TRATADO 13

Comentario a Jn 3,22-29, predicado en Hipona, poco después del viernes 24 de mayo de 407

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

Introducción: refrescar la memoria

1. Como podéis recordar quienes veláis por vuestro progreso, el orden de la lectura evangélica según Juan sigue, de forma que se me propone para tratar la que se ha leído hace un momento. Recordáis que ya se ha tratado lo que antes se ha dicho desde el principio mismo hasta la lectura hodierna. Aunque habéis olvidado quizá mucho de ello, en vuestra memoria permanece ciertamente al menos mi deber. Aunque no retenéis todo lo que gracias a ése habéis oído del bautismo de Juan, creo empero que retenéis haberlo oído; también lo que se dijo de por qué el Espíritu Santo apareció en forma de paloma, y cómo se solucionó aquella nudosísima cuestión: mediante la paloma aprendió Juan respecto al Señor, aunque ya le conocía, no sé qué que no conocía, cuando el Señor le respondió: «Por ahora deja que se cumpla toda justicia»1, cuando al venir a ser bautizado dice: Yo debo ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

Juan insinúa la divinidad de Cristo

2. El orden de la lectura nos fuerza, pues, a volver ahora al mismo Juan. Ése es quien fue predicho mediante Isaías: Voz de uno que clama en el desierto: «Preparad el camino al Señor, enderezad sus senderos»2. Tal testimonio rindió a su Señor y, porque éste se dignó, a su amigo; y su Señor y amigo suyo dio también él personalmente testimonio en favor de Juan. En efecto, dijo de Juan: Entre los nacidos de mujeres no ha surgido mayor que Juan el Bautista. Pero, porque se le antepuso, en lo que era más que Juan era Dios: Quien, en cambio, afirma, en el reino de los cielos es el menor, es mayor que él3. Menor por nacimiento, mayor en potestad, mayor por la divinidad, por la majestad, por la claridad, como que en el principio existía la Palabra, y la Palabra existía en Dios, y la Palabra era Dios.

Ahora bien, en las lecturas anteriores Juan había dado testimonio a favor del Señor, diciendo, sí, que era el Hijo de Dios, no diciendo ni empero negando que fuese Dios; se había callado que era Dios, no había negado que era Dios, pero no se calló del todo que era Dios, pues quizá encontramos esto efectivamente en la lectura hodierna. Le había llamado «el Hijo de Dios»; pero también se llama hijos de Dios a los hombres4. Había dicho que era de tanta excelencia, que él no era digno de desatar la correa de su calzado5. Éste, mayor que el cual nadie había surgido entre los nacidos de mujeres, da ya mucho a entender la grandeza de ese la correa de cuyo calzado no era digno de desatar, pues era más que todos los hombres y ángeles. Por cierto, hallamos que un ángel prohibió a un hombre caer a sus pies. En efecto, cuando en el Apocalipsis el ángel mostraba ciertas cosas a Juan, quien ha escrito este evangelio, Juan, aterrado por la magnitud de la visión, cayó a los pies del ángel, y éste dice: Levántate, procura no hacer esto; adora a Dios, porque yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos6. Un ángel, pues, prohibió a un hombre caer a sus pies. ¿No es manifiesto que está sobre todos los ángeles ese a quien un hombre de tal categoría que entre los nacidos de mujeres nadie ha surgido mayor que él dice que él es indigno de desatarle la correa del calzado?

Ojos carnales y ojos espirituales

3. Sin embargo, con toda evidencia diga Juan que nuestro Señor Jesucristo es Dios. Hallemos esto en la lectura presente, porque quizá también acerca de él hemos cantado, «Ha reinado Dios sobre toda la tierra», contra lo cual están sordos quienes suponen que él reina en África sola. En efecto, cuando se ha dicho: «Dios ha reinado sobre toda la tierra», no se ha omitido hablar de Cristo, pues ¿qué otro es nuestro rey sino nuestro Señor Jesucristo? Él es nuestro Rey. ¿Y qué habéis oído en este salmo, en el verso reciente cantado hace un momento? Salmodiad a nuestro Dios, salmodiad; salmodiad a nuestro rey, salmodiad inteligentemente, de forma que no entiendas que está en una única parte ese a quien salmodias: «Porque rey de toda la tierra es Dios»7.

