TRATADO 6

Comentario a Jn 1,32-33, predicado en Hipona, en enero de 407, ¿domingo 13?

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

Introducción. Cristo, motivo de la mutua caridad

1. Confieso a Vuestra Santidad haber temido que este frío os enfriase respecto a acudir. Pero, porque con esta concurrencia y afluencia demostráis que vosotros hervís en el espíritu1, no dudo que también habéis orado por mí para que os pague la deuda. Efectivamente, porque la brevedad de tiempo impidió entonces que pudiera exponerlo con explicaciones, en nombre de Cristo prometí desarrollar hoy por qué Dios ha querido mostrar el Espíritu Santo mediante la forma de paloma. El día de hoy nos ha amanecido, para que esto sea explicado. Y percibo que en mayor número os habéis congregado con avidez de oír y piadosa devoción. De mi boca llene Dios vuestra expectación, pues para venir amáis. Pero amáis ¿qué? Si a mí, también esto está bien, porque quiero que me améis, pero no quiero que me améis en mí. Porque, pues, en Cristo os amo, en Cristo correspondedme al amor, y nuestro mutuo amor gima hacia Dios, pues de la paloma es este gemido mismo.

El gemido de la paloma y el gemido del cuervo

2. Si, pues, el gemido es de la paloma, como todos conocemos, y las palomas gimen por amor, oíd qué dice el Apóstol y no os extrañéis de que el Espíritu Santo quiso manifestarse en forma de paloma: No sabemos, dice, qué pidamos, como conviene; pero el Espíritu mismo interpela por nosotros con gemidos inenarrables2. ¿Qué, pues, hermanos míos? ¿Vamos a decir que el Espíritu gime donde tiene perfecta y eterna felicidad con el Padre y el Hijo, pues el Espíritu Santo es Dios, como el Hijo de Dios es Dios y el Padre es Dios? Tres veces he dicho «Dios», pero no he dicho «tres dioses»; en efecto, Dios, más que tres dioses, es tres veces Dios porque el Padre y el Hijo y Espíritu Santo son —lo sabéis muy bien— un único Dios. El Espíritu Santo, pues, no gime en sí mismo cabe sí mismo en la Trinidad, en la dicha, en la eternidad de sustancia, sino que gime en nosotros porque nos hace gemir. Y no es cosa pequeña que el Espíritu Santo nos enseña a gemir, pues nos sugiere que estamos desterrados y nos enseña a suspirar por la patria. Y por este deseo gemimos.

A quien le va bien en este mundo, o mejor dicho, quien supone que le va bien, quien exulta por la alegría de cosas carnales, abundancia de bienes temporales y felicidad vana, tiene voz de cuervo, pues la voz del cuervo es chillona, no gemebunda. Quien, en cambio, sabe que él está en la presión de esta mortalidad, y que él vive en el extranjero lejos del Señor3, que aún no posee la dicha perpetua que nos ha sido prometida, sino que la tiene en esperanza para tenerla en realidad, cuando venga deslumbrador en manifestación el Señor que primeramente vino oculto en condición baja; quien esto sabe, gime. Y mientras gime por esto, gime bien: el Espíritu le ha enseñado a gemir, de la paloma ha aprendido a gemir. Muchos, en efecto, gimen por la infelicidad terrena o destrozados por daños o abrumados por una enfermedad corporal o encerrados en cárceles o ligados por cadenas o zarandeados por las olas del mar, o gimen asediados por algunas insidias de enemigos, pero no gimen con el gemido de la paloma, no gimen por amor a Dios, no gimen con el espíritu. Por eso, cuando tales personas se ven libres de estas presiones, exultan con grandes gritos. Y aquí aparece que son cuervos, no palomas.

Con razón fue enviado desde el arca un cuervo y no regresó; fue enviada una paloma y regresó. Noé envió esas dos aves4. Allí tenía un cuervo; tenía también una paloma. El arca aquella contenía uno y otro género. Y, si el arca figuraba a la Iglesia, veis, sí, que es necesario que en este diluvio del mundo la Iglesia contenga uno y otro género: cuervo y paloma. ¿Quiénes son cuervos? Quienes buscan lo suyo. ¿Quiénes palomas? Quienes buscan lo que es de Cristo5.

La paloma y el fuego

3. Por eso, pues, cuando envió al Espíritu Santo, lo manifestó visiblemente de dos modos, mediante la paloma y mediante el fuego: mediante la paloma, sobre el Señor bautizado; mediante el fuego, sobre los discípulos congregados. En efecto, como hubiese ascendido el Señor al cielo tras la resurrección, pasados con sus discípulos cuarenta días, cumplido el día de Pentecostés, les envió el Espíritu Santo, como había prometido. El Espíritu, pues, al venir entonces, llenó ese lugar y, tras producirse primeramente, desde el cielo, un ruido como si se pusiera en movimiento un viento vehemente, como leemos en los Hechos de los Apóstoles, se les aparecieron distribuidas, dice, lenguas como de fuego, el cual también se asentó sobre cada uno de ellos, y comenzaron a hablar en lenguas, según el Espíritu les daba expresarse6. En una parte hemos visto la paloma sobre el Señor; en otra, lenguas distribuidas sobre los discípulos congregados; allí se muestra la sencillez, aquí el hervor. Hay efectivamente quienes son calificados de sencillos, y son perezosos; los llaman sencillos, pero son indolentes. No era así Esteban, lleno de Espíritu Santo 4. Era sencillo porque a nadie dañaba; era hirviente porque denunciaba a los impíos. En efecto, no se calló ante los judíos. De él son estas inflamadas palabras: ¡De dura cerviz y no circuncidados en el corazón y los oídos, vosotros siempre habéis puesto resistencia al Espíritu Santo!7 ¡Gran ímpetu! Pero la paloma se enfurece sin hiel.

