TRATADO 21

Comentario a Jn 5,20-23, predicado en Hipona al día siguiente del anterior

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

Preferible la ignorancia al error

1. En la medida en que el Señor se dignó dar en el día de ayer, con la facultad con que pude tratamos y con la capacidad con que pudimos entendimos cómo son inseparables las obras del Padre y del Hijo; que el Padre no hace unas, el Hijo otras, sino que el Padre hace todas mediante el Hijo, como mediante su Palabra, de la que está escrito: Todo se hizo mediante ella y sin ella nada se hizo1. Veamos hoy las palabras siguientes y al mismo Señor imploremos su misericordia y de él esperémosla primeramente para entender, si él mismo lo juzga conveniente, lo que es verdadero; si, en cambio, no pudiéramos esto, no vayamos a lo que es falso, pues es mejor no saber que errar; pero es mejor saber que no saber. Así pues, ante todo debemos intentar saber; si podemos, ¡gracias a Dios!; si, en cambio, de momento no pudiéramos llegar a la verdad, no vayamos a la falsedad. Por cierto, debemos considerar qué somos y qué tratamos. Somos hombres que cargan con la carne mientras caminan en esta vida; y, aunque ya renacidos de la semilla de la palabra de Dios, sin embargo, hemos sido renovados en Cristo, de forma que aún no estamos enteramente despojados de Adán. En efecto, aparece y es manifiesto que lo nuestro mortal y corruptible, que embota al alma2, existe en virtud de Adán; en cambio, lo nuestro espiritual, que eleva al alma, viene del don de Dios y de su misericordia, el cual envió a su Único a participar con nosotros de nuestra muerte y conducirnos a su inmortalidad. A éste tenemos como maestro para no pecar; como defensor, si pecamos, confesamos y nos convertimos; como intercesor por nosotros, si pedimos al Señor algún bien; y como dador con el Padre, porque el Padre y el Hijo son un único Dios. Pero decía eso a hombres un hombre; Dios oculto, hombre manifiesto para hacer dioses a hombres manifiestos, e Hijo de Dios, hecho hijo de hombre para hacer hijos de Dios a los hijos de los hombres. Por sus palabras reconocemos con qué maestría de su sabiduría hace esto. Pequeño, en efecto, habla a pequeñines; pero él mismo es pequeño sin dejar de ser grande; nosotros, en cambio, somos pequeños, pero en él grandes. Habla, pues, como quien cuida y nutre a lactantes y a quienes crecen amando.

Son idénticas las obras del Padre y del Hijo

2. Había dicho: No puede el Hijo hacer por sí algo, sino lo que vea al Padre hacer3. Pues bien, hemos entendido que el Padre no hace por separado algo que, cuando lo vea el Hijo, también éste mismo haga algo, inspeccionada la obra de su Padre, sino que dijo: «No puede el Hijo hacer por sí algo, sino lo que vea al Padre hacer», porque el Hijo entero proviene del Padre y la entera sustancia y potencia suya proviene de quien lo ha engendrado. Ahora, en cambio, tras haber dicho que él hace similarmente estas mismas cosas que hace el Padre, para que no entendamos que el Padre hace unas, el Hijo otras, sino que con potencia similar hace el Hijo esas mismas que hace el Padre, pues el Padre las hace mediante el Hijo, asevera a continuación lo que hoy hemos oído leer: Pues el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él mismo hace4.

El pensamiento humano se perturba de nuevo. Al Hijo muestra el Padre lo que él mismo hace; el Padre, pues, asevera alguien, obra por separado, para que el Hijo vea lo que hace. Vienen de nuevo al pensamiento humano dos artesanos, digamos, como si un artesano enseña su arte a su hijo y le muestra cualquier cosa que él hace, para que también ese mismo pueda hacerlo. Le muestra, afirma, lo que él mismo hace. ¿Cuando, pues, el Padre actúa, el Hijo no actúa para poder ver el Hijo lo que hace el Padre? Ciertamente, todo se hizo mediante él y sin él nada se hizo. A partir de esto vemos cómo el Padre muestra al Hijo lo que hace, puesto que nada hace el Padre, sino lo que mediante el Hijo hace. ¿Qué ha hecho el Padre? El mundo. ¿Acaso mostró al Hijo el mundo hecho, de forma que también ése mismo hiciera algo igual? Alguien, pues, preséntenos el mundo que el Hijo hizo.

