TRATADO 28

Comentario a Jn 7,1-13, predicado en Hipona algunos días después del 10 de agosto de 414

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

Jesucristo, Dios y hombre

1. En este pasaje del evangelio, hermanos, nuestro Señor Jesucristo se ha hecho valer muchísimo, en cuanto hombre, a nuestra fe. Siempre, en efecto, con sus dichos y hechos logra esto: que se le crea Dios y hombre; Dios que nos ha hecho, hombre que nos ha buscado; Dios siempre con el Padre, hombre con nosotros en virtud del tiempo. No buscaría, en efecto, a quien había hecho, si él mismo no se hiciera lo que había hecho. Recordad esta verdad y no echéis de vuestros corazones que Cristo se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Permaneciendo Dios, asumió al hombre quien hizo al hombre. No ha de suponerse, pues, que, cuando se escondió como hombre, perdió su poder, sino que ha dado un ejemplo a la debilidad, pues fue detenido cuando quiso; fue asesinado cuando quiso. Pero, porque iba a haber miembros suyos, esto es, fieles suyos, que no tendrían el poder que nuestro Dios en persona tenía, el hecho de ocultarse, de esconderse, digamos, para no ser asesinado, indicaba que esto iban a hacerlo sus miembros: miembros suyos, sí, en los que él en persona estaba, pues Cristo no está en la cabeza y no en el cuerpo, sino que Cristo está entero en la cabeza y en el cuerpo. Lo que son, pues, sus miembros, lo es él mismo; en cambio, lo que es él mismo no lo son al instante sus miembros. De hecho, si él mismo no fuese sus miembros, no diría: «Saulo, ¿por qué me persigues?»1, pues Saulo perseguía en la tierra no a él mismo, sino a sus miembros, esto es, a sus fieles. Sin embargo, no quiso decir «a mis santos, a mis siervos»; por último, más honrosamente, «a mis hermanos»; sino «A mí», esto es, a mis miembros, cuya cabeza soy yo.

Jesús, presente en sus miembros

2. Dicho previamente esto, supongo que en este pasaje que se ha leído hace un momento no vamos a fatigarnos, pues frecuentemente está significado en la cabeza lo que iba a suceder en el cuerpo. Tras esto, afirma, Jesús andaba a Galilea, pues no quería andar a Judea, porque los judíos buscaban matarlo2. Esto es lo que he dicho: daba ejemplo a nuestra debilidad. Él no había perdido el poder; más bien, consolaba nuestra fragilidad, pues, como he dicho, iba a suceder que algún fiel suyo se escondiera para no ser hallado por los perseguidores; y, para que el escondite no le fuese echado en cara como un delito, precedió en la cabeza lo que se confirmaría en el miembro. En efecto, está dicho:« No quería andar a Judea, porque los judíos buscaban matarlo», como si Cristo no pudiese andar también entre los judíos y no ser asesinado por los judíos. De hecho, cuando quiso demostró este poder porque, como quisieran detenerlo al ir ya a padecer, sin ocultarse, más bien, mostrándose, les dijo: ¿A quién buscáis? Respondieron: A Jesús. Y él: Yo soy. Ahora bien, ante esta manifestación, ellos no se mantuvieron firmes, sino que tras retroceder, cayeron3. Y, sin embargo, porque había venido a padecer, se levantaron, lo prendieron, lo llevaron al juez y lo asesinaron. Pero ¿qué hicieron? Lo que asevera cierta Escritura: La tierra fue entregada a manos del impío4; la carne fue dada al poder de los judíos. Y esto precisamente para que fuese desgarrado el taleguito, digamos, de donde manase nuestro precio.

Afirmación de la virginidad de María

3. Pues bien, estaba cerca el día festivo de los judíos, las Cenopegias5. Quienes han leído las Escrituras saben qué significan las Cenopegias. En el día festivo lo judíos hacían tiendas, a semejanza de las tiendas en que habían habitado cuando, sacados de Egipto, peregrinaron en el desierto. Ese día era festivo, gran solemnidad. Como si recordasen los beneficios del Señor, celebraban esto los judíos que iban a matar al Señor. En este día festivo, pues —había más días festivos, pues se denominaba entre los judíos «día festivo», de forma que fuese no un único día, sino más—, hablaron al Señor Cristo sus hermanos. Como sabéis, pues no es nuevo lo que oís, entended: Sus hermanos. Se llamaba hermanos del Señor a los consanguíneos de la Virgen María, pues era costumbre de las Escrituras denominar hermanos a cualesquiera consanguíneos y parientes cercanos, incluso fuera de nuestro uso, no con la costumbre con que hablamos. De hecho, ¿quién llama hermanos al tío materno y al hijo de la hermana? Sin embargo, la Escritura denomina hermanos a los parientes de esta clase. De hecho, se llamó hermanos a Abrahán y Lot, aunque Abrahán era tío paterno de Lot6; también se llamó hermanos a Labán y Jacob, aunque Labán era tío materno de Jacob7. Cuando, pues, oís «hermanos del Señor», pensad en la consanguinidad de María, no en descendencia alguna de quien hubiera parido de nuevo. En efecto, como en el sepulcro donde fue puesto el cuerpo del Señor, ni antes ni después yació ningún muerto, así el vientre de María ni antes ni después concibió algo mortal.

