TRATADO 11

Comentario a Jn 2,23-25; 3,1-5, predicado en Hipona el domingo 1º de cuaresma, 3 de marzo de 407

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

Introducción: el catecúmeno debe liberarse cuanto antes de sus pecados

1. Oportunamente nos ha procurado el Señor en el día de hoy el orden de esta lectura. En efecto, creo que Vuestra Caridad habrá advertido que he emprendido el considerar y explicar por orden el evangelio según Juan. Oportunamente, pues, coincide hoy que del evangelio hayáis oído: Si alguien no hubiese renacido de agua y Espíritu no verá el reino de Dios1. Ya es, en efecto, tiempo de que os exhorte a vosotros que aún sois catecúmenos, que habéis creído en Cristo de forma que aún acarreáis vuestros pecados. Ahora bien, nadie cargado de pecados verá el reino de los cielos porque, si no le fueren perdonados, no reinará con Cristo; mas no pueden perdonarse sino a quien hubiese renacido de agua y Espíritu Santo. Pero advirtamos qué quieren decir todas las palabras, para que quienes son indolentes hallen con cuánta solicitud han de apresurarse a deponer la carga. Porque, si llevasen un fardo pesado de piedra, leña o de algún valor; si acarreasen trigo, vino o dinero, correrían a deponer las cargas; acarrean el fardo de los pecados y tienen pereza para correr. Hay que correr a quitarse este fardo; oprime y hunde.

Jesús no se confiaba a ellos

2. He aquí que habéis oído que, como el Señor Jesucristo estuviese en Jerusalén, por la Pascua, en el día festivo, muchos creyeron en su nombre, al ver los signos suyos que hacía. Muchos creyeron en su nombre. ¿Y qué sigue? Jesús mismo empero no se confiaba a ellos2. ¿Qué quiere decir esto: ellos creyeron en su nombre, Jesús mismo empero no se confiaba a ellos? ¿Acaso no le habían creído y fingían haber creído y por eso Jesús no se confiaba a ellos? Pero no diría el evangelista: «Muchos creyeron en su nombre», si no diera respecto a ellos un testimonio verdadero. Cosa grande, pues, y cosa y extraña: creen los hombres en Cristo, y Cristo no se confía a los hombres. Padeció porque quiso, sí, sobre todo por ser el Hijo de Dios, y, si no quisiera, nunca padecería; si él no quisiera, tampoco nacería; ahora bien, si quisiera esto sólo, nacer sólo y no morir, cualquier cosa que quisiera también, la haría porque es el Hijo omnipotente del omnipotente Padre. Probémoslo con los hechos mismos. Porque, cuando quisieron detenerlo, se alejó de ellos; dice el evangelio: aunque quisieron despeñarlo de la cima del monte, ileso se alejó de ellos3. Y cuando vinieron a apresarlo, vendido ya por Judas el traidor, aunque él creía tener en su mano el entregar a su Maestro y Señor4, también allí mostró el Señor que él padece por su voluntad, no por necesidad. En efecto, como los judíos quisieran apresarlo, les dijo: ¿A quién buscáis? Por su parte, dijeron: A Jesús el Nazareno. Y él: Yo soy. Al oír esta voz, retrocedieron y cayeron5. En el hecho de haberlos derribado al responder, muestra la potestad para mostrar la voluntad en el hecho de que ellos le apresasen. El hecho, pues, de haber padecido fue misericordia. Fue entregado por nuestros delitos y resucitó por nuestra justificación6. Oye sus palabras: Tengo potestad para deponer mi vida y tengo potestad para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la depongo por mí mismo para tomarla de nuevo7. Como, pues, tuviera tanta potestad, como la predicase con dichos y la mostrase con hechos, ¿qué quiere decir que Jesús no se confiaba a ellos —como si fueran a dañar en algo a quien no quería, o fuesen a hacer algo a quien no quería—, sobre todo porque ya habían creído en su nombre? «Creyeron en su nombre» dice el evangelista acerca de esos mismos de quienes dice: Jesús mismo empero no se confiaba a ellos. ¿Por qué? Porque conocía a todos y porque no necesitaba que nadie diese testimonio sobre el hombre, pues él sabía qué había en el hombre8.