En verdad, para que sepáis que se enfurecía sin hiel, oídas estas palabras, quienes eran cuervos corrieron de inmediato a las piedras contra la paloma; comenzaron a lapidar a Esteban, y quien, bramando e hirviendo en el espíritu poco antes, había arremetido, digamos, contra los enemigos y violento, digamos, había atacado con palabras ígneas y, como habéis oído —¡De dura cerviz y no circuncidados en el corazón y los oídos!—, tan inflamadas que quien oyera estas palabras supondría que Esteban, si le fuese lícito, quería consumirlos inmediatamente, mientras de las manos de ellos venían contra él las piedras, fija la rodilla, dijo: Señor, no les asignes este delito8. Se había adherido a la unidad de la paloma, ya que, el primero, había hecho eso el Maestro sobre quien descendió la paloma, el cual, colgado en la cruz, dijo: Padre, perdónalos, porque desconocen qué hacen9.

Gracias a la paloma, pues, se ha mostrado que los santificados por el Espíritu no han de tener dolo; en el fuego se ha mostrado que la sencillez no ha de quedarse fría. No preocupe que las lenguas se hayan distribuido; las lenguas, en efecto, difieren; por eso apareció, distribuidas las lenguas. Distribuidas, dice, lenguas como de fuego, el cual también se asentó sobre cada uno de ellos. Difieren entre sí las lenguas, pero diferencia de lenguas no son cismas. En las lenguas distribuidas no temas la dispersión; en la paloma conoce la unidad.

Palomas y cuervos

4. Así, así convenía, pues, que el Espíritu Santo se mostrase al venir sobre el Señor, para que cada uno, si tiene al Espíritu Santo, entienda que debe ser sencillo como una paloma10: tener paz verdadera con los hermanos, significada por los besos de las palomas. En efecto, los cuervos también besan, pero su paz es falsa, y la de la paloma es verdadera. Por tanto, no a todo el que dice: «Paz con vosotros», hay que oírlo como a una paloma. ¿Cómo, pues, se distinguen de los besos de las palomas los besos de los cuervos? Besan los cuervos, pero desgarran; la naturaleza de las palomas es inocente de desgarro; donde, pues, hay desgarro, no hay en los besos paz verdadera; paz verdadera tienen los que no han desgarrado a la Iglesia. Ciertamente, los cuervos se alimentan de la muerte; la paloma no tiene esto: de los frutos de la tierra vive, inofensivo es su alimento, y esto, hermanos, es verdaderamente de admirar en la paloma. Hay pájaros pequeñísimos, al menos matan moscas; la paloma, nada de esto, pues no se alimenta de la muerte. Quienes han desgarrado a la Iglesia se alimentan de muertos. Poderoso es Dios; roguemos para que revivan quienes, sin darse cuenta, son devorados por ellos. Muchos caen en la cuenta, porque reviven; de verdad, a su llegada nos felicitamos a diario en el nombre de Cristo. Vosotros sed sencillos, sólo de forma que seáis hirvientes, y vuestro hervor esté en las lenguas. No os calléis; al hablar con lenguas ardientes, encended a los fríos.

Los donatistas cierran los ojos

5. En efecto, ¿qué, hermanos míos? ¿Quién no ve lo que ellos no ven? No es de extrañar, porque quienes no quieren regresar de ahí son como el cuervo al que se dejó salir del arca. En efecto, ¿quién no ve lo que no ven ellos? Y son ingratos al Espíritu Santo en persona. He aquí que la paloma desciende sobre el Señor, y sobre el Señor bautizado. Y apareció allí esa santa y verdadera Trinidad que es para nosotros el único Dios. En efecto, ascendió del agua el Señor, como leemos en el evangelio, y he aquí que se le abrieron los cielos y vio al Espíritu descender como paloma y se quedó sobre él, y al momento siguió una voz: Tú eres mi hijo querido en quien me he complacido11. Aparece manifiestísima la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la paloma. Veamos lo que vemos, a dónde fueron enviados en esta Trinidad los apóstoles, y que es extraño que ellos no vean, pues no es que realmente no lo ven, sino que cierran los ojos a lo que les hiere el rostro; a dónde fueron enviados los discípulos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo por el mismo de quien se dijo: Éste es quien bautiza. En efecto, lo dijo a los ministros quien se reservó esta potestad.

Una sola paloma, un solo bautismo

6. Por cierto, esto vio Juan en él y conoció lo que no conocía, no porque no conocía que él era el Hijo de Dios, o cuando no conocía que era el Señor o no conocía que era el Mesías o tampoco conocía verdaderamente que ese mismo iba a bautizar con agua y Espíritu Santo; en verdad, conocía también esto; más bien, lo que mediante la paloma aprendió es esto: que ése iba a bautizar reservándose esa potestad y no traspasándola a nadie de los ministros. De hecho, mediante esta potestad que Cristo se reservó para sí solo y que, si bien se dignó bautizar mediante sus ministros, no trasvasó a ningún ministro, mediante ésta se mantiene en pie la unidad de la Iglesia, simbolizada en la paloma de la que se dice: Única es mi paloma, única es para su madre12. En efecto, hermanos míos, si, como ya he dicho, el Señor transfiriese al ministro la potestad, habría tantos bautismos cuantos fuesen los ministros, y ya no se mantendría en pie la unidad del bautismo.