Los consejos de la carne

4. He dicho quiénes eran los hermanos; escuchemos qué dijeron: Pasa de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean tus obras que haces. Las obras del Señor no se ocultaban a los discípulos, pero se ocultaban a ésos. En efecto, esos hermanos, esto es, consanguíneos, pudieron tener de consanguíneo a Cristo; en cambio, por ese parentesco mismo sentían repugnancia de creer en él. Está dicho en el evangelio, pues no osamos opinar esto; lo acabáis de oír. Añaden y aconsejan: Ciertamente, nadie hace algo a escondidas y busca estar él mismo en público; si haces estas cosas, manifiéstate a ti mismo al mundo. Y a continuación: Pues ni sus hermanos creían en él8. ¿Por qué no creían en él? Porque buscaban con afán la gloria humana. De hecho, los hermanos velan por la gloria de él también porque parecen aconsejarle: «Haces maravillas, date a conocer, esto es, muéstrate a todos para que todos puedan alabarte». La carne hablaba a la carne; pero la carne sin Dios a la carne con Dios, pues la prudencia de la carne hablaba a la Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros9.

Sublime es la patria; humilde el camino

5. ¿Qué responde el Señor a esto? Les dice, pues, Jesús: Mi tiempo aún no viene; en cambio, vuestro tiempo siempre está preparado10. ¿Qué significa esto? ¿Aún no había venido el tiempo de Cristo? ¿Por qué, pues, Cristo había venido, si su tiempo no había venido aún? ¿Acaso no hemos oído al Apóstol decir: Ahora bien, cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo?11 Si, pues, fue enviado en la plenitud del tiempo, fue enviado cuando debió y vino cuando convino, ¿qué significa: Mi tiempo aún no viene? Entended, hermanos, con qué intención le hablaban quienes parecían aconsejarle como a su hermano. Le daban un consejo para adquirir gloria, aconsejándole como mundanamente y con afecto terreno que no fuese desconocido ni permaneciera escondido. Lo que, pues, el Señor asevera:« Mi tiempo aún no viene», responde a quienes le daban consejo sobre la gloria: el tiempo de mi gloria aún no viene. Mirad qué profundo es el dicho: le recordaban la gloria, pero él quiso que la bajura precediera a la altura, y extender por la bajura el camino hacia la excelsitud misma. De hecho, también buscaban con afán, sí, la gloria aquellos discípulos que querían sentarse uno a su derecha y el otro a la izquierda; observaban adónde, mas no veían por dónde; el Señor los hizo volver al camino para que ordenadamente vinieran a la patria. Excelsa es, en efecto, la patria; bajo, el camino. La patria es la vida de Cristo; el camino, la muerte de Cristo; la patria es la mansión de Cristo; el camino es la pasión de Cristo. Quien recusa el camino, ¿por qué busca la patria? Por eso, también a quienes buscaban la altura lesresponde esto: ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?12 He aquí por dónde se llega a la excelsitud que deseáis; recordaba, en efecto, la copa de la bajura y la pasión.