Más conocía el artífice qué había en su obra que la obra propia qué había en sí misma. El creador del hombre conocía qué había en el hombre, cosa que ese mismo hombre creado no conocía. ¿Acaso por Pedro no probamos esto, que no conocía qué había en él cuando dijo: Contigo hasta la muerte? Oye tú que el Señor sabía qué había en el hombre: ¿Tú conmigo hasta la muerte? En verdad, en verdad te digo: Antes que el gallo cante, tres veces me negarás9. El hombre, pues, no sabía qué había en su persona, pero el creador del hombre conocía qué había en el hombre. Muchos creyeron en su nombre, mas Jesús mismo no se confiaba a ellos. ¿Qué digo, hermanos? Tal vez lo que sigue nos indicará qué significa el misterio de estas palabras. Que los hombres habían creído en él es manifiesto, es verdad; nadie lo duda, lo dice el evangelio, lo atestigua el evangelista veraz. Asimismo, que Jesús mismo no se confiaba a ellos, también esto es manifiesto y ningún cristiano lo duda, porque lo dice el evangelio y lo atestigua idéntico evangelista veraz. ¿Por qué, pues, ellos creyeron en su nombre, mas Jesús no se confiaba a ellos? Veamos lo que sigue.

Éstos son los catecúmenos

3. Por otra parte, había un hombre de entre los fariseos, Nicodemo de nombre, un jefe de los judíos. Éste vino a él de noche y le dijo: Rabí —ya conocéis que Rabí significa maestro—, sabemos que de Dios has venido como maestro, pues nadie puede hacer estos signos que tú haces si Dios no estuviera con él10. Ese Nicodemo, pues, era de estos que habían creído en su nombre, al ver los signos y prodigios que hacía. En efecto, más arriba dijo esto: Como, por otra parte, estuviese en Jerusalén, por la Pascua, en el día festivo, muchos creyeron en su nombre. ¿Por qué creyeron? Dice a continuación: Al ver los signos suyos que hacía. ¿Y qué dice de Nicodemo? Había un jefe de los judíos, Nicodemo de nombre. Éste vino a él de noche y le dijo: Rabí, sabemos que de Dios has venido como maestro. También éste, pues, había creído en su nombre. ¿Por qué motivo? Sigue diciendo: Pues nadie puede hacer estos signos que tú haces si Dios no estuviera con él. Si, pues, Nicodemo era de esos muchos que habían creído en su nombre, a propósito de ese Nicodemo observemos por qué no se confiaba a ellos. Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo: si alguien no hubiese nacido de nuevo, no puede ver el reino de Dios11. Jesús, pues, se confía a esos que hubieran nacido de nuevo.

Ved que ellos habían creído en él, mas Jesús no se confiaba a ellos. Tales son todos los catecúmenos: ésos creen ya en el nombre de Cristo, pero Jesús no se confía a ellos. Atienda y entienda Vuestra Caridad. Si dijéramos a un catecúmeno: «¿Crees en Cristo?», responde: «Creo», y se signa. Ya lleva en la frente la cruz de Cristo, y no se ruboriza de la cruz de su Señor. Ved que ha creído en su nombre. Interroguémosle: «¿Comes la carne del Hijo del hombre y bebes la sangre del Hijo del hombre?». No sabe qué decimos, porque Jesús no se le ha confiado.

El bautismo, puerta hacia Cristo

4. Como, pues, Nicodemo fuese de este grupo, vino al Señor; pero de noche vino, y esto dice quizá relación con el asunto. Al Señor vino y de noche vino; a la Luz vino y en tinieblas vino. En cambio, los renacidos de agua y Espíritu, ¿qué oyen al Apóstol? Fuisteis otrora tinieblas; ahora, en cambio, luz en el Señor; caminad como hijos de la luz12. Y asimismo: En cambio, nosotros que somos del día, seamos sobrios13. Quienes, pues, han renacido, fueron de la noche, pero son del día; fueron tinieblas, pero son luz. Jesús se les confía ya y no vienen a Jesús de noche, como Nicodemo; buscan el día, pero no en tinieblas, pues los tales incluso confiesan públicamente que Jesús se acercó a ellos y obró en ellos la salvación porque él dijo: Si uno no comiere mi carne y bebiere mi sangre, no tendrá en vida14. Y, porque los catecúmenos tienen en la frente la señal de la cruz, son ya de una casa importante15; pero de esclavos sean hechos hijos, pues quienes pertenecen a una casa importante son algo.

