero te parece imposible que sean de Dios y no sean de Dios; escucha que no es imposible. Son de Dios y no son de Dios, como son hijos de Abrahán y no son hijos de Abrahán. Aquí lo tenéis; no hay nada que podáis decir. Oye al Señor en persona, él mismo les dijo: Sé que sois hijos de Abrahán. ¿Acaso el Señor podía mentir? ¡Ni hablar! ¿Es, pues, verdad, lo que ha dicho el Señor? Es verdad. Es, pues, verdad que ellos eran hijos de Abrahán. Es verdad. Óyele a él mismo negarlo. Quien dijo «Sois hijos de Abrahán», él mismo negó que fuesen hijos de Abrahán: Si sois hijos de Abrahán, haced los hechos de Abrahán. Ahora, en cambio, buscáis matarme a mí, hombre que os digo la verdad que le oí a Dios; Abrahán no hizo esto. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre, esto es, del diablo. ¿Cómo, pues, eran hijos de Abrahán y no eran hijos de Abrahán? Una y otra cosa muestra en ellos: hijos de Abrahán eran por el origen de la carne, y no eran hijos de Abrahán por la tara de la persuasión diabólica.

Fijaos así también en el Señor y Dios nuestro: eran de él y no eran de él. ¿Cómo eran de él? Porque él mismo ha creado al hombre del que habían nacido. ¿Cómo eran de él? Porque él mismo es el fundador de la naturaleza, él mismo es el creador de la carne y del alma. ¿Cómo, pues, no eran de él? Porque ellos mismos se habían hecho tarados. No eran de él porque, imitando al diablo, se habían hecho hijos del diablo.

La regeneración del hombre pecador

16. Ha venido, pues, el Señor Dios al hombre pecador. Dos nombres has oído: hombre y pecador. Porque es hombre, es de Dios; porque es pecador, no es de Dios. De la tara distíngase la naturaleza; reconózcase la naturaleza, por la que loar al Creador; reconózcase la tara, por la que se haga venir al médico. Porque, pues, el Señor, asevera «Quien es de Dios escucha las palabras de Dios; vosotros no escucháis, precisamente porque no sois de Dios», no ha establecido diferencias en cuanto a la valía de las naturalezas ni, excepto su alma y carne, ha hallado entre los hombres alguna naturaleza que no estuviera tarada por el pecado; sino que, porque había preconocido quiénes iban a creer, ha dicho que esos mismos son de Dios porque por la adopción regeneradora renacerían de Dios. A éstos se refiere lo de quien es de Dios escucha las palabras de Dios.

En cambio, lo que sigue, Vosotros no escucháis, precisamente porque no sois de Dios, está dicho a esos que no sólo estaban tarados por el pecado porque este mal era común a todos, sino que también eran preconocidos en cuanto a que no iban a creer con esa fe, no otra, que podía liberarlos de la atadura de los pecados. Por esto, preconocía que, aquellos a quienes decía tales cosas, iban a permanecer en eso respecto a lo que eran del diablo, esto es, en sus pecados, y que iban a morir por la impiedad con que eran similares a ése, y que no iban a venir a la regeneración mediante la que serían hijos de Dios esto es, nacidos de Dios, el cual los había creado hombres. Según esta predestinación ha hablado el Señor; no porque hubiese hallado a algún hombre que, según la regeneración, fuese ya de Dios o, según la naturaleza, no fuese ya de Dios.