No es tiempo de juzgar, sino de vivir con justicia

6. También, pues, aquí: Mi tiempo aún no viene; en cambio, vuestro tiempo, esto es, la gloria del mundo, siempre está preparado. Éste es el tiempo del que en profecía dice Cristo, esto es, el cuerpo de Cristo: «Cuando tome tiempo, yo juzgaré con justicias»13, pues de momento es tiempo no de juzgar, sino de tolerar a los inicuos. Por eso, el cuerpo de Cristo soporte de momento y tolere la iniquidad de quienes viven mal. Tenga empero de momento la justicia, antes que tenga el juicio, pues por la justicia llegará al juicio. Por cierto, a los miembros que toleran la iniquidad de este mundo,¿qué dice en un salmo la Santa Escritura? No rechazará el Señor a su pueblo. Lo pasa mal, sí, su pueblo entre indignos, entre inicuos, entre denostadores, entre murmuradores, detractores, perseguidores y, si llega el caso, asesinos. Lo pasa mal, sí; pero el Señor no rechazará a su pueblo ni abandonará su heredad, hasta que la justicia se vuelva hacia el juicio14. Hasta que la justicia, que de momento está en sus santos, se vuelva hacia el juicio, cuando se cumplirá lo que les está dicho: Os sentaréis sobre doce tronos a juzgar a las doce tribus de Israel15. Tenía el Apóstol la justicia, pero aún no el juicio del que dice: ¿No sabéis que juzgaremos a ángeles?16 De momento, pues, sea tiempo de vivir justamente; después será tiempo de juzgar a quienes hayan vivido mal. Hasta que la justicia, afirma, se vuelva hacia el juicio. El tiempo del juicio será este del que el Señor ha dicho ahora: «Mi tiempo aún no viene», pues habrá un tiempo de gloria, para que, quien vino en la bajura, venga en la altura; quien vino a ser juzgado, vendrá a juzgar; quien vino a ser asesinado por los muertos, vendrá a juzgar sobre vivos y muertos. Dios, afirma un salmo, vendrá manifiesto, nuestro Dios, y no callará17. ¿Qué significa Vendrá manifiesto? Que vino oculto. Entonces no callará porque, cuando vino oculto, fue llevado como oveja para ser inmolada y, como cordero ante quien lo esquila, no abrió su boca18. Vendrá y no callará. Callé, afirma; ¿acaso callaré siempre?19

Los rectos de corazón

7. Ahora bien, de momento, ¿qué es necesario a quienes tienen la justicia? Lo que se lee en ese mismo salmo: Hasta que la justicia se vuelva hacia el juicio, y quienes la tienen, todos los rectos de corazón20. ¿Tal vez preguntáis quiénes son rectos de corazón? En la Escritura hallamos que son rectos de corazón quienes toleran las maldades del mundo y no acusan a Dios. Mirad, hermanos; rara avis es esa de que hablo. En efecto, no sé cómo, cuando sucede a un hombre algún mal, corre a acusar a Dios quien debería acusarse a sí mismo. Cuando realizas algo bueno, te alabas; cuando padeces algún mal, acusas a Dios. Éste es, pues, el corazón torcido, no recto. Si te corriges de esta distorsión y perversidad, se volverá al revés lo que hacías. Antes, en efecto, ¿qué hacías? Te alababas por los bienes de Dios, acusabas a Dios por tus males; convertido y enderezado el corazón, alabarás a Dios por sus bienes, te acusarás por tus males. Ésos son los rectos de corazón. Por eso, aquel, aún no de corazón recto, a quien desagradaba la felicidad de los malos y el infortunio de los buenos, corregido dice: ¡Qué bueno el Dios de Israel para los rectos de corazón! Ahora bien, mis pies, en cambio, cuando no era de corazón recto, casi se desplazaron. ¿Por qué? Porque envidié a los pecadores, al mirar la paz de los pecadores21. He visto, afirma, felices a los malos, y me desagradó Dios, pues yo no quería que Dios permitiera a los malos ser felices.

Entienda el hombre: nunca permite esto Dios; sino que se supone feliz al malo, porque ignoramos qué es la felicidad. Seamos, pues, rectos de corazón; aún no viene el tiempo de nuestra gloria. Dígase a los amadores de este mundo,como eran los hermanos del Señor: Vuestro tiempo siempre preparado; nuestro tiempo aún no viene. De hecho, osemos decirlo también nosotros. Y, porque somos el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, porque somos sus miembros, porque con alegría reconocemos a nuestra cabeza, digámoslo directamente, porque también él mismo se dignó decirlo por nosotros. Cuando nos insultan los amantes de este mundo, digámosles: Vuestro tiempo siempre está preparado; nuestro tiempo aún no viene. Por cierto, el Apóstol nos ha dicho: Pues estáis muertos, y vuestra vida está escondida con el Mesías en Dios. ¿Cuándo vendrá nuestro tiempo? Cuando aparezca el Mesías, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis con él en gloria22.