Por otra parte, ¿cuándo comió el maná el pueblo de Israel? Después de haber pasado el mar Rojo. Ahora bien, oye al Apóstol que significa el mar Rojo: No quiero empero que vosotros, hermanos, ignoréis que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar. ¿Para qué pasaron por el mar? Como si le preguntases, continuó diciendo: Y mediante Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el mar16. Si, pues, la figura del mar tuvo tanto valor, ¿cuánto valdrá la realidad del bautismo? Si lo que tuvo lugar en figura condujo hasta el maná al pueblo al que se hizo pasar al otro lado, en la verdad de su bautismo ¿qué mostrará Cristo a su pueblo, al que se ha hecho pasar por él? Por su bautismo hace pasar a los creyentes, matados todos los pecados cual enemigos perseguidores, como perecieron todos los egipcios en aquel mar. ¿A dónde hace pasar, hermanos míos? Por el bautismo ¿a dónde hace pasar Jesús, cuya figura representaba entonces Moisés, quien hacía pasar por el mar? ¿A dónde hace pasar? Al maná. ¿Qué es el maná? Yo, dice, que he bajado del cielo, soy el pan vivo17. Reciben el maná los fieles, hechos ya pasar por el mar Rojo. ¿Por qué «mar Rojo»? «Mar»; ya; ¿por qué también «Rojo»? Aquel mar Rojo significaba el bautismo de Cristo. ¿Cómo enrojece el bautismo de Cristo sino consagrado por la sangre de Cristo? ¿A dónde, pues, conduce a los creyentes y bautizados? Al maná. Mirad que digo «maná». Conocido es qué recibieron los judíos, este pueblo de Israel; conocido es qué hizo Dios llover del cielo para ellos18; y los catecúmenos no saben qué reciben los cristianos. Ruborícense, pues, de no saberlo; pasen por el mar Rojo, coman el maná para que, como creyeron en el nombre de Jesús, así Jesús se confíe a ellos19.

Entender según el Espíritu

5. Por eso, hermanos míos, atended a lo que responde ese de noche vino a Jesús. Aunque vino a Jesús, sin embargo, porque de noche vino, todavía habla a partir de las tinieblas de su carne. No entiende lo que le oye al Señor, no entiende lo que le oye a la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo20. Ya le dijo el Señor: Si uno no naciera de nuevo, no verá el reino de Dios. Le dice Nicodemo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?21 Le habla el Espíritu y él piensa en la carne. Piensa en su carne, porque todavía no ha gustado la carne de Cristo. En efecto, cuando el Señor Jesús dijo: «Si uno no comiese mi carne y bebiese mi sangre no tendrá en sí vida», se escandalizaron algunos que le seguían, y dijeron para sus adentros: Dura es esta palabra, ¿quien puede oírla?22 Suponían, en efecto, que Jesús decía esto: que podían cocerlo y comerlo como a un cordero troceado. Horrorizados de sus palabras, se fueron y no le siguieron más. El evangelista habla así: Pero el Señor mismo se quedó con los doce; ellos le dijeron «Señor, he aquí que ellos te han abandonado»; y él, porque quería mostrar que él les era necesario y que ellos no eran necesarios a Cristo, dijo: ¿Acaso queréis marcharos también vosotros?23 Nadie, cuando se le dice que sea cristiano, aterrorice a Cristo, como si Cristo fuese más feliz si tú fueses cristiano. Bueno para ti es que seas cristiano, porque, si no lo fueses, no será malo para Cristo. Oye la voz del salmo: Dije al Señor: «Tú eres mi Dios, porque no necesitas mis bienes»24. Tú eres mi Dios precisamente porque no necesitas mis bienes. Si estuvieses sin Dios, serás menor; si estuvieses con Dios, Dios no será mayor. No es mayor él gracias a ti, pero sin él tú eres menor. Crece, pues, en él, no te retires para que, por así decirlo, él desfallezca. Te recuperarás si te acercas; si te apartas, desfallecerás. Íntegro permanece al acercarte tú, íntegro permanece también al caer tú.

Cómo, pues, hubiese dicho a los discípulos «¿Acaso queréis marcharos también vosotros?», Pedro, la roca aquella, respondió por la voz de todos: Señor, ¿a quién iremos? Palabras de vida eterna tienes25. ¡Bien supo en su boca la carne del Señor! Por su parte, el Señor, tras haber dicho: «Si uno no comiese mi carne y bebiese mi sangre no tendrá en sí vida», les expuso y dijo: El Espíritu es quien vivifica. Para que no lo entendieran carnalmente, afirma: El Espíritu es quien vivifica; la carne, en cambio, nada aprovecha. Las palabras que os he hablado son espíritu y vida26.