Siempre es Cristo quien bautiza

7. Atended, hermanos. Porque tras el bautismo descendió la paloma gracias a la que Juan conoció algo especial, pues se le dijo: «Sobre quien veas al Espíritu descender como paloma y permanecer sobre él, ése es quien bautiza con Espíritu Santo»; antes que nuestro Señor Jesucristo viniera al bautismo conocía que ése mismo bautiza con Espíritu Santo; pero allí aprendió esto: que bautiza con peculiaridad tal, que la potestad, aun dándola él, no pasaría de él a otro. Y que Juan conocía ya esto también —que el Señor iba a bautizar con Espíritu Santo—, ¿cómo lo probamos de forma que se entienda que gracias a la paloma había aprendido esto: que el Señor iba a bautizar con Espíritu Santo, sin que esa potestad pasase a ningún otro hombre? ¿Cómo lo probamos?

La paloma descendió, bautizado ya el Señor. Ahora bien, por las palabras en que dice: «¿Tú vienes a mí a ser bautizado? Yo debo ser bautizado por ti»13, he dicho que lo conocía antes de venir el Señor a ser bautizado por Juan en el Jordán. Pero he aquí que conocía que era el Señor, conocía que era el Hijo de Dios. ¿Cómo probamos que ya conocía que él bautizaría con Espíritu Santo? Antes de venir al río, cuando muchos acudían a Juan a ser bautizados, les dijo: Yo os bautizo con agua, sí; quien, en cambio, viene tras de mí, es mayor que yo, la correa de cuyo calzado no soy digno de desatar; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego14. Ya sabía esto también. ¿Qué aprendió, pues, mediante la paloma —no vaya luego a quedar él como mentiroso, cosa que no permita Dios que opinemos—, sino que en Cristo habría cierta propiedad tal, que, aunque muchos ministros, justos o injustos, iban a bautizar, la santidad del bautismo no se atribuiría sino a aquel sobre quien descendió la paloma, del cual está dicho: Éste es quien bautiza con Espíritu Santo?15 Bautice Pedro, éste es quien bautiza; bautice Pablo, éste es quien bautiza; bautice Judas, éste es quien bautiza.

La santidad del ministro no cambia la gracia del sacramento

8. De hecho, si el bautismo es santo según la diversidad de méritos, habrá bautismos diversos porque los méritos son diversos, y se supone que cada uno recibe algo tanto mejor cuanto parece haberlo recibido de alguien mejor. Los santos mismos, entended, hermanos, los buenos, que pertenecen a la paloma, que pertenecen al lote de aquella ciudad de Jerusalén, los mismos buenos de la Iglesia, de quienes dice el Apóstol: «Conoce el Señor a quienes son suyos»16, son de gracias diversas, no todos tienen méritos análogos: unos son más santos que otros, unos son mejores que otros. ¿Por qué, pues, si, verbigracia, bautiza a uno un ministro justo, santo, a otro alguien de mérito inferior ante Dios, de grado inferior, de continencia inferior, de vida inferior, lo que han recibido es empero uno, par e igual, sino porque Éste es quien bautiza? Como, pues, cuando bautizan el bueno y mejor, no por eso recibe éste algo bueno y aquél algo mejor, sino que, aunque los ministros sean bueno y mejor, lo que han recibido es uno e igual, no es mejor en aquél e inferior en éste, así también, cuando el malo bautiza por alguna ignorancia o tolerancia de la Iglesia —los malos son, en efecto, ignorados o tolerados; la paja se tolera hasta que al final sea aventada la era—, lo que se ha dado es uno; no desigual en atención a ministros desiguales, sino par e igual en atención a «Éste es quien bautiza».

La unidad de Dios

9. Veamos, pues, queridísimos, lo que ellos no quieren ver, no porque no ven, sino porque les duele verlo; está como cerrado frente a ellos. ¿A dónde fueron enviados los discípulos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, para bautizar como ministros? ¿A dónde fueron enviados? Id, dijo, bautizad a las gentes17. Habéis oído, hermanos, cómo vino esa herencia: Pídeme y te daré en herencia tuya las naciones, y en posesión tuya los confines de la tierra18. Habéis oído cómo de Sión salió la Ley, y de Jerusalén la palabra del Señor19, pues allí oyeron los discípulos: Id, bautizad a las gentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo20. Se nos ha hecho atender cuando hemos oído: Id, bautizad a las gentes. ¿En el nombre de quién? En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Ése es el único Dios, porque han de bautizar no en los nombres del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, sino en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Donde oyes un único nombre, hay un único Dios, como de la descendencia de Abrahán está dicho y expone el apóstol Pablo: En tu descendencia serán bendecidas todas las gentes; no ha dicho «en descendencias» como en muchas, sino como en una única, «y en tu descendencia», que es Cristo21. Como, pues, el Apóstol ha querido enseñarte que Cristo es único porque allí no dice «en descendencias», así también aquí, cuando está dicho «en el nombre», no «en los nombres», como allí «en descendencia», no «en descendencias», se prueba que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo son un único Dios.

La unidad de las naciones

10. «Pero», dicen los discípulos al Señor, «he aquí que hemos oído en qué nombre hemos de bautizar; nos has hecho ministros y nos has dicho: «Id, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; ¿a dónde iremos?» «¿A dónde? ¿No habéis oído? A mi herencia. Preguntáis: “¿a dónde iremos?”. A lo que he comprado con mi sangre». «¿A dónde, pues?» «A las naciones», responde. Supuse que dijo: «Id, bautizad a los africanos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» ¡Gracias a Dios! El Señor ha resuelto la cuestión, la paloma la ha enseñado. ¡Gracias a Dios! A las naciones han sido enviados los apóstoles; si a las gentes, a todas las lenguas. Esto significó el Espíritu Santo repartido en lenguas, unido en la paloma. Por una parte, las lenguas se reparten; por otra, la paloma une. Las lenguas de las naciones han concordado, ¿y sola la lengua de África discuerda? ¿Hay algo más evidente, hermanos míos? En la paloma, unidad; en las lenguas de las naciones, sociedad.