Y ¿cómo es rey de toda la tierra quien en una única parte de las tierras, en Jerusalén, en Judea, fue visto caminar entre los hombres, nacer, mamar, crecer, comer, beber, estar despierto, dormir, sentarse fatigado junto a un pozo8, apresado, flagelado, embadurnado de esputos, coronado de espinas, colgado de un madero, herido por una lanza, muerto, sepultado? ¿Cómo, pues, es rey de toda la tierra? Lo que se veía en ese lugar era la carne; a ojos de carne se presentaba la carne. En carne mortal se ocultaba la majestad inmortal. ¿Y qué ojos podrían mirar la majestad inmortal, penetrada la trabazón de carne? Hay otro ojo, existe el ojo interior, pues algunos ojos tenía Tobías aun cuando, ciego en los ojos corpóreos, daba al hijo preceptos de vida9 10. Éste agarraba al padre la mano, para que caminase con los pies; el otro daba consejo al hijo, para que mantuviese el camino de la justicia. Ojos veo aquí y ojos entiendo que hay allí. Y mejores los ojos de quien da un consejo de vida que los ojos de quien agarra la mano. Tales ojos buscaba también Jesús cuando dice a Felipe: Tanto tiempo estoy con vosotros, ¿y no me habéis conocido? Tales ojos buscaba cuando dice: Felipe, quien me ha visto, ha visto también al Padre11. Estos ojos están en la inteligencia, estos ojos están en la mente. Por eso, tras haber dicho el salmo: «Porque es rey de toda la tierra», inmediatamente ha añadido: Salmodiad inteligentemente12. En efecto, porque digo «Salmodiad a nuestro Dios, salmodiad», llamo rey nuestro a Dios. Pero como a hombre habéis visto entre los hombres a nuestro Rey; lo habéis visto padecer, crucificado, muerto. Algo se escondía en la carne que podías ver con ojos carnales. ¿Qué se escondía allí? Salmodiad inteligentemente: no busquéis con los ojos lo que la mente percibe. Salmodiad con la lengua, porque entre vosotros él es carne. Pero, porque la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, dirigid el canto a la carne, dirigid a Dios la mirada de la mente. Salmodiad inteligentemente y veréis que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.

Por Cristo hombre a Cristo Dios

4. También Juan diga su testimonio: Después de esto vino Jesús y sus discípulos a la tierra de Judea y allí permanecía con ellos y bautizaba13. Bautizado, bautizaba. No bautizaba con el bautismo con que fue bautizado. Para mostrar el camino de la humildad y conducir hasta el bautismo del Señor, esto es, su bautismo, dando ejemplo de humildad porque él no rechaza el bautismo del siervo, el Señor, bautizado por el siervo, da el bautismo. Y con el bautismo del siervo se preparaba el camino al Señor y, bautizado, el Señor se hizo camino para quienes vienen. Oigámosle: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida14. Si buscas la verdad, mantén el camino, porque el Camino es el mismo que la Verdad. Ella en persona es adonde vas, ella en persona es por donde vas; no vas por una realidad a otra, no vienes a Cristo por otra cosa; por Cristo vienes a Cristo. ¿Cómo «por Cristo a Cristo»? Por Cristo hombre a Cristo Dios; por la Palabra hecha carne a la Palabra que en el principio era Dios en Dios; desde eso que el hombre comió, a eso que cotidianamente comen los ángeles. De hecho, así está escrito: Pan del cielo les dio, pan de ángeles comió el hombre15. ¿Cuál es el pan de ángeles? En el principio existía la Palabra, y la Palabra existía en Dios, y la Palabra era Dios. ¿Cómo comió el hombre pan de ángeles? Y la Palabra se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros16.

De Dios hablamos inadecuadamente

5. Pero, porque he dicho que los ángeles comen, no supongáis, hermanos, que sucede a mordiscos, ya que, si entendierais esto, Dios, al que comen los ángeles, es despedazado, digamos. ¿Quién despedaza la Justicia? Pero, a su vez, alguien me dice: «¿Y quién es el que come la Justicia?». ¿Cómo, pues, dichosos quienes tienen hambre y sed de la justicia, porque ésos serán saciados?17 El alimento que comes mediante la carne se acaba él para que tú te repongas; para reconstituirte se consume. Come la Justicia; te repones, pero ella persevera íntegra. Como estos ojos nuestros, aunque lo que ven los ojos corpóreos es una realidad corpórea, se reponen al ver esta luz corpórea. Efectivamente, por haber estado muchos en tinieblas bastante tiempo, se debilita su mirada como por ayuno de luz. Privados de su alimento los ojos —se alimentan, en efecto, de la luz—, el ayuno los fatiga y debilita, hasta el punto de que no pueden ver la luz que los repone y, si falta bastante tiempo, se extinguen y muere en ellos, digamos, la capacidad de ver la luz. ¿Qué concluir pues? ¿Porque esta luz alimenta cotidianamente a tantos ojos se hace menor? Ellos se reponen, pero ella permanece íntegra. Si mediante la luz corpórea Dios ha podido provocar esto en favor de los ojos corpóreos, ¿no mostrará a los corazones limpios la luz inagotable, que persevera íntegra, sin consumirse bajo ningún aspecto? ¿Qué luz? En el principio existía la Palabra, y la Palabra existía en Dios.