Pero todo se hizo mediante él y sin él nada se hizo y el mundo se hizo mediante él5. Si el mundo se hizo mediante él y todo se hizo mediante él y el Padre nada hace que no lo haga mediante el Hijo, ¿dónde el Padre muestra al Hijo lo que hace, sino en el Hijo mismo mediante el cual lo hace? ¿Cuál es, en efecto, el lugar donde se muestra al Hijo la obra del Padre, como si la hiciese fuera y se sentase fuera y el Hijo observe la mano del Padre, cómo actúa? ¿Dónde está aquella inseparable Trinidad? ¿Dónde está la Palabra de la que está dicho que ése mismo es fuerza ysabiduría de Dios?6 ¿Dónde lo que de la sabiduría misma dice la Escritura: Pues es el esplendor de la luz eterna?7 ¿Dónde lo que de ella se dice otra vez: Llega fuertemente de uno a otro confín y dispone suavemente todo?8 Si el Padre hace algo, lo hace mediante el Hijo; si lo hace mediante su sabiduría y su fuerza, no le muestra fuera lo que vea, sino que en su misma persona le muestra lo que hace.

Padre de Jesús y Padre nuestro

3. ¿Qué ve el Padre o, más bien, qué ve el Hijo en el Padre para hacerlo también él? Podría yo quizá decirlo; pero presenta tú a quien pueda comprender; o quizá, podría pensarlo, pero no decirlo o quizá ni pensarlo. La divinidad, en efecto, nos excede como Dios a los hombres, como el Inmortal a los mortales, como el Eterno a quienes somos temporales. Inspire y dé; de aquella fuente de vida dígnese destilar algo en nuestra sed, para que no nos aridezcamos en este desierto. Digámosle «Señor» a quien hemos aprendido a llamar Padre. Lo osamos, en efecto, porque él quiso que lo osáramos, con tal de que empero vivamos de manera que no nos diga: Si soy Padre, ¿dónde está mi honor? Si soy Señor, ¿dónde está mi respeto?9 Digamos, pues, «Padre nuestro». ¿A quién decimos «Padre nuestro»? Al Padre de Cristo. Quien, pues, dice al Padre de Cristo «Padre nuestro», ¿qué dice a Cristo, sino «Hermano nuestro»? No es empero Padre nuestro como es Padre de Cristo,pues Cristo nunca nos unió consigo sin hacer distinción alguna entre él y nosotros. Él, en efecto, es Hijo igual al Padre, él es eterno con el Padre y coeterno con el Padre; nosotros, en cambio, hemos sido hechos mediante el Hijo, adoptados mediante el Único. Por eso, nunca se oyó de la boca de nuestro Señor Jesucristo, cuando hablaba a los discípulos, decir él del sumo Dios, Padre suyo, «Padre nuestro»; sino que dijo o «Padre mío», o «vuestro Padre». Hasta tal punto no dijo «Padre nuestro», que puso en cierto lugar estas dos cosas: Voy, afirma, a mi Dios y a vuestro Dios. ¿Por qué no dijo «nuestro Dios»? Dijo: «A mi Padre y a vuestro Padre»10; no dijo «nuestro Padre». Unió distinguiendo, distingue sin separar. Sostiene que nosotros somos uno en él, pero que el Padre y él son una única cosa.

En el Verbo se identifican ver y nacer

4. Por mucho, pues, que entendamos y por mucho que veamos, aunque nos igualásemos a los ángeles, no veremos como ve el Hijo, pues nosotros, aun cuando no vemos, somos algo. ¿Y qué otra cosa somos cuando no vemos, sino invidentes? Somos empero al menos invidentes y para ver nos convertimos a ese a quien queremos ver, y se realiza en nosotros la visión que no existía cuando empero existíamos. Existe, en efecto, el hombre invidente y a ése mismo, cuando vea, se le llama hombre vidente. Para él, pues, ver no es lo mismo que ser hombre, porque, si para él ver fuese lo mismo que ser hombre, nunca existiría un hombre sino vidente. Pero, porque hay hombres que no ven y buscan ver lo que no ven, existe quien busca, y existe quien se convierta para ver; y, cuando se haya convertido bien y vea, pasa a ser hombre vidente quien antes era hombre invidente. El ver, pues, le viene o se retira de él; le viene cuando él se convierte; se retira de él cuando él se aleja. ¿Acaso es así el Hijo? Ni hablar. El Hijo nunca fue invidente y luego fue hecho vidente, sino que, para él, ver al Padre es lo mismo que ser Hijo. De hecho, nosotros, alejándonos hacia el pecado, perdemos la iluminación, y volviéndonos hacia Dios, recibimos la iluminación, pues una cosa es la luz que nos ilumina, y otra nosotros que somos iluminados. En cambio, porque la luz misma que nos ilumina es luz, no se aleja de sí ni pierde la luz. La cosa, pues, que el Padre hace la muestra al Hijo de forma que el Hijo ve todo en el Padre y el Hijo es todo en el Padre, pues viendo nació y naciendo ve. Pero no hubo un momento en que no había nacido y después nació, como tampoco en algún momento no vio y después vio; más bien, lo que en él es para él ver, en él es para él existir, en él es para él no mudarse, en él es para él existir continuamente sin inicio y sin fin. No entendamos, pues, carnalmente que el Padre se sienta, hace una obra, la muestra al Hijo, ve el Hijo la obra que el Padre hace, y la hace en otro lugar o de otra materia. En efecto, todo se hizo mediante él y sin él nada se hizo11. La Palabra del Padre es el Hijo, nada dijo Dios que no lo dijera en el Hijo, ya que, diciendo en el Hijo lo que iba a hacer mediante el Hijo, engendró al Hijo mismo, mediante el que había de hacer todo.