Efectivamente, alguna vez las lenguas discordaron por soberbia y entonces las lenguas se hicieron de una única muchas. En efecto, tras el diluvio, ciertos hombres soberbios, como si intentase fortificarse contra Dios, como si para Dios hubiese algo elevado, o algo seguro para la soberbia, erigieron una torre, como para que no los destruyera un diluvio, si se producía después22. Efectivamente, habían oído y recontado que el diluvio había destruido toda iniquidad. De la iniquidad no querían abstenerse; contra el diluvio necesitaban la altura de la torre; edificaron una torre elevada. Vio Dios su soberbia e hizo que penetrase en ellos este error, el de no entenderse hablando; y por la soberbia se hicieron diversas las lenguas23.

Si la soberbia hizo las diferencias de lenguas, la humildad de Cristo ha congregado las diferencias de lenguas. La Iglesia reúne ya lo que aquella torre había disociado. De una única lengua surgieron muchas; no te extrañes, la soberbia lo hizo. De muchas lenguas surge una única; no te extrañes, la caridad lo ha hecho porque, aunque los sonidos de las lenguas son diversos, en el corazón se invoca al único Dios, se custodia la única paz. ¿Cómo, pues, carísimos, debió el Espíritu Santo mostrarse para significar cierta unidad, sino mediante la paloma, para que se dijese a la Iglesia sosegada: Mi paloma es una sola?24 ¿Cómo debió mostrarse la humildad, sino mediante un ave sencilla y gimiente, no mediante un ave soberbia y presuntuosa como el cuervo?

¿Fuera de la paloma no hay bautismo?

11. Quizá dirán: «Porque, pues, existe la paloma y una única paloma, fuera de la única paloma no puede haber bautismo; si, pues, contigo está la paloma o tú eres la paloma, cuando vengo a ti dame tú lo que no tengo». Sabéis que dicen esto; en seguida os quedará claro que no viene de la voz de paloma, sino del grito del cuervo. De hecho, atienda un poco Vuestra Caridad y temed las insidias, mejor dicho, poneos en guardia y recibid las palabras de los contradictores para rechazarlas, no para tragarlas y darlas a los intestinos. Haced con ellas lo que hizo el Señor cuando le ofrecieron la bebida amarga: la gustó y rechazó25. Así también vosotros: oídlas y tiradlas. En efecto, ¿qué dicen? Veamos. Dice: «He aquí que tú, oh Católica, eres la paloma; se te ha dicho: “Única es mi paloma, única es para su madre”26; ciertamente se te ha dicho». Aguarda, no me interrogues; demuestra primero que se me ha dicho a mí; quiero oír pronto si a mí se ha dicho. Afirma: «A ti se ha dicho». Respondo en nombre de la Católica: «A mí». Ahora bien, hermanos, esto que ha sonado sólo en mi boca, procede también, como supongo, de vuestros corazones y todos hemos dicho igualmente: «A la Iglesia católica se ha dicho: “Única es mi paloma, única es para su madre”». Replica: «Fuera de esa paloma no hay bautismo; yo fui bautizado fuera de esa paloma; luego no tengo el bautismo; si no tengo el bautismo, ¿por qué no me lo das cuando vengo a ti?».

Cuidado con los sofismas donatistas

12. También yo interrogo; de momento prescindamos de a quién se ha dicho: Única es mi paloma, única es para su madre. Todavía preguntamos: o se ha dicho a mí, o se ha dicho a ti; prescindamos de a quién se ha dicho. Esto, pues, pregunto; si la paloma es sencilla, inocente, sin hiel, sosegada en los besos, no cruel en las garras, pregunto si a los miembros de esta paloma pertenecen los avaros, rapaces, truhanes, borrachos, escandalosos27; ¿son miembros de esta paloma? «Ni hablar», responde. Y, en verdad, hermanos, ¿quién diría esto? Por no decir otra cosa: si nombro a solos los rapaces, pueden ser miembros del gavilán, no miembros de la paloma. Los milanos son rapaces, los gavilanes son rapaces, los cuervos son rapaces; las palomas no son rapaces, no despedazan; luego los rapaces no son miembros de la paloma. ¿No ha habido entre vosotros siquiera un ladrón? ¿Por qué permanece el bautismo que dio el gavilán, no la paloma? ¿Por qué entre vosotros mismos no bautizáis después de los rapaces, adúlteros, borrachos, avaros de entre vosotros mismos? ¿Acaso todos ésos son miembros de la paloma? Deshonráis a vuestra paloma hasta el punto de ponerle miembros de buitre.

¿Qué, pues, hermanos, qué digo? En la Iglesia católica hay malos y buenos; allí, en cambio, hay malos solos. Pero quizá digo esto con ánimo hostil; también lo veremos después. Al menos dicen que también allí hay buenos y malos; por cierto, si dicen que ellos no tienen más que buenos, créanles los suyos y firmo. Digan: «Entre nosotros no hay sino santos, justo, castos, sobrios; no adúlteros, no usureros, no defraudadores, no perjuros, no beodos». Díganlo, pues no atiendo a sus lenguas, sino que hablo de sus corazones. Ahora bien, porque son conocidos para mí, para vosotros y para los suyos, como en la Católica vosotros sois conocidos para vosotros y para ellos, no los reprendamos ni ellos se lisonjeen. Nosotros confesamos que en la Iglesia hay buenos y malos, pero como los granos y la paja. A veces es paja quien es bautizado por el grano, y es grano quien es bautizado por la paja; de no ser así, si vale quien es bautizado por el grano, pero no vale quien es bautizado por la paja, es falso «Éste es quien bautiza»28. Si, en cambio, es verdad «Éste es quien bautiza», vale lo que aquél da, y bautiza como la paloma. En efecto, aquel malo no es la paloma ni pertenece a los miembros de la paloma; de éste no puede decirse que está en la Católica ni entre aquéllos, si ellos dicen que su Iglesia es la paloma. ¿Qué entendemos, pues, hermanos? Que es manifiesto y sabido para todos —y de ello se les convence aunque no quieran— que ni allí, cuando los malos dan el bautismo, se bautiza después de ellos, ni aquí, cuando lo dan los malos, se bautiza después de ellos. La paloma no bautiza después del cuervo; ¿por qué quiere el cuervo bautizar después de la paloma?