Veamos si es luz. Porque en ti está la fuente de la vida y en tu luz veremos la luz18. En la tierra, una cosa es la fuente, otra la luz. Sediento buscas la fuente y para llegar a la fuente buscas luz; y, si no es de día, enciendes una lámpara para llegar a la fuente. Esa fuente es la luz misma: para el sediento es fuente; para el ciego es luz. Ábranse los ojos para que vean la luz; ábranse las fauces del corazón para que beban la fuente. Lo que bebes, esto ves, esto oyes. Dios se hace todo para ti porque para ti él es todo lo que amas. Si atiendes a lo visible, Dios no es pan, tampoco Dios es agua, tampoco es Dios esta luz, tampoco es Dios un vestido, tampoco es casa Dios. Todo esto, en efecto, es visible y cada cosa es sólo lo que es: lo que es pan no es agua, lo que es vestido no es casa ni lo que son estas cosas es Dios, pues son visibles. Para ti Dios es todo: si tienes hambre, es tu pan; si tienes sed, es tu agua; si estás en tinieblas, es tu luz, porque permanece incorruptible; si estás desnudo, es tu vestido de inmortalidad, cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad19. Todo puede decirse de Dios, mas de Dios nada se dice dignamente. Nada más vasto que esta penuria. Buscas un nombre adecuado: no lo hallas; buscas hablar de él en cualquier modo: hallas todo. ¿Qué tienen de semejante el león y el cordero? De Cristo está dicho lo uno y lo otro: He ahí el cordero de Dios20. ¿Cómo es león? Ha vencido el león de la tribu de Judá21.

Por qué se bautizó Jesús

6. Oigamos a Juan: Jesús bautizaba. He dicho que Jesús bautizaba. ¿Cómo Jesús?, ¿cómo el Señor?, ¿cómo el Hijo de Dios?, ¿cómo la Palabra? Pero la Palabra se ha hecho carne. Por su parte, también Juan estaba bautizando en Enón, junto a Salín. Enón es cierto lago. ¿De dónde se sabe que era un lago? Porque allí había muchas aguas; y venían y eran bautizados. Juan, en efecto, no había sido aún enviado a la cárcel22. Si recordáis —he aquí que lo digo otra vez—, dije por qué bautizaba Juan: porque era preciso que el Señor fuese bautizado. Y ¿por qué era preciso que el Señor fuese bautizado? Porque muchos iban a despreciar el bautismo, porque parecían dotados ya de gracia mayor que esa de que veían dotados a otros fieles. Verbigracia, un catecúmeno que viviera ya continentemente despreciaría a un casado y diría que él es mejor de lo que es aquel fiel. Ese catecúmeno podría decir en su corazón: «¿Por qué necesito recibir el bautismo para tener lo que tiene éste, mejor que el cual soy ya?». Para que, pues, este orgullo no hiciera caer a algunos muy ensoberbecidos por los méritos de su justicia, quiso el Señor ser bautizado por un siervo, como si dijera a esos hijos excelentes: «¿De qué os enorgullecéis? ¿Por qué os engreís? ¿Porque tenéis uno prudencia, otro doctrina, otro castidad, otro la fortaleza del aguante? ¿Acaso podéis tener tanto cuanto yo que os las he dado? Y, sin embargo, yo he sido bautizado por un siervo y vosotros desdeñáis ser bautizados por el Señor». Esto significa que se cumpla toda justicia23.