En el Hijo no hay pasado ni futuro

5. Y le mostrará obras mayores que éstas para que os asombréis12. De nuevo turba aquí. ¿Y quién hay que escudriñe dignamente este enorme secreto? Pero, porque se ha dignado hablarnos, él lo abre ya. En efecto, no diría lo que no quisiera que se entendiese; porque se ha dignado hablar, despertará sin duda la atención; ¿acaso a quien despertó para oír lo abandona una vez despertado? Como pude, dije que el Hijo sabe no temporalmente, que la ciencia del Hijo no es una cosa, otra el Hijo mismo, otra la visión misma del Hijo, y que el Hijo es la ciencia o sabiduría misma del Padre, que esta sabiduría y esta visión son eternas desde la eternidad, que son coeternas con ese de quien proceden, que allí nada cambia a lo largo del tiempo ni nace algo que no existía ni perece algo que existía. Lo dije como pude. ¿Qué, pues, hace aquí el tiempo para decir: «Le mostrará obras mayores que éstas», esto es, va a mostrar, esto es, mostrará? Una cosa es «mostró», otra es mostrará; del pasado decimos «mostró», del futuro decimos mostrará. ¿De qué, pues, tratamos aquí? Ese de quien habíamos dicho que es coeterno con el Padre, que en él nada se varíaa lo largo del tiempo, nada se mueve a través de espacios temporales ni locales, que en calidad de vidente permanece siempre con el Padre, ve al Padre y, viéndolo, existe, he aquí que, al nombrarnos de nuevo los tiempos, afirma: Le mostrará obras mayores que éstas. Va a mostrar, pues, todavía al Hijo algo que el Hijo no conoce? ¿Qué hacer, pues?, ¿cómo entendemos esto? He aquí que nuestro Señor Jesucristo estaba arriba, está abajo. ¿Cuándo estaba arriba?Cuando dijo: Cualesquiera cosas que hace el Padre, éstas mismas hace también el Hijo similarmente. ¿Y cómo ahora está abajo? Le mostrará obras mayores que éstas. ¡Oh Señor Jesucristo, Salvador nuestro, Palabra de Dios, mediante la que todo se hizo! ¿Qué va a mostrarte el Padre que no conozcas aún? ¿Qué se te oculta del Padre? ¿Qué se te oculta en el Padre a ti a quien el Padre no se oculta? ¿Qué obras mayores va a mostrarte? ¿O mayores que qué obras son las que va a mostrarte? En efecto, cuando dijo «mayores que éstas», primero debemos entender mayores que cuáles.

¿Qué obras mayores muestra el Padre al Hijo?