Fuera de la Católica no aprovecha el bautismo

13. Atienda Vuestra Caridad. Como quiera que, bautizado el Señor, vino una paloma, esto es, el Espíritu Santo en forma de paloma, y permaneció sobre él, ¿por qué, aunque gracias a la venida de la paloma conocía Juan esto, que en el Señor hay cierta potestad propia para bautizar, mediante la paloma se indicó también no sé qué? Porque, como he dicho, mediante esta potestad propia queda consolidada la paz de la Iglesia. Puede también suceder que fuera de la paloma tenga alguien el bautismo; no puede suceder que fuera de la paloma le aproveche el bautismo. Atienda Vuestra Caridad y entienda lo que digo, porque con este sofisma seducen con frecuencia a hermanos nuestros que son perezosos y fríos. Seamos muy sencillos e hirvientes. Preguntan: «Bueno, ¿he recibido yo el bautismo o no lo he recibido?». Respondo: «Lo has recibido». «Si, pues, lo he recibido, no tienes nada que darme; estoy seguro incluso por tu testimonio, pues yo digo que lo he recibido y tú confiesas que yo lo he recibido; la lengua de ambos me da seguridad. ¿Qué me prometes, pues? ¿Por qué quieres hacerme católico, si no vas a darme nada más y confiesas que ya he recibido lo que dices que tú tienes? Yo, en cambio, cuando digo: «Ven a mí», digo que tú, que confiesas que lo tengo, no lo tienes. ¿Por qué dices: «Ven a mí»».

Sin la caridad, de nada sirve el bautismo

14. La paloma nos enseña, pues desde la cabeza del Señor responde y dice: «Tienes el bautismo; pero no tienes la caridad con que gimo». Replica: «¿Qué significa esto: tengo el bautismo, no tengo la caridad; tengo los sacramentos y la caridad no?». No grites. Muéstrame cómo tiene la caridad quien divide la unidad. «Yo tengo el bautismo», afirma. «Lo tienes; pero sin la caridad no te aprovecha el bautismo ese, porque sin caridad tú no eres nada. El bautismo ese, aun en quien nada es, es verdaderamente algo; el bautismo ese es, sí, algo y algo grande por ese de quien está dicho: Éste es quien bautiza. Pero, para que no supongas que eso que es grande te aprovecha algo, si no estuvieses en la unidad, sobre el Bautizado descendió la paloma, como diciendo: «Si tienes el bautismo, permanece en la paloma; fuera no te aprovecha lo que tienes». «Ven, pues, a la paloma», decimos, no para que comiences a tener lo que no tenías, sino para que comience a aprovecharte lo que tenías. En efecto, fuera tenías el bautismo para perjuicio; si lo tienes dentro, comienza a aprovecharte para salvación.

Fuera de la unidad, los sacramentos son perjudiciales

15. «En efecto, el bautismo no sólo no te aprovechaba; incluso te perjudicaba». Hasta las cosas santas pueden perjudicar, pues para salvación están en los buenos las cosas santas, para condena en los malos29. En efecto, hermanos, sabemos ciertamente qué recibimos; y lo que recibimos es santo, sí, y nadie dice que eso no es santo. ¿Y qué afirma el Apóstol? Ahora bien, quien come y bebe indignamente, se come y bebe la condena30. No afirma que esa cosa es mala, sino que el malo, por recibirla mal, para condena recibe el bien que recibe. Efectivamente, ¿acaso era malo el bocado que el Señor entregó a Judas?31 En absoluto. El médico nunca daría veneno. La salud dio el médico; pero por recibirla indignamente, para perjuicio la recibió quien la recibió no en paz. Pues así también quien es bautizado. «Lo tengo en mi favor», dice. Reconozco que lo tienes; observa lo que tienes: eso mismo que tienes te condenará. ¿Por qué? Porque fuera de la paloma tienes una cosa de la paloma. Si en la paloma tienes la cosa de la paloma, seguro la tienes. Supón que eres militar: si tienes dentro la marca de tu emperador, seguro militas; si la tienes fuera, esa marca no sólo no te aprovecha para la milicia, sino que incluso serás castigado como desertor. Ven, pues; ven y no digas: «Ya lo tengo, ya me basta». Ven; la paloma te llama; gimiendo te llama.

Invitación a la unidad

Hermanos míos, os digo: llamadlos gimiendo, no riñendo; llamadlos orando, llamadlos invitando, llamadlos ayunando; por la caridad comprendan que os doléis por ellos. No dudo, hermanos míos, que si ven vuestro dolor, se avergonzarán y revivirán. Ven, pues, ven. No temas; teme si no vienes; o mejor dicho, no temas, sino llora. Ven, te alegrarás si vinieres. Gimes, sí, entre las tribulaciones de la peregrinación, pero te alegrarás con la esperanza 32. Ven adonde está la paloma a la que está dicho: Única es mi paloma, única es para su madre33. Sobre la cabeza de Cristo ves una única paloma; ¿no ves las lenguas en todo el orbe de las tierras? Idéntico Espíritu mediante la paloma, idéntico también mediante las lenguas; si mediante la paloma idéntico Espíritu y mediante las lenguas idéntico Espíritu, el Espíritu Santo ha sido dado al orbe de las tierras del que te has separado; así, gritas con el cuervo; así, no gimes con la paloma. Ven, pues.