El día festivo de Jesús

8. ¿Qué añade después? El mundo no puede odiaros. ¿Qué significa esto, sino: «El mundo no puede odiar a sus amantes, testigos falsos, pues llamáis bienes a lo que son males, y males a lo que son bienes»? A mí, en cambio, me odia, porque yo doy testimonio de él, de que sus obras son malas. Vosotros subid al día festivo este. ¿Qué significa «éste»? Donde buscáis la gloria humana. ¿Qué significa «éste»? Donde queréis prolongar los goces carnales, no pensar en los eternos. Yo no subo al día festivo este, porque mi tiempo aún no se ha cumplido. En el día de fiesta este vosotros buscáis la gloria humana; pero mi tiempo, esto es, el de mi gloria, aún no viene. Ése será mi día festivo, no el que precede a esos días y pasa, sino el que permanece eternamente: ésa será la festividad, el gozo sin fin, la eternidad sin daño, la serenidad sin una nube. Como hubiese dicho esto, él permaneció en Galilea. Pero, tras haber subido sus hermanos, entonces también él mismo subió al día festivo, no manifiestamente, sino cual a escondidas23. No al día festivo este, precisamente porque no ansiaba gloriarse temporalmente, sino enseñar saludablemente algo, corregir a los hombres, recordarles la fiesta eterna, apartar de este mundo el amor y volverlo a Dios. Por otra parte, ¿qué significa: Cual a escondidas subió al día festivo? Esto del Señor tampoco es ocioso. Me parece, hermanos, que también con esto, el haber subido cual ocultamente, quiso significar algo. De hecho, lo siguiente enseñará que él subió mediado el día festivo, esto es, mediados esos días, a enseñar abiertamente. Pero ha dicho «cual ocultamente»: para no mostrarse a la gente. El hecho de que Cristo subió ocultamente al día festivo no es ocioso, porque él mismo se ocultaba en aquel día festivo. Lo que yo he dicho está también aún en un escondite. Manifiéstese, pues; quítese el velo y aparezca lo que era secreto.

La fiesta de los tabernáculos, figura de nuestra peregrinación

9. Todo lo que se dijo al antiguo pueblo de Israel en la múltiple Escritura de la Ley Santa —lo que debían realizar ora respecto a los sacrificios, ora respecto a los sacerdotes, ora respecto a los días festivos, y absolutamente respecto a cualesquiera cosas con que adoraban a Dios—, cualesquiera cosas que les fueron dichas y preceptuadas, fueron sombra de las realidades futuras. ¿Qué realidades futuras? Las que se cumplen en Cristo. Por eso dice el Apóstol: Pues en él todas las promesas de Dios son «sí»24, esto es, se han cumplido en él. Después dice en otro lugar: Todo les sucedía en figura; ahora bien, están escritas en atención a nosotros, a quienes ha salido al encuentro el final de los siglos25. Dijo también en otra parte: Pues el fin de la Ley es Cristo26. Asimismo en otro lugar: Nadie os juzgue respecto a comida o bebida o en la parte de día festivo o de novilunio o de sábados; eso es sombra de las realidades futuras27. Si, pues, todo eso fueron sombras de las realidades futuras, también las Cenopegias era sombra de las realidades futuras. Busquemos, pues, de qué realidad futura era sombra este día festivo.

He expuesto qué eran las Cenopegias: era la celebración de las tiendas, porque el pueblo que, liberado de Egipto, tendía por el desierto a la tierra de promisión, habitó en tiendas. Observemos qué es, y seremos nosotros; nosotros, digo, que somos miembros de Cristo, si lo somos; ahora bien, lo somos por dignación suya, no por mérito nuestro. Observémonos, pues, hermanos: hemos sido sacados de Egipto, donde éramos esclavos del diablo, como de un Faraón, donde realizábamos obras de barro con los deseos terrenos, y en ellas nos fatigábamos mucho. De hecho, Cristo nos gritó cual a quienes hacían ladrillos: Venid a mí todos los que os fatigáis y estáis abrumados28. Sacados de ahí mediante el bautismo, fuimos hechos pasar como por el mar Rojo —rojo precisamente por estar consagrado con la sangre de Cristo—, muertos todos nuestros enemigos que nos perseguían, es decir, destruidos todos nuestros pecados. Ahora, pues, antes de llegar a la patria de promisión, esto es, al reino eterno, en el desierto estamos en tiendas. Quienes reconocen eso están en tiendas, pues había sucedido para que algunos lo reconocieran. De hecho, está en tiendas quien entiende que él está desterrado en el mundo. Entiende que está desterrado quien se ve suspirar por la patria. Ahora bien, cuando el cuerpo de Cristo está en tiendas, Cristo está en tiendas. Pero entonces no evidentemente, sino a ocultas, pues la sombra oscurecía aún a la luz; llegada la luz, la sombra se ha retirado. Cristo estaba en lo oculto; Cristo estaba en las Cenopegias, pero Cristo oculto. Ahora, cuando todo eso es manifiesto, reconocemos que caminamosen el yermo, ya que, si lo reconocemos, en el yermo estamos. ¿Qué significa «en el yermo»? En el desierto. ¿Por qué en el desierto? Porque estamos en ese mundo donde se tiene sed en un camino sin agua. Pero tengamos sed, para ser saciados, pues Dichosos quienes tienen hambre y sed de la justicia, porque ésos serán saciados29. Y, en el yermo, nuestra sed se satisface gracias a la roca, pues la roca era el Mesías30 y fue golpeada con la vara para que brotase agua. Ahora bien, para que manase fue golpeada dos veces31, porque los palos de la cruz son dos. Todo esto, pues, que sucedía en figura, se manifiesta en nosotros. Y no es ocioso lo que del Señor está dicho: Subió al día festivo, no manifiestamente, sino cual a escondidas. En efecto, ese mismo «a escondidas» tenía sentido figurado, porque Cristo se escondía en el día festivo mismo, porque ese día festivo mismo significaba que los miembros de Cristo iban a ser peregrinos.