Bautismo de Juan y bautismo de Jesús

7. Pero dirá alguien: «Bastaba, pues, que Juan bautizase al Señor. ¿Por qué era preciso que otros fuesen bautizados por Juan?». También lo he dicho; porque, si solo el Señor era bautizado por Juan, no faltaría a los hombres este pensamiento: que Juan tenía un bautismo mejor que el que tenía el Señor. Efectivamente dirían: «El bautismo que tuvo Juan era tan importante, que solo Cristo fue digno de ser bautizado con él». Para que, pues, se mostrase que el bautismo que iba a dar el Señor era mejor, y se entendiese que uno era como del siervo, el otro como del Señor, fue bautizado el Señor para dar ejemplo de humildad; por otra parte, no fue el único bautizado por él, para que el bautismo de Juan no pareciera mejor que el bautismo del Señor. Ahora bien, como habéis oído, hermanos, nuestro Señor Jesucristo mostró el camino para esto: para que nadie, arrogante porque tiene abundancia de alguna gracia, se desdeñe de ser bautizado con el bautismo del Señor. En efecto, por mucho que un catecúmeno progrese, aún lleva sobre sí el fardo de su iniquidad. No se le perdona sino cuando venga al bautismo. Como el pueblo de Israel no quedó libre del pueblo de los egipcios sino cuando cuando vino al mar Rojo24, así nadie queda libre del peso de los pecados sino cuando viene a la fuente del bautismo.

Humildad de Juan

8. Surgió, pues, de los discípulos de Juan una cuestión con los judíos acerca de la purificación25. Bautizaba Juan, bautizaba Cristo. Los discípulos de Juan se inquietaron. Se acudía a Cristo, se venía a Juan. De hecho, quienes venían a Juan, los enviaba a Jesús a ser bautizados; no eran enviados a Juan quienes eran bautizados por Jesús. Se turbaron los discípulos de Juan y comenzaron a tratar con los judíos una cuestión, como suele suceder. Has de entender que los judíos habían dicho que Cristo es mayor y que se debía acudir a su bautismo. Aquéllos, por no entender, defendían el bautismo de Juan. Se vino a Juan mismo para que resolviera la cuestión. Entienda Vuestra Caridad. También aquí se reconoce la utilidad de la humildad y se hace ver si, mientras los hombres erraban en esa cuestión, Juan quiso gloriarse ante sí. En efecto, quizá dijo: «Decís la verdad, con razón disputáis; mi bautismo es mejor. Para que sepáis que mi bautismo es ciertamente mejor, yo he bautizado a Cristo mismo». Bautizado Cristo, Juan podía decir esto. Si quisiera engrandecerse, ¡cuánto tenía de qué engrandecerse!

Pero sabía mejor ante quién abajarse. Confesando, quiso ceder ante ese de quien sabía que él le antecedía por nacimiento. Entendía que su salvación está en Cristo. Ya había dicho antes: Todos nosotros hemos recibido de su plenitud26. Y esto es confesar que es Dios, pues ¿cómo todos los hombres reciben de su plenitud si él no es Dios? Ciertamente, si él es hombre sin ser Dios, de la plenitud de Dios recibe también él y así no es Dios. Si, en cambio, todos los hombres reciben de su plenitud, él es la fuente, ellos los que beben. Quienes beben de la fuente, pueden tanto tener sed cuanto beber; la fuente nunca tiene sed, la fuente no se necesita a sí misma. Los hombres necesitan la fuente. Secas las entrañas, secas las fauces, corren a la fuente a reponerse. La fuente fluye para reponer; así el Señor Jesús.

9. Veamos, pues, qué respondió Juan. Vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo allende el Jordán, de quien tú diste testimonio, he aquí que ése bautiza y todos vienen a él. Esto es: «¿Qué dices? ¿No ha de prohibírseles, para que más bien acudan a ti?». Respondió y dijo: Un hombre no puede recibir algo si no le fuese dado del cielo. ¿De quién suponéis que Juan dijo esto? De sí mismo. Afirma: «Como hombre, he recibido del cielo». Atienda Vuestra Caridad. Un hombre no puede recibir algo si no le fuese dado del cielo. Vosotros mismos dais testimonio de mí, de que he dicho: Yo no soy el Mesías27. Como si dijera: «¿Por qué os engañáis? ¿Cómo me habéis propuesto esta cuestión vosotros mismos? ¿Qué me habéis dicho? Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio. Sabéis, pues, qué testimonio he dado de él. ¿Voy a decir ahora que él no es quien dije que era? Porque, pues, he recibido del cielo algo para ser yo algo, ¿queréis que yo sea tan fatuo que hable contra la verdad? Un hombre no puede recibir algo si no le fuese dado del cielo. Vosotros mismos dais testimonio de mí, de que he dicho: Yo no soy el Mesías». Tú no eres el Mesías; pero ¿qué más da, si eres mayor que él, porque tú le bautizaste? He sido enviado; yo soy el heraldo; él es el juez.