16. Pero quizás estás preocupado y dices: «Bautizado fuera, temo ser reo precisamente de haberlo recibido fuera». Ya has comenzado a conocer por qué cosa hay que gemir; dices la verdad, que eres reo no por haberlo recibido, sino por haberlo recibido fuera. Mantén, pues, lo que has recibido; enmienda haberlo recibido fuera. Fuera de la paloma has recibido una cosa de la paloma. Dos cosas son las que oyes: «has recibido» y «fuera de la paloma has recibido». Apruebo que hayas recibido; repruebo que hayas recibido fuera. Mantén, pues, lo que has recibido; no se cambia, sino que se reconoce. Es la marca de mi Rey, no seré sacrílego. Corrijo al desertor, no cambio la marca.

Condiciones para que el bautismo produzca sus efectos

17. No te gloríes del bautismo porque digo: «Es ése mismo». He aquí que digo: «Es ése mismo», la entera Católica dice: «Es ése mismo». La paloma advierte y reconoce que lo tienes fuera, y gime. Ve allí lo que puede reconocer; ve también lo que ha de corregir. Es ése mismo, ven. ¿Te glorías de que es ése mismo, y no quieres venir? Los malos, pues, que no pertenecen a la paloma, ¿qué? Te dice la paloma: «Los malos entre los que gimo, que no pertenecen a mis miembros y es necesario que gima entre ellos, ¿acaso no tienen también lo que tú te glorías de tener? ¿Acaso muchos borrachos no tienen el bautismo?, ¿acaso no muchos avaros?, ¿acaso no muchos idólatras y, lo que es peor, furtivamente? ¿Acaso los paganos no van o iban públicamente a los ídolos? Ahora, los cristianos buscan ocultamente adivinos, consultan a astrólogos. También éstos tienen el bautismo, pero la paloma gime entre los cuervos. ¿Por qué, pues, te alegras de tenerlo? Tienes lo que tiene también el malo. Ten humildad, caridad, paz. Ten el bien que aún no tienes, para que te aproveche el bien que tienes.

El caso de Simón el mago

18. Por cierto, el mago Simón tuvo también lo que tienes; testigos son los Hechos de los Apóstoles, ese libro canónico al que cada año ha de darse lectura pública en la Iglesia. Sabéis que en la solemnidad aniversaria, tras la pasión del Señor, se da lectura pública a ese libro donde está escrito cómo se convirtió el Apóstol y de perseguidor fue hecho predicador34; donde también, el día de Pentecostés, el Espíritu Santo fue enviado en lenguas repartidas como de fuego35. Allí leemos que en Samaría muchos creyeron mediante la predicación de Felipe36, sea éste uno de los apóstoles o de los diáconos, porque allí leemos que fueron ordenados siete diáconos, entre los cuales está también el nombre de Felipe37. Mediante la predicación de Felipe, pues, creyeron los samaritanos. Samaría comenzó a abundar en fieles. Allí estaba ese mago, Simón. Mediante sus habilidades mágicas había vuelto loco al pueblo, hasta suponerlo una fuerza de Dios. Impresionado empero por los signos que hacía Felipe, también él creyó; pero los acontecimientos que siguieron, demostraron cómo creyó. Pues bien, Simón fue también bautizado. Oyeron esto los apóstoles, que estaban en Jerusalén; les enviaron a Pedro y a Juan; encontraron a muchos bautizados y, porque ninguno de ellos había recibido aún el Espíritu Santo como entonces descendía —de forma que, para mostrar la significación de las naciones que iban a creer, hablasen en lenguas esos a quienes descendía el Espíritu Santo—, les impusieron las manos mientras oraban por ellos, y recibieron el Espíritu Santo.

El tal Simón, que en la Iglesia era no paloma, sino cuervo, porque buscaba lo que es suyo, no lo de Jesucristo38, razón por la que en los cristianos había amado más el poder que la justicia, vio que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo —no que ellos lo daban, sino que al orar ellos fue dado—, y preguntó a los apóstoles: ¿Qué dinero queréis recibir de mí, para que también por la imposición de mis manos se dé el Espíritu Santo? Y Pedro le contesta: Tu dinero esté contigo para perdición, porque supusiste que el don de Dios ha de comprarse con dinero. ¿A quién dice: Tu dinero esté contigo para perdición? A un bautizado, sí. Ya tenía el bautismo, pero no se adhería a las entrañas de la paloma. Oye que no se adhería; advierte las palabras mismas del apóstol Pedro, pues sigue: No tienes parte ni lote en esta fe, pues veo que tú estás en hiel de amargura39. La paloma no tiene hiel; Simón la tenía; por eso estaba separado de las entrañas de la paloma. El bautismo ¿de qué le aprovechaba? No te gloríes, pues, del bautismo, como si te bastase la salvación procedente de él. No te aíres, tira la hiel, ven a la paloma. Aquí te aprovechará lo que fuera no sólo no aprovechaba, sino que incluso perjudicaba.