Nicodemo y el nuevo nacimiento

6. Ese Nicodemo que de noche vino a Jesús no gustaba este espíritu ni esta vida. Le dice Jesús: Si uno no hubiere nacido de nuevo, no verá el reino de Dios. Y, porque pensaba en su carne ese en cuya boca aún no tenía sabor la carne de Cristo, pregunta: ¿Cómo, siendo viejo, puede un hombre nacer otra vez? ¿Acaso puede entrar otra vez al vientre de su madre y nacer?27 Ése no conocía sino un único nacimiento, el que proviene de Adán y Eva; aún no conocía el que proviene de Dios y de la Iglesia. No conocía sino a los padres que engendran para la muerte; aún no conocía a los padres que engendran para la vida. No conocía sino a los padres que engendran a quienes van a sucederlos; aún no conocía a los que, porque viven siempre, engendran a quienes van a permanecer. Aunque, pues, hay dos nacimientos, él entendía uno solo. Uno viene de la tierra; el otro, del cielo28; uno viene de la carne; el otro, del Espíritu; uno viene de la mortalidad; el otro, de la eternidad; uno viene del varón y de la mujer; el otro, de Dios y de la Iglesia. Pero los dos son únicos: ni uno ni otro pueden repetirse. Muy bien entendió Nicodemo el nacimiento de la carne. ¡Entiende tú el nacimiento del espíritu, como Nicodemo entendió el nacimiento de la carne! ¿Qué entendió Nicodemo? ¿Acaso puede un hombre entrar de nuevo al vientre de su madre y nacer? Así, a cualquiera que te dijese que nazcas otra vez espiritualmente, responde lo que dijo Nicodemo: ¿Acaso puede un hombre entrar otra vez al vientre de su madre y nacer? Ya he nacido de Adán, no puede Adán engendrarme otra vez; ya he nacido de Cristo, no puede Cristo engendrarme otra vez. Como el parto no se puede repetir, así tampoco el bautismo.

Misterio del nombre que Dios elige para sí

7. Quien nace de la Iglesia católica, nace, digamos, de Sara, nace de la libre; quien nace de la herejía, nace, digamos, de la esclava, aunque de la estirpe de Abrahán29. Advierta Vuestra Caridad qué gran misterio. Dios testifica y declara: Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob30. ¿No había otros patriarcas? ¿No existía antes que ellos Noé, único que entre todo el género humano mereció ser librado del diluvio con toda su casa31, en el cual y en cuyos hijos está figurada la Iglesia? Escapan del diluvio gracias al madero que los lleva. Además, existieron después los grandes personajes que conocemos, a quienes elogia la Santa Escritura: Moisés, leal en toda su casa32. Pero se nombran aquellos tres, como si hubiesen sido los únicos que le merecieron: Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; éste es mi nombre para siempre33. ¡Misterio grande! Potente es el Señor para abrir mi boca y vuestros corazones, de forma que yo pueda decirlo como se ha dignado revelarlo, y podáis comprender como os conviene.

Los tres patriarcas, figura del pueblo cristiano

8. Tres, pues, son esos patriarcas: Abrahán, Isaac y Jacob. Ya conocéis que los hijos de Jacob fueron doce y de allí se originó el pueblo de Israel, porque ese Jacob es Israel y el pueblo de Israel son las doce tribus, pertenecientes a los doce hijos de Israel. Abrahán, Isaac y Jacob: tres padres y un solo pueblo. Tres padres en el origen del pueblo, digamos; tres padres en los que se figuraba el pueblo; y ese pueblo anterior es el pueblo presente, pues en el pueblo de los judíos está figurado el pueblo de los cristianos34. Allí la figura, aquí la verdad; allí la sombra, aquí el cuerpo, pues dice el Apóstol: Ahora bien, estas cosas les sucedían en figura. Es frase del Apóstol: Están escritas, afirma, en atención a nosotros, a quienes ha salido al encuentro el final de los siglos35.