6. Recordemos de dónde arrancó ese discurso: cuando fue curado el que llevaba treinta y ocho años enfermo y, ya sano, le ordenó coger su camilla e irse a su casa. En efecto, irritados por eso los judíos con quienes hablaba hablaba con palabras y callaba en cuanto a la comprensión; en cierto modo hacía señas a quienes entendían, encubría a los airados el sentido; como, pues, los judíos se hubieran irritado porque el Señor había hecho esto en sábado, dieron ocasión a este discurso. No escuchemos, pues, esto como olvidados de lo que se ha dicho arriba; más bien, volvámonos a mirar al enfermo durante treinta y ocho años, súbitamente hecho sano, asombrados y airados los judíos. Más que la luz a propósito del milagro, buscaban las tinieblas a propósito del sábado. Hablando, pues, a estos indignados, asevera esto: Le mostrará obras mayores que éstas. Mayores que éstas; ¿que cuáles? Habéis vistos al hombre hecho sano, cuya enfermedad había durado hasta treinta y ocho años: mayores que éstas va a mostrar al Hijo el Padre. ¿Cuáles son mayores? Sigue y dice: Pues como el Padre resucita y vivifica a los muertos, así el Hijo también vivifica a los que quiere. Claramente son mayores ésas, pues que un muerto resucite es más que el que convalezca un enfermo; mayores son ésas. Pero ¿cuándo va mostrarlas al Hijo el Padre? ¿Es que el Hijo las desconoce? Y el que hablaba ¿no sabía resucitar muertos? Aquel mediante el que todo se hizo ¿tenía aún que aprender a resucitar muertos? Quien hizo que viviéramos quienes no existíamos ¿tenía aún que aprender a resucitarnos? ¿Qué es, pues, lo que quiere decir?

El Hijo aprende en nosotros

7. Por cierto, descendió hasta nosotros, y quien poco antes hablaba como Dios comenzó a hablar como hombre. Es empero hombre el mismo que es Dios, porque Dios se ha hecho hombre; pero se hizo lo que no era sin perder lo que era. Se acercó, pues, el hombre a Dios para que fuese hombre quien era Dios; no para ser ya hombre y no ser Dios. Escuchémosle, pues, como hermano quienes lo escuchábamos como Creador: Creador por ser la Palabra que existía en el principio; hermano, porque nació de la Virgen María; Creador, antes de Abrahán, antes de Adán, antes de la tierra, antes del cielo, antes de todo lo corporal y espiritual; hermano, en cambio, nacido de la descendencia de Abrahán, de la tribu de Judá, de una virgen israelita. Si, pues, sabemos que este que nos habla es Dios y hombre, entendamos las palabras de Dios y del hombre, pues unas veces nos dice cosas que se refieren a su majestad; otras, las que se refieren a su condición baja. En efecto, es excelso el mismo que, para hacernos excelsos a nosotros, de baja condición, se ha hecho de condición baja. ¿Qué, pues, asevera? El Padre me mostrará obras mayores que éstas para que os asombréis13. Va, pues a mostrarlas a nosotros, no a él. Dijo, pues: «Para que os asombréis», precisamente porque el Padre nos las mostrará a nosotros. Explicó, en efecto, lo que quiso decir: El Padre me mostrará. ¿Por qué no dijo «el Padre os mostrará», sino: Mostrará al Hijo? Porque también nosotros somos miembros del Hijo. Y porque nosotros, miembros, como que aprendemos, él aprende de alguna manera en sus miembros. ¿Cómo aprende en nosotros? ¿Cómo padece en nosotros? ¿Cómo probamos que padece en nosotros? Por aquella voz venida del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?14 ¿Acaso no es el mismo que se sentará como juez al final del mundo y, después de poner a los justos a la derecha y a los inicuos a la izquierda, dirá: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino, pues tuve hambre y me disteis de comer? Y, tras responder ellos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento?», va a decirles: Cuando disteis a uno de mis mínimos, a mí me disteis15. A quien, pues, dijo: «Cuando disteis a uno de mis mínimos, a mí me disteis», preguntémosle ahora y digámosle: Señor, ¿cuándo estarás aprendiendo, siendo así que tú enseñas todo? Por cierto, en seguida, según nuestra fe, nos responde: Cuando uno de mis mínimos aprende, yo aprendo.

8. Felicitémonos, pues, y demos gracias porque nos ha hecho no sólo cristianos, sino Cristo. ¿Entendéis, hermanos, comprendéis la gracia de Dios sobre nosotros? Asombraos, alegraos: hemos sido hechos Cristo, pues, si él es la cabeza, nosotros somos sus miembros; el hombre total somos él y nosotros. Es esto lo que dice el apóstol Pablo: Para que ya no seamos pequeñines, zarandeados y circundados por todo viento de doctrina. Ahora bien, más arriba había dicho: Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y al reconocimiento del Hijo de Dios, al varón perfecto según la medida de edad de la plenitud del Mesías16. La plenitud, pues, de Cristo es la cabeza y los miembros. ¿Qué significa la cabeza y los miembros? Cristo y la Iglesia. Por cierto, nos arrogaríamos esto soberbiamente si no se dignase prometerlo el mismo que mediante idéntico apóstol dice: Ahora bien, vosotros sois cuerpo y miembros de Cristo17.