Traer de nuevo al arca a los que están fuera

19. Y no digas: «No vengo porque he sido bautizado fuera». ¡Mira, comienza a tener caridad, comienza a tener fruto, que se halle fruto en ti; la paloma te hará ir adentro! En la Escritura lo encontramos: el arca había sido fabricada con leños incorruptibles40. Leños incorruptibles son los santos, los fieles que pertenecen a Cristo. En efecto, como, respecto al templo, a los hombres fieles se los llama piedras vivas con que se edifica el templo, así a los hombres que perseveran en la fe se los llama leños incorruptibles. En esa arca, pues, los leños eran incorruptibles, ya que el arca es la Iglesia; ahí bautiza la paloma, pues el arca era llevada en medio del agua; los leños incorruptibles han sido bautizados dentro. Encontramos algunos leños bautizados fuera, todos los árboles que había en el mundo. Ahora bien, el agua era la misma, no era otra; toda había venido del cielo y de las profundidades de las fuentes. El agua en que han sido bautizados los leños incorruptibles que estaban en el arca, era esa en que han sido bautizados los leños de fuera. Fue enviada una paloma y primeramente no encontró reposo para sus pies; regresó al arca, pues todo estaba lleno de agua, y prefirió regresar antes que ser rebautizada. Por otra parte, fue soltado el cuervo antes de que el agua se secara; rebautizado, no quiso regresar; murió en esas aguas. Líbrenos Dios de la muerte de ese cuervo. Verdaderamente, ¿por qué no regresó sino porque las aguas lo eliminaron? La paloma, en cambio, al no encontrar reposo para sus pies, regresó al arca, aunque el agua le gritaba por todas partes: «Ven, ven, sumérgete aquí», como gritan esos herejes: «Ven, ven, aquí tienes el bautismo». Y Noé la envió de nuevo, como el arca os envía a que les habléis. ¿Y qué hizo después la paloma? Porque los leños de fuera estaban bautizados, trajo al arca un ramo de olivo. El ramo tenía hojas y fruto41: no haya en ti palabras solas, no haya en ti hojas solas; haya fruto, y regresas al arca, no por ti mismo; la paloma te hace volver. Gemid fuera para que los hagáis volver dentro.

Donato, sin la caridad, no es nada

20. El hecho es que, si se examina el fruto este del olivo, encontrarás qué significaba. El fruto del olivo significa la caridad. ¿Cómo lo pruebo? Porque, como el aceite no es hundido por ningún líquido, sino que, reventados todos, emerge y descuella, así tampoco la caridad puede ser hundida en el fondo; necesariamente se alce hacia lo alto. Por eso, el Apóstol dice de ella: Todavía os muestro un camino muy descollante42. Del aceite he dicho que descuella; por si queda alguna duda de que el Apóstol haya dicho de la caridad: «Os muestro un camino muy descollante», oigamos qué sigue: Si hablo en las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo caridad, he venido a ser como sonante objeto de bronce, o címbalo tintineante43.

Donato, vete ahora y grita: «Soy elocuente»; vete ahora y grita: «Soy docto». Elocuente, ¿cuánto? Docto, ¿cuánto? ¿Has hablado acaso en las lenguas de los ángeles? Y, sin embargo, si sin tener caridad hablases en las lenguas de los ángeles, oiría yo metales sonantes y címbalos retiñentes. Busco alguna solidez, quiero hallar fruto entre el follaje. No estén solas las palabras: tengan oliva, regresen al arca.

21. «Pero tengo el sacramento», replicarás. Dices la verdad: el sacramento es divino; tienes el bautismo; también yo reconozco esto. Pero, para que no dijeses también esto: «He creído, me basta», ¿qué dice el mismo Apóstol? Si conociera todos los sacramentos y tuviese profecía y toda la fe, hasta el punto de trasladar montes44. Pero ¿qué dice Santiago? También los demonios creen y se estremecen45. Grande es la fe46, pero nada aprovecha si no tiene caridad. También los demonios confesaban a Cristo. Creyendo, pues, pero no amando, decían: ¿Qué tenemos que ver nosotros y tú?47 Tenían fe, no tenían caridad; por eso eran demonios. No te gloríes de la fe: aún estás a la altura de los demonios. No digas a Cristo: «¿Qué tenemos que ver tú y yo?», pues la unidad de Cristo: te habla: «Ven, conoce la paz, regresa a las entrañas de la paloma. Has sido bautizado fuera; ten fruto y regresas al arca».

22. Y tú dices: «¿Por qué nos buscáis, si somos malos?». Para que seáis buenos. Os buscamos precisamente porque sois malos, ya que, si no fueseis malos, os habríamos encontrado, no os buscaríamos. Por eso os buscamos; regresad al arca. «Pero ya tengo el bautismo». Si conociera todos los sacramentos y tuviese profecía y toda la fe, hasta el punto de trasladar montes, pero no tengo caridad, nada soy48. Vea yo ahí el fruto, vea ahí la oliva, y te hacen volver al arca.

Los falsos mártires de Donato

23. Pero ¿qué replicas? «He aquí que nosotros padecemos muchos males». ¡Ojalá los padecierais por Cristo, no por vuestros honores! Oíd lo que sigue. En efecto, a veces se jactan de que hacen muchas limosnas, dan a los pobres; de que padecen molestias; pero por Donato, no por Cristo. Ve cómo padeces, porque, si por Donato padeces, por un soberbio padeces; no estás en la paloma si por Donato padeces. Él no era amigo del Novio, porque, si fuese amigo del Novio, buscaría la gloria del Novio, no la suya49. Ve al amigo del Novio decir: Éste es quien bautiza. Ese por quien padeces no era amigo del Novio. No tienes el traje nupcial y, si has venido al convite, tienes que ser echado fuera50. Mejor dicho, eres desdichado precisamente por haber sido echado fuera. Regresa por fin y no te gloríes. Oye qué dice el Apóstol: Si distribuyera a los pobres todo lo mío y entregase mi cuerpo a arder, pero no tengo caridad. He aquí lo que no tienes. Si entregase, dice, mi cuerpo para arder incluso por el nombre de Cristo, sí; pero, porque hay muchos que lo hacen por jactancia, no por caridad, por eso: Si entregase mi cuerpo a arder, pero no tengo caridad, de nada me aprovecha51. Por caridad lo hicieron los mártires que padecieron en tiempo de persecución; por caridad lo hicieron. Ésos, en cambio, lo hacen por orgullo y por soberbia porque, cuando no hay perseguidor, ellos mismos se despeñan. Ven, pues, para que tengas caridad. «Pero nosotros tenemos mártires». ¿Qué mártires? No son palomas; por eso intentaron volar y se han caído de la roca.