Dolor de Agustín frente al donatismo

10. Oye también un testimonio mucho más enérgico, mucho más explícito. Ved qué sucede con nosotros, ved qué debemos amar, ved que amar a algún hombre en lugar de Cristo es adulterio. ¿Por qué digo esto? Atendamos a la voz de Juan. Podía errarse respecto a él, podía suponérsele quien no era. Rechaza de sí un honor falso, para mantener la sólida verdad. Ved qué dice que es Cristo, qué dice que es él: El que tiene a la novia es el novio. Sed castos, amad al Novio. Ahora bien, ¿qué eres tú, que nos dices: Quien tiene a la novia es el novio? Por su parte, el amigo del novio, que está en pie y le oye, con gozo goza por la voz del novio28.

Conforme a la emoción de mi corazón, pues está lleno de gran gemido, el Señor Dios nuestro ayude a decir lo que deploro. Pero, pues sé que mi dolor no puede expresarse de modo suficientemente adecuado, por Cristo mismo os ruego que vosotros reflexionéis sobre lo que no pudiere decir. Veo, en efecto, a muchos adúlteros que quieren poseer a la novia comprada a tanto precio, amada fea para que fuese hecha hermosa, por aquel Comprador, aquel Liberador, aquel Hermoseador, y con sus palabras tratan de ser amados en vez del Novio. De él está dicho: Éste es quien bautiza29. ¿Quién sale hasta aquí y dice: «Yo bautizo»? ¿Quién sale hasta aquí y dice: «Lo que yo dé, esto es santo»? ¿Quién es el que avanza hasta aquí, el cual dice: «Es bueno para ti que nazcas de mí»? Oigamos al amigo del Novio, no a los adúlteros del Novio; oigamos al que está celoso, pero no a favor de sí.

La esposa encomendada

11. Hermanos, con el corazón regresad a vuestras casas; hablo de cosas carnales, hablo de cosas terrenas, por la debilidad de vuestra carne digo algo humano30. Muchos tenéis cónyuges, muchos queréis tenerlos, muchos, aunque no queréis, los tuvisteis, muchos que no queréis en absoluto tener cónyuges habéis nacido de los matrimonios de vuestros padres; no hay corazón al que no toque este afecto; en las cosas humanas nadie hay tan desviado del género humano que no sienta lo que digo. Imaginad que alguien que se ha ido al extranjero encomienda su novia a un amigo: «Eres mi amigo, por favor, cuida de que, ausente yo, no sea amado alguno en vez de mí». ¿De qué laya, pues, es quien, al custodiar a la novia o a la esposa de su amigo, pone empeño, sí, en que ningún otro sea amado, pero, si quisiera ser amado él en vez del amigo y quisiera usar de la a él encomendada, cuán detestable aparece a todo el género humano? Si la ve observar por la ventana o bromear con alguno, se lo impide, como si tuviera celos. Veo que siente celos, pero quiero ver de quién, del amigo ausente o de sí presente.

Suponed que nuestro Señor Jesucristo ha hecho esto. Encomendó su novia a su amigo, se marchó al extranjero a recibir el reino31, como dice él en el evangelio, y sin embargo está presente por majestad. Se engaña al amigo que se marchó allende el mar; y, si se le engaña, ¡ay de quien le engaña! ¿Por qué intentan engañar a Dios, al Dios que contempla los corazones de todos y sondea los secretos de todos? Surge algún hereje y dice: «Yo doy, yo santifico, yo justifico; no quiero que vayas a esa secta». Cela bien, sí; pero ve por quién. «No vayas a los ídolos»: cela bien. «Tampoco a los adivinos»: cela bien. Veamos por quién cela. «Lo que yo doy es santo, porque lo doy yo; a quien yo bautizo, queda bautizado; a quien no bautizo, no queda bautizado». Oye al amigo del Novio, aprende a celar por tu amigo; oye la voz de aquél: Éste es quien bautiza. ¿Por qué quieres arrogarte lo que no es tuyo? ¿Tan ausente está el que ha dejado aquí a su novia?32 ¿No sabes que el que resucitó de entre los muertos se sienta a la derecha del Padre? Si los judíos le despreciaron colgado en el madero, ¿tú le desprecias sentado en el cielo? Sepa Vuestra Caridad que yo sufro gran dolor por este asunto; pero, como he dicho, dejo el resto a vuestras reflexiones. De hecho, no lo expresaré aunque hable el día entero; aunque llore el día entero, no lloraré suficientemente. No digo, como dice un profeta33, «aunque tenga una fuente de lágrimas», sino: «aunque me convierta en lágrimas y quede hecho lágrimas, en lenguas y quede hecho lenguas, es poco.