Cristo cabeza muestra a Cristo miembros

9. Cuando, pues, el Padre muestra algo a los miembros de Cristo, a Cristo lo muestra. Acontece cierto milagro grande, pero verdadero en todo caso: se le muestra a Cristo lo que Cristo conocía, y se le muestra a Cristo mediante Cristo. Es cosa asombrosa y grande, pero la Escritura habla así. ¿Vamos a contradecir a los eloquios divinos y no, más bien, a entenderlos y dar gracias a quien los ha donado? ¿Qué significa lo que he dicho: «Se le muestra a Cristo mediante Cristo». Se muestra a los miembros mediante la cabeza. Mira, ve eso mismo en ti: ponte a querer coger algo con los ojos cerrados; la mano no sabe a dónde ir y la mano es, sí, miembro tuyo, pues no está separada de tu cuerpo; abre los ojos, la mano ve ya a dónde ir; tras mostrárselo la cabeza, el miembro la sigue. Si, pues, pudo hallarse algo parecido, que tu cuerpo le muestra a tu cuerpo y mediante tu cuerpo se muestra algo a tu cuerpo, no te asombres de que esté dicho: «Se le muestra a Cristo mediante Cristo», pues la cabeza muestra para que los miembros vean, y enseña la cabeza para que los miembros aprendan; un único hombre empero es cabeza y miembros. No quiso separarse, sino que se dignó aglutinarse. Lejos, muy lejos de nosotros estaba; ¿qué tan lejos como lo creado y el Creador?, ¿qué tan lejos como Dios y el hombre?, ¿qué tan lejos como la justicia y la iniquidad?, ¿qué tan lejos como la eternidad y la mortalidad? He aquí cuán lejos estaba la Palabra, Dios en Dios en el principio, mediante el cual se hizo todo. ¿Cómo, pues, se acercó para ser lo que nosotros, y que existamos en él? La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros18.

La resurrección, obra de la Trinidad

10. Esto, pues, va a mostrarnos; esto mostró a sus discípulos, que lo vieron en la carne. ¿Qué significan estas palabras: Como el Padre resucita y vivifica a los muertos, así también el Hijo vivifica a los que quiere?19 ¿A unos el Padre, a otros el Hijo? Ciertamente, todo se ha hecho mediante él. ¿Qué decimos, hermanos míos? Cristo resucitó a Lázaro; ¿a qué muerto resucitó el Padre, para que Cristo viera cómo resucitaba a Lázaro? O, cuando resucitó a Lázaro, ¿no lo resucitó el Padre y lo hizo el Hijo solo, sin el Padre? Leed esa lectura misma y ved que allí invoca al Padre para resucitar a Lázaro20. Como hombre, invoca al Padre; como Dios, obra con el Padre. Lázaro, pues, que resucitó, fue resucitado por el Padre y el Hijo con el don y la gracia del Espíritu Santo, y la Trinidad hizo esa obra asombrosa. «Como el Padre resucita y vivifica a los muertos, así también el Hijo vivifica a los que quiere», no lo entendamos, pues, estimando que el Padre resucita y vivifica a unos, el Hijo a otros; sino que a los mismos que el Padre resucita y vivifica, a ésos también el Hijo los resucita y vivifica, porque todo se hizo mediante él y sin él no se hizo nada. Y precisamente para demostrar que él tenía potestad, aunque dada por el Padre, igual empero, asevera: «Así también el Hijo vivifica los que quiere», para mostrar ahí su voluntad. Y, para que nadie dijese: «el Padre resucita mediante el Hijo a los muertos; pero aquél como poderoso, como quien tiene potestad, éste como en virtud de potestad ajena, como un ministro, como un ángel hacen algo», significó la potestad, donde asevera: Así también el Hijo vivifica a los que quiere. En efecto, el Padre no quiere algo distinto de lo que quiere el Hijo, sino que, como tienen única sustancia, así también tienen única voluntad.