Vuelva ahora vuestro ánimo a Abrahán, Isaac y Jacob. Respecto a esos tres hallamos que parieron las libres y parieron las esclavas; hallamos allí partos de libres y hallamos allí partos de esclavas. «Esclava» no significa nada bueno: Echa a la esclava, dice, y a su hijo, pues el hijo de la esclava no será heredero con el hijo de la libre36. El Apóstol recuerda esto y el Apóstol dice que en aquellos dos hijos de Abrahán estaba la figura de los dos Testamentos: el Viejo y el Nuevo. Pertenecen al Viejo Testamento los amantes de lo temporal, los amantes del mundo; al Nuevo Testamento, los amantes de la vida eterna. Por eso, aquella Jerusalén de la tierra era sombra de la Jerusalén celeste, madre de todos nosotros, que está en el cielo37. También éstas son palabras del Apóstol38. De esa ciudad de donde estamos desterrados, muchas cosas conocéis, muchas habéis oído ya.

Por otra parte, en estos partos, esto es, en estos fetos, en estas generaciones de libres y esclavas, hallamos una cosa extraña, o sea, cuatro clases de hombres. En esas cuatro clases se cumple la figura del futuro pueblo cristiano, de forma que no es extraño lo que respecto a aquellos tres está dicho: Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Efectivamente, entre todos los cristianos —atended, hermanos—, mediante los malos nacen buenos, o mediante los buenos nacen malos, o buenos mediante los buenos, o malos mediante los malos; no podéis hallar más que estas cuatro clases. Las repetiré otra vez; poned atención, retenedlas, sacudid vuestros corazones, no seáis perezosos; para no ser cazados, captad cómo son cuatro las clases de todos los cristianos: o mediante los buenos nacen buenos, o mediante los malos nacen malos, o malos mediante los buenos, o buenos mediante los malos. Supongo que está claro. Buenos mediante los buenos, si quienes bautizan son buenos, y quienes son bautizados creen rectamente y rectamente son contados entre los miembros de Cristo. Malos mediante los malos, si quienes bautizan son malos, y quienes son bautizados se acercan a Dios con doblez de corazón39 y no guardan esas costumbres que oyen en la Iglesia para ser ahí no paja, sino trigo. Vuestra Caridad conoce cuán numerosos son de hecho. Buenos mediante los malos: a veces bautiza un adúltero, pero quien es bautizado queda justificado. Malos mediante los buenos: a veces quienes bautizan son santos, pero quienes son bautizados no quieren guardar el camino de Dios.

Cuatro categorías de personas en la Iglesia

9. Pienso, hermanos, que en la Iglesia se conoce, y que ejemplos cotidianos manifiestan lo que digo. Pero considerémoslo en nuestros padres anteriores, porque también ellos tuvieron estas cuatro clases. Buenos mediante los buenos: Ananías bautizó a Pablo40. Malos mediante los malos, ¿por qué? Habla el Apóstol de ciertos predicadores del Evangelio, de los que dice que solían anunciar el Evangelio no honradamente, a los que tolera en la sociedad cristiana y dice: ¿Pues qué? Mientras Cristo sea anunciado de todas formas, ora por un motivo falso, ora de verdad, me alegro aun de ello41. ¿Acaso era malévolo y se alegraba del mal ajeno? Más bien, se alegraba porque aun mediante los malos se predicaba la verdad y mediante las bocas de los malos se predicaba a Cristo. Si ésos bautizaban a algunos semejantes suyos, malos bautizaban a malos. Si ésos bautizaban a personas tales cuales esas a las que el Señor avisa cuando dice: «Haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen»42, malos bautizaban a buenos. Buenos bautizaban a malos, como Felipe, santo, bautizó a Simón, mago43. Conocidas, son, pues, estas cuatro clases, hermanos míos. He aquí que las repito otra vez. Retenedlas, contadlas, fijaos en ellas, guardaos de las que son malas, retened las que son buenas. Buenos nacen mediante buenos, cuando mediante santos son bautizados los santos; malos mediante malos, cuando quienes bautizan y quienes son bautizados viven inicua e impíamente; buenos mediante malos, cuando son malos quienes bautizan, pero buenos quienes son bautizados; malos mediante buenos, cuando quienes bautizan son buenos, y malos quienes son bautizados.