10. Los judíos, pues, lo buscaban en el día festivo32, antes que subiese. De hecho, los hermanos subieron los primeros y él no subió entonces, cuando ellos suponían y querían, para que se cumpliera también lo que dijo: No a éste, esto es, al que vosotros queréis, el día primero o segundo. En cambio, subió después, como dice el evangelio: Mediado el día festivo, esto es, cuando ya habían pasado tantos días del día festivo como los que restaban. De hecho, hasta donde ha de entenderse, celebraban esa festividad durante más días.

Cristo fue criticado; sus discípulos también

11. Decían, pues: ¿Dónde está ése? Y había gran rumor acerca de él entre la turba. ¿Por qué rumor? Por la disputa. ¿Cuál fue la disputa? Pues unos decían que «Es bueno»; otros, en cambio: No, sino que seduce a las turbas33. Ha de entenderse de todos sus siervos; esto se dice ahora, pues, de cualquiera que sobresale en alguna gracia espiritual, seguramente unos dicen: «Es bueno»; otros: No, sino que seduce a las turbas. ¿Por qué esto? Porque nuestra vida está escondida con el Mesías en Dios34. Por eso, es lícito decir a las personas en invierno: «Ese árbol está muerto»; verbigracia, la higuera, el peral, los frutales son similares a un árbol seco y, mientras es invierno, no está claro. El verano lo prueba, el juicio lo prueba. Nuestro verano es la revelación de Cristo: Dios vendrá manifiesto, nuestro Dios, y no callará35; lo precederá fuego; ese fuego inflamará a sus enemigos36; el fuego agarrará también los árboles secos. De hecho, aparecerán secos cuando se les diga: Tuve hambre y no me disteis de comer37. Pero, al otro lado, a la derecha, aparecerá la fecundidad de los frutos, y la hermosura de las hojas; habrá lozanía, eternidad.Como a árboles secos, se dirá a aquéllos: Id al fuego eterno38. Pues he aquí, afirma, que el hacha está puesta junto a la raíz de los árboles. Todo árbol, pues, que no da fruto bueno será cortado y arrojado al fuego39. Digan, pues, de ti, si avanzas en Cristo, digan los hombres: Seduce a las turbas. De él personalmente, del cuerpo entero de Cristo, se dice esto. Piensa que el cuerpo de Cristo está todavía en el mundo, piensa que el cuerpo de Cristo está todavía en la era; mira cómo lo denuesta la paja. Ciertamente son trillados juntos; pero las pajas son trituradas, los granos son limpiados. Lo que, pues, se dijo del Señor sirve de consuelo respecto a cualquier cristiano de quien esto se dijere.

La Iglesia habla abiertamente

12. Sin embargo, nadie hablaba públicamente de él por miedo a los judíos40. Pero ¿quiénes no hablaban de él por miedo a los judíos? Ciertamente quienes decían: «Es bueno», no quienes decían: Seduce a las turbas. Quienes decían «Seduce a las turbas» se hacían oír como el ruido de hojas secas. Muy claramente dejaban oír «Seduce a las turbas»; en voz muy baja susurraban: Es bueno. En cambio ahora, hermanos, aunque aún no ha llegado aquella gloria de Cristo que va a hacernos eternos; ahora, en cambio, su Iglesia crece de tal modo, se ha dignado extenderla por todo de tal modo, que ya se susurra «Seduce a las turbas»: y resuena muy claramente: Es bueno.