Los verdaderos celos

12. Regresemos, veamos qué dice ése: El que tiene a la novia es el novio34; no es mía la novia. ¿Y no gozas con la boda? Claro que gozo, dice: Por su parte, el amigo del novio, que está en pie y le oye, con gozo goza por la voz del novio35. No gozo por mi voz, afirma, sino que gozo por la voz del Novio. Yo estoy para oír, él para hablar, pues yo he de ser iluminado, la luz es él; yo estoy a la escucha, él es la Palabra. El amigo del novio, pues, está en pie y le oye. ¿Por qué está en pie? Porque no se cae. ¿Por qué no se cae? Porque está abajado. Míralo estar en pie en terreno seguro: No soy digno de desatar la correa de su calzado36. ¡Bien te abajas, con razón no te caes, con razón estás en pie, con razón le oyes y con gozo gozas por la voz del novio. Así, también el Apóstol, amigo del Novio, siente celos también él, no por sí mismo, sino por el Novio. Oye la voz de este celoso; con celo de Dios siento celos por vosotros, ha dicho; no con el mío, no por mí, sino con celo de Dios. ¿Por qué, cómo, cuánto estás celoso o por quién estás celoso? Porque os he desposado con un solo varón para mostrar al Mesías una virgen casta. ¿Qué temes, pues?, ¿por qué estás celoso? Temo, responde, que como la serpiente sedujo con su astucia a Eva, así vuestros sentires sean también corrompidos respecto a la castidad que se refiere al Mesías37.

Toda la Iglesia ha sido denominada virgen. Veis que los miembros de la Iglesia son diversos, que destacan y gozan por dones diversos: casados unos, casadas otras, enviudados unos ya no buscan esposas, enviudadas otras ya no buscan maridos, unos conservan la integridad desde su infancia, otras han consagrado a Dios su virginidad. Diversos son los dones, pero todos esos individuos son una única virgen. ¿Dónde está esa virginidad? Ciertamente, no en el cuerpo. De pocas mujeres es y, si puede hablarse de virginidad en los varones, también de pocos varones es en la Iglesia la integridad del cuerpo y ese grupo es un miembro muy honorable. En cambio, los otros miembros conservan todos la virginidad no en el cuerpo, sino en la mente. ¿Cuál es la virginidad de la mente? La fe íntegra, la esperanza sólida, la caridad sincera. Aquel que sentía celos por el novio temía que la serpiente corrompiera esta virginidad, ya que, como un miembro del cuerpo se viola en cualquier lugar, así la seducción de la lengua viola la virginidad del corazón. La que no quiere mantener sin causa la virginidad del cuerpo no se corrompa en la mente.

La verdadera virginidad

13. ¿Qué diré, pues, hermanos? También los herejes tienen vírgenes y muchas son las vírgenes de los herejes. Veamos si aman al Novio, de forma que se custodie esa virginidad. ¿Para quién se custodia? Para el Mesías, dice. Veamos si para el Mesías, no para Donato; veamos para quién se conserva esa virginidad; pronto podréis comprobarlo. He aquí que muestro el Novio, porque él mismo se muestra; Juan da testimonio de él: Éste es quien bautiza. ¡Oh tú, virgen!, si conservas tu virginidad para este novio, ¿por qué corres hacia ese que dice «Yo bautizo», siendo así que el amigo de tu novio dice: Éste es quien bautiza? Además, tu Novio tiene el orbe entero; ¿por qué te corrompes en una parte? ¿Quién es el Novio? Porque rey de toda la tierra es Dios38. Tu Novio en persona lo tiene entero porque entero lo ha comprado. Para que entiendas qué ha comprado, ve por cuánto ha comprado. ¿Qué precio dio? La sangre dio. ¿Cuándo dio, cuándo derramó su sangre? En la pasión. Cuando fue comprado el orbe entero, ¿acaso no cantas a tu Novio, o finges cantarle: Taladraron mis manos y pies, contaron todos mis huesos; por su parte, ellos me contemplaron y observaron, se dividieron mis ropas y echaron a suerte mi vestido?39 Eres la novia: reconoce el vestido de tu Novio. ¿Respecto a qué vestido echaron suerte? Interroga al evangelio; ve con quién estás desposada, ve de quién recibes las arras. Interroga al evangelio; ve qué te dice en la pasión del Señor: Estaba allí la túnica. Veamos cómo era: tejida de arriba abajo. La túnica tejida de arriba abajo ¿qué significa sino la caridad? La túnica tejida de arriba abajo ¿qué significa sino la unidad? Fíjate en esta túnica que ni siquiera los perseguidores de Cristo dividieron. Afirma, en efecto: Dijeron entre ellos: «No la dividamos, sino echemos suerte respecto a ella»40. He aquí eso acerca de lo cual habéis oído el salmo. Los perseguidores no desgarraron la túnica; los cristianos dividen la Iglesia.