Se trata de la resurrección final

11. ¿Y quiénes son esos muertos a quienes vivifican el Padre y el Hijo? ¿Acaso son esos mismos de los que he hablado, Lázaro o el hijo de la viuda21 o la hija del jefe de la sinagoga?22 Sabemos, en efecto, que ésos fueron resucitados por Cristo el Señor. Algo distinto quiere insinuarnos, a saber, la resurrección de los muertos, que todos aguardamos, no la que algunos tuvieron para que los demás creyesen. De hecho, Lázaro resucitó para morir; nosotros resucitaremos para vivir siempre. ¿Tal resurrección la hace el Padre o el Hijo? En verdad, mejor dicho: el Padre en el Hijo. El Hijo, pues, y el Padre en el Hijo. ¿Cómo probamos que habla de esa resurrección? Tras haber dicho: «Como el Padre resucita y vivifica a los muertos, así también el Hijo vivifica a los que quiere», para que no entendiéramos que se trata de la resurrección de los muertos, que hace como milagro, no para la vida eterna, asevera a continuación: Pues el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio23. ¿Qué significa esto? De la resurrección de los muertos decía que, como el Padre resucita y vivifica a los muertos, así también el Hijo vivifica a los que quiere; ¿por qué a renglón seguido como que añadió la razón respecto al juicio, diciendo: «Pues el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio», sino porque había hablado de la resurrección que sucederá en el juicio?

¿Quién juzga: el Padre o el Hijo?

12. Pues el Padre no juzga a nadie, asevera, sino que ha dado al Hijo todo el juicio24. Poco antes suponíamos que el Padre hace algo que no hace el Hijo, cuando decía: «El Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él mismo hace; como si el Padre hacía y el Hijo veía. Así estaba infiltrándose subrepticiamente en nuestra mente de comprensión carnal; como si el Padre hiciera lo que no hacía el Hijo y, en cambio, el Hijo viera al Padre mostrar lo que el Padre hacía. El Padre, pues, como que hacía lo que el Hijo no hacía; de momento vemos ya al Hijo hacer algo que no hace el Padre. ¡Cómo nos hace rodar y maneja nuestra mente, la lleva de acá para allá, no le permite quedarse en un único lugar carnal para inquietarla haciéndola rodar e inquietándola limpiarla, limpiándola capacitarnos, hechos capaces llenarnos! ¿Qué hacen de nosotros estas palabras?, ¿de qué hablaba? ¿de qué habla? Poco antes decía que el Padre muestra al Hijo cualquier cosa que hace; como que veía yo obrar al Padre, al Hijo mirar; ahora, al revés, veo obrar al Hijo, desocupado al Padre, pues el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio. Cuando, pues, el Hijo va a juzgar, ¿el Padre estará desocupado y no juzgará? ¿Qué significa esto? ¿Qué entenderé? Señor, ¿qué dices? Eres el Dios Palabra; soy hombre. ¿Dices que el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio? Leo que en otro lugar dices: Yo no juzgo a nadie; hay quien indague y juzgue25; ¿de quién dices: «Hay quien indague y juzgue», sino del Padre? Él indaga tus injurias, él juzga de tus injurias. ¿Cómo aquí el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio? Interroguemos también a Pedro, oigámosle decir en su carta: Cristo padeció por nosotros, afirma, para dejarnos un ejemplo, para que sigamos sus huellas; el cual no cometió pecado ni en su boca se halló dolo; el cual, cuando se le maldecía, no devolvía maldición; aunque recibía injuria, no amenazaba, sino que se encomendaba a quien juzga justamente26. ¿Cómo es verdad que el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio? Aquí nos turbamos, turbados sudemos, al sudar seamos purgados. Por donación suya intentemos de algún modo penetrar los hondos secretos de estas palabras. Tal vez obramos temerariamente, porque queremos examinar y escrutar las palabras de Dios. Mas ¿por qué están dichas sino para entenderlas? ¿Por qué han sonado sino para ser oídas? ¿Por qué se han oído sino para entenderlas? Confórtenos, pues, y denos algo, cuanto él mismo se digna; y, si no penetramos aún hasta la fuente, bebamos del arroyo. He aquí que Juan mismo ha manado para nosotros cual arroyo, desde la altura ha conducido hasta nosotros la Palabra, la ha puesto a ras de tierra y en cierto modo la ha extendido en el suelo para que no nos horrorice la altura, sino que nos acerquemos al que está a ras de tierra.