24. Veis, pues, hermanos míos, que todo clama contra ellos: todas las Divinas Páginas, toda profecía, el Evangelio entero, todas las cartas apostólicas, todos los gemidos de la paloma; y todavía no se despiertan, todavía no se despabilan. Pero si somos la paloma, gimamos, toleremos, esperemos. La misericordia de Dios asistirá, para que el fuego del Espíritu Santo hierva en vuestra sencillez, y vendrán. No hay que perder la esperanza; orad, predicad, amad. Absolutamente poderoso es el Señor. Ya han empezado a conocer su desvergüenza; muchos la han conocido, muchos se han ruborizado. Cristo asistirá para que la conozcan también los demás. Sí, hermanos, hay que recoger todo el grano, y en su era quedará solamente la paja. Lo que allí ha fructificado regrese al arca mediante la paloma.

Quejas de los donatistas y respuesta de Agustín

25. Ahora que por todas partes están en retirada, ¿de qué nos acusan, al no hallar qué decir? «Han robado nuestras fincas rústicas, han robado nuestras propiedades». Presentan los testamentos de los hombres. «Aquí hay uno en el que Gayuseyo donó una propiedad a la Iglesia que presidía Faustino». ¿De qué Iglesia era obispo Faustino? ¿Qué es la Iglesia? «A la Iglesia, dijo, que presidía Faustino». Pero Faustino no presidía la Iglesia, sino que presidía un partido. En cambio, la Iglesia es la paloma. ¿Por qué gritas? No hemos devorado las fincas rústicas; téngalas la paloma; aclaremos qué significa la paloma y que ella las tenga. En verdad sabéis, hermanos míos, que estas fincas rústicas no son de Agustín. Y si no lo sabéis y suponéis que gozo con la posesión de fincas, Dios conoce, él sabe mis sentimientos acerca de esas fincas y lo que por ellas he tenido que aguantar; él conoce mis gemidos, si se dignó hacerme partícipe en algo de la paloma. Aquí están las fincas, ¿con qué derecho defiendes las fincas, con el divino o con el humano? ¡Respondan!

En las Escrituras tenemos el derecho divino; el humano en las leyes de los reyes. ¿En virtud de qué posee cada uno lo que posee? ¿Acaso no por derecho humano? En realidad, por derecho divino: Del Señor es la tierra y su plenitud52. De un único barro ha hecho Dios a pobres y ricos, y una única tierra soporta a pobres y ricos. Sin embargo, por derecho humano dice uno: «Esta finca es mía, esta casa es mía, este esclavo es mío». Por derecho humano, pues, por derecho de los emperadores. ¿Por qué? Porque mediante los emperadores y reyes distribuye Dios al género humano esos derechos humanos. ¿Queréis que leamos las leyes de los emperadores y según ellas tratemos de las fincas? Si queréis poseerlas por derecho humano, demos lectura pública a las leyes de los emperadores; veamos si quisieron que los herejes posean algo. «Pero ¿qué me importa el emperador?». Según su derecho posees tierra. O suprime los derechos de los emperadores, y ¿quién osa decir: «Mía es esa finca o mío es ese esclavo o esta casa es mía»? Si, en cambio, para que los hombres mantengan estas cosas, han recibido los derechos de los reyes, ¿queréis que demos lectura pública a las leyes, para que gocéis de tener siquiera un huerto, y no imputéis sino a la mansedumbre de la paloma el que, al menos, se os permite permanecer allí? En efecto, se leen leyes manifiestas, en que los emperadores han preceptuado que en nombre de la Iglesia nada osen poseer esos que fuera de la comunión de la Iglesia católica usurpan para sí el nombre cristiano y no quieren dar culto en paz al autor de la paz.

26. «Pero ¿qué tenemos que ver nosotros y el emperador?». Pero ya he dicho que se trata del derecho humano. Y, sin embargo, un apóstol quiso que se sirva a los reyes, quiso que se honre a los reyes, y dijo: Reverenciad al rey53. No digas: «¿Qué tenemos que ver el rey y yo?». ¿Qué tenéis, pues, que ver tú y la propiedad? Mediante los derechos de los reyes se poseen las posesiones. Has dicho: «¿Qué tenemos que ver el rey y yo?». No llames tuyas a las propiedades, porque has renunciado a esos derechos humanos gracias a los que se poseen las posesiones. Pero replica: «Yo trato del derecho divino». Leamos, pues, públicamente el evangelio; veamos hasta qué punto la Iglesia católica es de Cristo, sobre quien vino la paloma que enseñó: Éste es quien bautiza54. ¿Cómo, pues, poseerá por derecho divino quien dice: «Yo bautizo», siendo así que la paloma dice «Éste es quien bautiza», siendo así que la Escritura dice: Única es mi paloma, única es para su madre? ¿Por qué habéis desgarrado la paloma? Mejor dicho, habéis desgarrado vuestras entrañas, porque la desgarráis para vosotros; la paloma persevera íntegra. Si, pues, hermanos míos, en ninguna parte tienen qué decir, yo digo qué deben hacer: vengan a la Católica, y tendrán con nosotros no sólo la tierra, sino también al que hizo el cielo y la tierra.