Iglesia es universal, no nacional

14. Pero ¿qué diré, hermanos? Veamos claramente qué ha comprado. En efecto, ha comprado allí donde dio el precio. ¿A cambio de cuánto lo ha dado? Si a cambio de África, seamos donatistas, pero no nos llamemos donatistas, sino cristianos, porque Cristo ha comprado África sola, aunque aquí hay no sólo donatistas. Pero no calló qué ha comprado en su negocio. Hizo libros de cuentas; a Dios gracias, no nos ha engañado. Preciso es que la novia los oiga y ahí entienda a quién ha consagrado la virginidad; ahí, en el mismo salmo donde está dicho: «Taladraron mis manos y pies, contaron todos mis huesos», donde se declara clarísimamente la pasión del Señor; salmo que al atento pueblo entero se lee todos los años en la semana última, próxima la pasión de Cristo; entre nosotros y asimismo entre ellos se lee este salmo. Atended, hermanos, qué ha comprado allí; recítense los libros comerciales de cuentas; oíd qué ha comprado allí: Se acordarán y se volverán al Señor todos los límites de la tierra y adorarán en su presencia todos los países de las naciones, porque de él es el reino y él será dueño de las naciones41. He ahí lo que ha comprado. He ahí que Dios, rey de toda la tierra, es tu novio. ¿Por qué, pues, quieres que rico tal sea reducido a harapos? Ha comprado la totalidad, reconócelo; ¿y tú dices: «Tienes parte aquí»? ¡Oh, si complacieras al Novio! ¡Oh, si no hablaras como corrompida, y corrompida no en el cuerpo, sino, lo que es peor, en el corazón! Amas a un hombre en lugar de Cristo; amas al que dice «yo bautizo»; no oyes al amigo del Novio, que dice: «Éste es quien bautiza»42; no oyes al que dice: El que tiene a la novia es el novio. Dijo: Yo no tengo a la novia. Entonces, ¿qué soy? Por su parte, el amigo del novio, que está en pie y le oye, con gozo goza por la voz del novio43.

Nada es válido fuera de la unidad

15. Evidentemente, pues, hermanos míos, nada aprovecha a éstos guardar virginidad, tener continencia, dar limosnas; todo lo que en la Iglesia se loa, nada les aprovecha, porque desgarran la unidad, esto es, la túnica aquella de la caridad. ¿Qué hacen? Entre ellos hay muchos elocuentes, grandes lenguas, ríos de elocuencia. ¿Acaso hablan de modo angélico? Oigan a un amigo del Novio, celoso por el Novio, no por sí: Si hablase en las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tuviera caridad, me he hecho como sonante objeto de bronce, o címbalo tintineante.44

Los sacramentos sin caridad son formas

16. Pero ¿qué dicen? «Tenemos el bautismo». Lo tienes, pero no tuyo. Una cosa es tener, otra ser dueño. Tienes el bautismo porque lo has recibido para estar bautizado. Lo has recibido como quien es iluminado, a no ser que por tu causa estés en tinieblas. Y, cuando lo das, lo das como servidor, no como posesor; clamas como pregonero, no como juez. Mediante el pregonero habla el juez, y empero en las actas no se escribe: «El pregonero ha dicho», sino: «El juez ha dicho». Por ende, ve si por derecho es tuyo lo que das. Si, en cambio, lo has recibido, confiesa con el amigo del Novio: No puede un hombre recibir algo si no le fuese dado desde el cielo45. Confiesa con el amigo del Novio: El que tiene a la novia es el novio; por su parte, el amigo del novio está en pie y le oye. Pero, ¡oh si estuvieras en pie, le oyeses y no cayeras para oírte! Efectivamente, oyéndole estarías en pie y le oirías. De hecho, hablas y te inflas la cabeza. «Yo, dice la Iglesia, si soy la novia, si he recibido las arras, si he sido redimida con el precio de su sangre, oigo la voz del Novio; también oigo la voz del amigo del Novio entonces, si da gloria a mi Novio, no a sí mismo». Diga el amigo: El que tiene a la novia es el novio; por su parte, el amigo del novio está en pie y le oye y con gozo goza por la voz del novio. He ahí que tienes los sacramentos; también yo lo concedo. Tienes la forma, pero eres sarmiento cortado de la cepa46; tú muestras la forma, yo busco la raíz. El fruto sale no de la forma, sino donde está la raíz; ahora bien, ¿dónde está la raíz sino en la caridad? Oye también la forma de los sarmientos, hable Pablo: Si sé, afirma, todos los sacramentos y tengo toda la profecía y toda la fe —¿y cuánta fe?—, de forma que traslade yo montes, pero no tuviera caridad, no soy nada47.