Cómo juzgará el Hijo

13. De que «El Padre no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio» existe cierta interpretación enteramente auténtica, fuerte, si de algún modo podemos mantenerla. Se dice, en efecto, esto: en el juicio no aparecerá a los hombres sino el Hijo. El Padre estará oculto; el Hijo, manifiesto. ¿En qué estará manifiesto el Hijo? Enla forma en que ascendió. De hecho, en la forma de Dios está oculto con el Padre; en la forma de esclavo, manifiesto a los hombres. El Padre, pues, no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio, pero manifiesto; juicio manifiesto en que el Hijo juzgará, porque él en persona aparecerá a quienes serán juzgados. Con toda claridad nos muestra la Escritura que él en persona aparecerá. El día cuadragésimo después de su resurrección ascendió al cielo, mientras sus discípulos lo veían27, y una voz angélica les dijo: Varones galileos, ¿por qué estáis quietos mirando al cielo? Ese que desde vosotros ha sido tomado hasta el cielo, vendrá tal como lo visteis ir al cielo28. ¿Cómo lo veían ir? Con la carne que habían tocado, que habían palpado, cuyas cicatrices habían también comprobado tocándolas; con el cuerpo con que durante cuarenta días entró y salió con ellos, manifestándoseles de verdad, no con alguna falsedad, no un fantasma, no una sombra, no un espíritu, sino como él mismo dijo sin engañar: Palpad y ved que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo29. Por cierto, aquel cuerpo era ya digno de la habitación celeste, no sujeto a la muerte, no mudable a lo largo de las edades. En efecto, como desde la infancia había crecido hasta esa edad, no declina así hacia la senectud desde la edad que era la juventud; permanece como ascendió para venir a esos a quienes quiso que antes de venir se predicase su palabra. Vendrá, pues, así, en forma humana; la verán los impíos, la verán los colocados a la derecha, la verán los apartados a la izquierda: como está escrito: Mirarán hacia el que punzaron30. Si mirarán hacia el que punzaron, verán el cuerpo mismo que hirieron con una lanza. A la Palabra no se la hiere con una lanza; los impíos podrán, pues, ver lo que pudieron vulnerar. No verán al Dios oculto en el cuerpo; tras el juicio lo verán quienes estarán a la derecha. Lo que, pues, asevera: El Padre no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio, significa esto: manifiesto vendrá el Hijo al juicio, apareciendo a los hombres en cuerpo humano, diciendo a los de la derecha: «Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino»; diciendo a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles31.

¿Cuándo aparecerá el Hijo como Dios?

14. He aquí que la forma de hombre será vista por piadosos e impíos, por justos y por injustos, por fieles y por infieles, por quienes se alegrarán y por quienes se lamentarán, por quienes han confiado y por quienes serán confundidos; he aquí que la verán. Tras haber sido vista en el juicio esa forma, y una vez terminado el juicio, del cual, porque el Hijo aparecerá en el juicio en la forma que recibió de nosotros, está dicho que el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo todo el juicio, ¿qué sucederá después? ¿Cuándo se verá la forma de Dios, de la que tienen sed todos los fieles? ¿Cuándo se verá lo que era en el principio la Palabra, Dios en Dios, mediante la que se ha hecho todo? ¿Cuándo se verá la forma de Dios, de la que dice el Apóstol: Aunque existía en forma de Dios, no consideró rapiña ser igual a Dios?32 Grande es, en efecto, la forma donde aún se conoce la igualdad del Padre y del Hijo: inefable, incomprensible, máxime para los pequeñines.¿Cuándo se verá? He aquí que a la derecha están los justos, a la izquierda están los injustos; todos ven igualmente al hombre, ven al Hijo del hombre, ven al que fue punzado, ven al que fue crucificado, ven al que se rebajó, ven al nacido de la Virgen, ven al Cordero de la tribu de Judá; ¿cuándo verán la Palabra, Dios con Dios? Él mismo está también entonces, pero aparecerá sólo la forma de esclavo. La forma de esclavo se mostrará a los esclavos; la forma de Dios se reservará a los hijos de Dios. Sean, pues, hechos hijos los esclavos; quienes están a la derecha vayan a la herencia eterna, otrora prometida, a la que los mártires, sin verla, creyeron, por cuya promesa derramaron sin duda su sangre; vayan allá y vean allí. ¿Cuándo irán allá? Dígalo el Señor mismo: Así irán aquéllos a la quema eterna; los justos, en cambio, a la vida eterna33.