Ya en los patriarcas se prenuncia la Iglesia

10. ¿Cómo las hallamos en esos tres nombres, Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?44 Por esclavas entendemos los malos; por libres entendemos los buenos. Las libres paren a los buenos: Sara parió a Isaac45. Las esclavas paren a los malos: Agar parió a Ismael46. En un único Abrahán tenemos tanto una clase, cuando mediante los buenos nacen buenos, cuanto la otra clase, cuando mediante los malos nacen malos. ¿Dónde están figurados los malos nacidos mediante buenos? Libre era Rebeca, esposa de Isaac. Leed: parió gemelos47; uno era bueno, el otro malo. Tienes la Escritura que con la voz de Dios dice claramente: Amé a Jacob; en cambio, aborrecí a Esaú48. Rebeca engendró a esos dos, Jacob y Esaú. Después, uno es elegido, otro es reprobado; uno suplanta a su hermano en la herencia, el otro es desheredado. Dios hace a su pueblo no a partir de Esaú, sino que lo hace a partir de Jacob. Linaje único, diversos quienes fueron concebidos; útero único, diversos quienes nacieron. ¿Acaso la que, libre, parió a Esaú no parió, libre, a Jacob? Luchaban en el vientre de su madre y, cuando allí luchaban, se dijo a Rebeca: Dos pueblos hay en tu vientre49. Dos hombres, dos pueblos; el pueblo bueno, el pueblo malo; pero en todo caso luchan en un único vientre. ¡Cuántos malos hay en la Iglesia, y los lleva un único útero, hasta que al final sean separados! Los buenos gritan contra los malos, asimismo los malos responden con gritos contra los buenos, y unos y otros luchan en las entrañas de una sola. ¿Acaso estarán siempre juntos? Al final se sale a la luz, se pone de manifiesto el nacimiento que aquí se representa misteriosamente, y entonces será evidente lo de amé a Jacob; en cambio, aborrecí a Esaú.

11. Ya hemos hallado, pues, hermanos, a buenos nacidos de buenos, Isaac de libre; a malos nacidos de malos, de esclava Ismael; y a malos nacidos de buenos, Esaú de Rebeca. ¿Dónde hallaremos a buenos nacidos de malos? Queda Jacob, para que en los tres patriarcas se concluya la realización completa de estas cuatro clases. Jacob tuvo esposas libres, las tuvo también esclavas; paren las libres, paren también las esclavas y resultan los doce hijos de Israel50. Si cuentas de quiénes nacieron todos, no todos de libres, no todos de esclavas; pero, en cualquier caso, todos de un único linaje. ¿Qué, pues, hermanos míos? ¿Acaso quienes nacieron de esclavas no poseyeron junto con sus hermanos la tierra de promisión? Hallamos allí hijos buenos de Jacob nacidos de esclavas, e hijos buenos de Jacob nacidos de libres. En nada les dañó el nacimiento de úteros de esclavas, dado que en el padre conocieron su linaje y consiguientemente ocuparon el reino con los hermanos. Como, pues, a los que entre los hijos de Jacob nacieron de esclavas en nada les fue esto obstáculo para ocupar el reino y, en igualdad de condiciones, recibir con los hermanos la tierra de promisión —no los dañaron las procedencias de esclavas, sino que prevaleció el linaje paterno—, así cualesquiera que son bautizados mediante los malos parecen como nacidos de esclavas; pero, en todo caso, porque han nacido del germen de la palabra de Dios51, el cual está figurado en Jacob, no se entristezcan: junto con los hermanos poseerán la herencia. Seguro, pues, esté quien nace de germen bueno; sólo no imite a la esclava, si de la esclava nace. No imites a la mala esclava ensoberbecida52. ¿Por qué, pues, los hijos de Jacob nacidos de las esclavas poseyeron con los hermanos la tierra de promisión, Ismael, en cambio, nacido de esclava, ha sido expulsado de la herencia? ¿Por qué, sino porque éste era soberbio, aquéllos humildes? Él irguió la cerviz y quiso engañar a su hermano, mientras jugaba con él53.

Ismael e Isaac, figuras del donatismo y catolicismo

12. Gran misterio hay ahí. Jugaban juntos Ismael e Isaac; los vio Sara jugar y dijo a Abrahán: Echa a la esclava y a su hijo, pues el hijo de la esclava no será heredero con mi hijo Isaac54. Y, como Abrahán se hubiera entristecido, Dios le ratificó el dicho de su esposa. Aquí es ya evidente un misterio, porque ese suceso estaba preñado de no sé qué futuro. Los ve jugar y dice: Echa a la esclava y a su hijo. ¿Qué es esto, hermanos? En efecto, ¿qué mal había hecho Ismael al niño Isaac porque jugaba con él? Pero aquel juego era un engaño. Aquel juego significaba un fraude. En verdad, esté atenta Vuestra Caridad al gran misterio. Persecución lo llama el Apóstol; persecución llama al juego mismo, a la diversión misma, pues afirma: Pero como el que había nacido según la carne perseguía entonces al que había nacido según el espíritu, así también ahora55. Esto es, quienes han nacido según la carne, persiguen a los que han nacido según el espíritu. ¿Quiénes han nacido según la carne? Los amantes del mundo, los enamorados del siglo. ¿Quiénes han nacido según le espíritu? Los enamorados del reino de los cielos, los amantes de Cristo, los que desean la vida eterna, los que adoran a Dios gratis.