Ni los milagros son válidos fuera de la unidad

17. Nadie, pues, os venda fábulas: «Poncio hizo un milagro; Donato oró y Dios le respondió desde el cielo». Primero, o se engañan o engañan. Después supón que él traslada montes: Pero si no tuviera caridad, dice, no soy nada. Veamos si tiene caridad. Lo creería yo si él no hubiera dividido la unidad. De hecho, también contra estos milagreros, por así llamarlos, mi Dios me ha hecho cauto, al decir: En los últimos tiempos se alzarán profetas falsos, que harán signos y prodigios para, si fuese posible, inducir a error aun a los elegidos. He aquí que os lo he predicho48. Cautos, pues, nos ha hecho el Novio, porque no debemos ser engañados ni por milagros. Efectivamente, a veces hasta un desertor amedrenta a un habitante de provincias; pero quien no quiere ser amedrentado y seducido se fija en esto: en si sigue perteneciendo al ejército y en si le sirve de algo la marca con que está señalado. Mantengamos, pues, la unidad, hermanos míos. Fuera de la unidad, aun quien hace milagros no es nada. Efectivamente, en la unidad estaba el pueblo de Israel y no hacía milagros; fuera de la unidad estaban los magos del Faraón y los hacían similares a los de Moisés49; el pueblo de Israel, como he dicho, no los hacía: ¿quiénes estaban salvados ante Dios, quienes los hacían o quienes no los hacían? El apóstol Pedro resucitó a un muerto50, Simón Mago hizo muchos prodigios51, allí había muchos cristianos que no podían hacer ni lo que hacía Pedro ni lo que hacía Simón. Pero ¿de qué se alegraban? De que sus nombres estaban escritos en el cielo52. De hecho, al regresar los discípulos, lo aseveró nuestro Señor Jesucristo en atención a la fe de los gentiles. Los mismos discípulos, en efecto, dijeron gloriándose: He aquí, Señor, que aun los mismos demonios se nos han sometido. Ciertamente confesaron bien, dieron honor al nombre de Cristo. Y, sin embargo, ¿qué les contesta? No os gloriéis en esto, en que los demonios se os han sometido; más bien, gozad de que vuestros nombres están escritos en el cielo. Pedro expulsó demonios; no sé qué viejecita viuda, no sé qué hombre laico cualquiera, que tienen caridad, que mantienen la integridad de la fe, no hacen eso. En el cuerpo, Pedro es ojo; aquél, en el cuerpo, es dedo, pero está en el mismo cuerpo en que está Pedro; y, aunque el dedo vale menos que el ojo, no está empero desgajado del cuerpo. Mejor es ser dedo y estar en el cuerpo que ser ojo y ser arrancado del cuerpo.

Conclusión: orar por los separados

18. Por ende, hermanos míos, nadie os engañe, nadie os seduzca. Amad la paz de Cristo que fue crucificado por vosotros, aunque es Dios. Pablo dice: Ni quien planta es algo ni quien riega, sino quien da el crecimiento, Dios53. ¿Y alguno de nosotros dice que es algo? Si dijéramos que somos algo y no le diéramos a él la gloria, somos adúlteros: queremos ser amados nosotros, no el Novio. Vosotros quered a Cristo y a mí en él, en quien también yo os quiero. Quiéranse mutuamente los miembros, pero vivan todos sometidos a la cabeza. Con dolor ciertamente, hermanos míos, me siento forzado a decir muchas cosas, mas he dicho pocas. No he podido terminar la lectura. El Señor asistirá para que se termine oportunamente. No quiero, en efecto, cargar más vuestros corazones, respecto a los cuales quiero que se queden libres para los gemidos y oraciones por aquellos que aún están sordos y no entienden.