Tú que amas, cree que me verás como Dios

15. He aquí que ha nombrado la vida eterna. ¿Quizá nos ha dicho esto porque allí veremos y conoceremos al Padre y al Hijo? ¿Qué sucederá si vivimos eternamente, pero no vemos al Padre ni al Hijo? Oye en otro pasaje donde nombró la vida eterna y expresó qué es la vida eterna34. «No temas, no te engaño; no sin causa he hecho a mis amigos una promesa, diciendo: Quien tiene mis mandatos y los cumple, ése es quien me quiere; y quien me quiere será querido por mi Padre, y yo lo querré y me manifestaré a mí mismo a él35. Respondamos al Señor y digamos: «¿Qué cosa grande, Señor, Dios nuestro, qué cosa grande es esto? ¿Vas a mostrártenos a ti mismo? ¿Y qué? ¿No te mostraste a los judíos? ¿No te vieron aun quienes te crucificaron? Pero te mostrarás en el juicio, cuando compareceremos a tu derecha; ¿acaso quienes comparecerán a la izquierda no te verán? ¿Qué significa que vas a mostrarte a ti mismo a nosotros? Por cierto, ¿no te vemos ahora cuando hablas?». Responde: «Me mostraré a mí mismo en la forma de Dios, de momento veis la forma de esclavo. No te defraudaré, oh hombre fiel; cree que verás. Amas y no ves; el amor mismo ¿no te llevará a ver? Ama, persevera en amar; no defraudaré, afirma, tu amor que ha purificado tu corazón. De hecho, ¿para qué he purificado tu corazón sino para que puedas ver a Dios? Dichosos, en efecto, los de corazón limpio, porque ésos verán a Dios»36. Pero, replica el esclavo como si disputase con el Señor, no expresaste esto cuando dijiste: «Irán los justos a la vida eterna»; no dijiste: Irán a verme en la forma de Dios, a ver al Padre, igual al cual soy. Escucha qué dijo en otro lugar: Ahora bien, la vida eterna es ésta: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo37.

No es posible honrar al Padre y no al Hijo

16. Y ahora, pues, tras el juicio recordado, todo el cual ha dado al Hijo el Padre, que no juzga a nadie, ¿qué sucederá? ¿Qué sigue? Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. Los judíos honran al Padre, desprecian al Hijo, pues se veía como esclavo al Hijo, el Padre era honrado como Dios. Aparecerá también el Hijo igual al Padre, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. De momento tenemos esto mediante la fe. No diga el judío: Yo honro al Padre; ¿qué tengo que ver con el Hijo? Respóndale: Quien no honra al Hijo no honra al Padre38. Mientes absolutamente. Denuestas al Hijo e injurias al Padre. Pues el Padre envió al Hijo, tú desprecias al que envió; tú que denuestas al enviado, ¿cómo honras a quien lo envió?

El Hijo, como enviado, sigue unido al que lo envía

17. Alguien afirma: «He aquí que el Hijo ha sido enviado y el Padre es mayor porque lo envió». Aléjate de la carne. El hombre viejo sugiere vetustez; en el Nuevo reconoce tú la novedad. El Nuevo para ti, antiguo de siglos, perdurable, eterno, hágate volver a esta comprensión. ¿Es menor el Hijo porque del Hijo se dice que fue enviado? Oigo envío, no separación. «Pero, afirma, en los asuntos humanos vemos esto: quien envía es mayor que quien es enviado». Pero las cosas humanas engañan al hombre, las cosas divinas lo purgan. No te fijes en las cosas humanas donde, aunque incluso las cosas humanas dicen testimonio contra ti, parece ser mayor quien envía y menor quien es enviado. Como, verbigracia, si alguien quiere conseguir esposa y por sí mismo no puede, envía un amigo de más rango a conseguirla para aquél. Y hay muchos casos en que se elige a ése de más rango para ser enviado por uno de menos rango. ¿Por qué, pues, quieres ya emplear el subterfugio de que uno envió, otro fue enviado? El sol envía un rayo y no separa; la luna envía brillo y no separa; una lámpara derrama luz y no separa; veo ahí un envío, mas no veo separación. Por cierto, si buscas un ejemplo de entre las cosas humanas, oh fraude herético, aunque, como dije poco antes, las cosas humanas mismas mediante ciertos ejemplos te acusan y dejan convicto, observa empero cuán distinta cosa sucede en las cosas humanas, de las que quieres tomar ejemplos para las cosas divinas. El hombre que envía se queda él mismo, y va el que es enviado; ¿acaso va el hombre con ese a quien envía? En cambio, el Padre, que ha enviado al Hijo, no se ha apartado del Hijo. Escucha al Señor mismo decir: He aquí que vendrá una hora, la de que cada uno se retire a lo suyo y me dejéis solo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo39. ¿Cómo ha enviado a ese con quien ha venido? ¿Cómo ha enviado a ese de quien no se ha separado? Dijo en otro lugar: Ahora bien, el Padre, que permanece en mí, hace sus obras40. He aquí que está en él, he aquí que obra. Quien envió no se ha apartado del enviado, porque el enviado y quien envía son una única cosa.