Juegan y el Apóstol habla de persecución. Efectivamente. Después de que el Apóstol dijo estas palabras —Y como el que había nacido según la carne perseguía entonces al que había nacido según el espíritu, así también ahora56, siguió y mostró de qué persecución hablaba: Pero ¿qué dice la Escritura? Echa a la esclava y a su hijo, pues el hijo de la esclava no será heredero con mi hijo Isaac57. Para ver si precedió alguna persecución de Ismael contra Isaac buscamos dónde habla de esto la Escritura, y hallamos que Sara dijo eso cuando vio a los niños jugar juntos58. Al juego del que la Escritura dice que lo vio Sara, el Apóstol lo llama persecución. Más, pues, os persiguen quienes os seducen riéndose de vosotros: «Ven, ven, bautízate aquí, aquí tienes el verdadero bautismo». No juegues, uno solo es el verdadero; el otro es una burla. Te seducirán y esta persecución te será malsana. Para ti era mejor que ganaras para el reino a Ismael; pero Ismael no quiere porque quiere jugar. Retén tú la herencia del Padre y oye: Echa a la esclava y a su hijo, pues el hijo de la esclava no será heredero con mi hijo Isaac.

Justificación de las intervenciones civiles contra los donatistas

13. También ésos osan decir que suelen sufrir persecución de parte de los reyes católicos o de los príncipes católicos. ¿Qué persecución toleran? La aflicción del cuerpo. Ellos sabrán empero si la han sufrido alguna vez o cómo la han sufrido; interroguen también a sus conciencias. Aun así, han sufrido aflicción del cuerpo. Más dañina es la persecución que hacen. Toma precauciones cuando Ismael quiere jugar con Isaac, cuando te acaricia. Cuando te ofrece otro bautismo, responde: «Ya tengo el bautismo». Efectivamente, si este bautismo es el verdadero, quien quiere darte otro quiere burlarse de ti. Guárdate del perseguidor del alma. En verdad, si alguna vez el partido de Donato ha sufrido algo de parte de los príncipes católicos, ha sufrido según el cuerpo, no según el engaño del espíritu59. Oíd y en los mismos hechos antiguos ved todos los signos e indicios de las realidades futuras.

Se descubre que Sara afligía a la esclava Agar. Sara es libre. Después que la esclava empezó a ensoberbecerse, Sara se quejó a Abrahán y dijo: Echa a la esclava; ha erguido contra mí su cerviz60. Y, como si Abrahán hubiera hecho esto, de Abrahán se queja la mujer. Pero Abrahán, al que retenía en la esclava no el ansia de usar sin control, sino el deber de engendrar, le replicó: He ahí a tu esclava; haz de ella como quieras61. Y Sara la afligió pesadamente y huyó de su vista. He ahí que la libre afligió a la esclava, pero el Apóstol no habla de persecución. No se llama persecución a esta aflicción, mas se llama persecución a aquel juego. ¿Qué os parece, hermanos? ¿Acaso no entendéis qué se ha significado?

Cuando, pues, Dios quiere incitar así a los poderes políticos contra los herejes, contra los cismáticos, contra los destructores de la Iglesia, contra los que exorcizan a Cristo, contra los blasfemadores del bautismo, no se extrañen, ya que Dios incita a que Sara azote a Agar. Conózcase Agar a sí misma, baje la cerviz porque, cuando humillada se apartó de su señora, le salió al paso un ángel y dijo: ¿Qué hay, Agar, esclava de Sara? Cuando se quejó de la señora ¿qué oyó al ángel? Regresa a tu señora62. Se la aflige, pues, para esto: para que regrese. Y ojalá regrese, porque su prole, como los hijos de Jacob, retendrá la herencia con los hermanos.

14. En cambio se extrañan de que los poderes políticos cristianos se ponen en movimiento contra los detestables destructores de la Iglesia. ¿No habrán, pues, de ponerse en movimiento? ¿Y cómo darían a Dios cuenta de su gobierno? Atienda Vuestra Caridad qué digo: a los reyes cristianos del mundo compete querer que en su época esté en paz su madre Iglesia, de la que han nacido espiritualmente.

Leemos las visiones y hechos proféticos de Daniel. Tres jóvenes loaron en el fuego al Señor. El rey Nabucodonosor se extrañó de que los jóvenes loasen a Dios y del fuego inofensivo a su alrededor. Y, como se hubiera extrañado, ¿qué dice el rey Nabucodonosor —ni siquiera judío o circunciso, el que había erigido su estatua y había forzado a todos a adorarla, impresionado empero por las loas de los tres jóvenes—; cuando ve la majestad de Dios presente en el fuego, qué dice? «También yo propondré un decreto a todas las razas y lenguas de toda la tierra». ¿Qué decreto? Cualesquiera que digan una injuria contra el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago pararán en destrucción y su casa en ruina63.

He aquí cómo un rey extranjero se enfurece para que no se injurie al Dios de Israel porque pudo liberar del fuego a los tres jóvenes. ¿Y no quieren que los reyes cristianos se enfurezcan porque es burlado Cristo, quien del fuego de los infiernos libra no a tres jóvenes, sino al orbe de las tierras con esos reyes mismos? Efectivamente, hermanos míos, los tres jóvenes fueron librados del fuego temporal. ¿Acaso el Dios de los Macabeos no es el mismo que el de los tres jóvenes? Del fuego liberó a aquéllos; éstos acabaron con el cuerpo en los tormentos ígneos, pero con el espíritu permanecieron en los mandatos legítimos64. Aquéllos fueron librados claramente; éstos fueron coronados ocultamente. Es más ser liberado de la llama de los infiernos que del horno de la autoridad humana. Si, pues, el rey Nabucodonosor loó, predicó y dio gloria a Dios porque libró del fuego a los tres jóvenes, y le dio tanta gloria que por su reino promulgó el decreto: «Cualesquiera que digan una injuria contra el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago pararán en destrucción y su casa en ruina», esos reyes, que consideran no que tres jóvenes han sido liberados del fuego, sino que ellos mismos han sido librados del infierno, ¿cómo no van a moverse cuando ven que Cristo, que los ha librado, es burlado entre cristianos; cuando oyen que se dice a un cristiano: «Di que tú no eres cristiano»? ¡Quieren hacer cosas tales y no quieren padecer siquiera tales cosas!

Los pretendidos mártires donatistas

15. Efectivamente, ved qué clase de cosas hacen y qué clase de cosas padecen. Matan a las almas, son castigados en el cuerpo; causan muertes sempiternas y se quejan de soportar las temporales. Y, sin embargo, ¿cuáles padecen? Nos presentan a no sé qué mártires suyos en la persecución: «He aquí que Márculo fue precipitado de una roca; he aquí que el bagayense Donato fue arrojado a un pozo». ¿Cuándo las autoridades romanas han decretado suplicios tales, como que se despeñe a las personas? Ahora bien, ¿qué responden los nuestros? Desconozco qué pasó; sin embargo, ¿qué responden los nuestros? Que ellos mismos se precipitaron e infamaron a las autoridades. Recordemos la costumbre de las autoridades romanas y veamos a quién hay que creer. Los nuestros dicen que aquéllos se precipitaron. Si ésos no son discípulos de los mismos que ahora, sin que nadie los persiga, se precipitan de los peñascos, no los creamos. ¿Qué hay de extraño si ellos hicieron lo que suelen? Lo cierto es que las autoridades romanas nunca han usado tales suplicios. ¿Acaso no podían, en efecto, matarlos públicamente? Pero quienes querían ser venerados después de muertos, no encontraron muerte más famosa. En fin, cualquier cosa que esto sea, no la sé. Pero si de la Iglesia católica has padecido, oh partido de Donato, aflicción corporal, de Sara la has padecido en condición de Agar; regresa a tu señora.

Este pasaje inevitablemente me ha detenido bastante tiempo para poder explicar mínimamente todo el texto de la lectura evangélica. Hermanos, baste por ahora a Vuestra Caridad, no sea que, diciendo otras cosas, sean expulsadas de vuestros corazones estas que he dicho. Conservadlas, decid tales cosas, llameando salid allí, inflamad a los indiferentes.