HOMILÍAS SOBRE LA PRIMERA CARTA
DE SAN JUAN A LOS PARTOS

HOMILÍA SEGUNDA (1 JN 2,12-17)

Traducción: Pío de Luis, OSA

I. Comentario sobre las lecturas del día

El sostén de la fe se halla en el testimonio de las Escrituras

1. Conviene escuchar con atención todo lo que se lee tomado de la Sagrada Escritura, pues mira a nuestra instrucción y a nuestra salvación. Sin embargo ha de confiarse a la memoria de un modo especial cuanto tiene valor específico para refutar a los herejes. Sus insidias no cesan de tender asechanzas a los más débiles y desprevenidos.

Recordad que nuestro Señor y Salvador Jesucristo murió y resucitó por nosotros; es decir, murió por nuestros pecados y resucitó para hacernos justos1. Ya oísteis que, a dos de sus discípulos que encontró yendo de camino, se les ofuscaron los ojos de modo que no lo reconocieron. En consecuencia, los halló sin esperanza alguna de la redención realizada en Cristo. Juzgaban que él ya había sufrido la pasión y que había muerto como un hombre, sin que les pasase por la mente que vivía para siempre en cuanto Hijo de Dios; pensaban que había muerto en la carne de manera que ya no volvería a la vida, como cualquiera de los profetas. Así lo atestiguan sus palabras que, quienes estuvisteis atentos, oísteis hace poco.

Entonces les abrió las Escrituras. Comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les mostró que todo lo que había padecido estaba predicho. Trataba de evitar que se turbasen más por la resurrección del Señor y tuviesen un motivo ulterior para no creerle, si esas cosas no hubiesen sido predichas acerca de él con anterioridad. Pues la solidez de la fe se fundamenta en que cuanto aconteció en torno a la persona de Cristo estaba predicho de antemano.

Los discípulos, por tanto, no lo reconocieron más que en la fracción del pan. Y, verdaderamente, quien no come y bebe su propia condenación2, reconoce a Cristo en la fracción del pan.

Con posterioridad, también los once creían estar viendo un fantasma. El Señor que se prestó a que le crucificaran, se prestó también a que le tocaran; a que le crucificaran los enemigos, a que le tocaran los amigos, actuando, sin embargo, como médico de todos: de la impiedad de los primeros y de la incredulidad de los segundos. Cuando se leyó el texto de los Hechos de los Apóstoles, escuchasteis, en efecto, cuántos millares de personas de entre los asesinos de Cristo creyeron en Él3. Si creyeron en un segundo momento los que le habían dado muerte, ¿no iban a creer los que sólo por breve tiempo sucumbieron a la duda? Con todo, no le pareció suficiente ofrecerse a que lo tocaran, si no confirmaba el corazón de los creyentes con las Escrituras. Pues tenía los ojos puestos en nosotros que íbamos a llegar después. No tenemos nada de él que podamos tocar, pero sí qué leer. Debéis prestar a esto la máxima atención y confiarlo a vuestra memoria, es decir, que contra los errores insidiosos Dios quiso que la fe se afianzase con el testimonio de las Escrituras, contra las cuales no se atreve a hablar nadie que, del modo que sea, quiere presentarse como cristiano.

Si los discípulos creyeron porque lo agarraron y tocaron, ¿qué haremos nosotros? Cristo ya ha subido al cielo y no ha de regresar más que al final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos; ¿dónde hemos de apoyar nuestra fe sino en aquello en que, por voluntad del Señor mismo, la apoyaron los que le tocaron? Pues les desentrañó las Escrituras y les mostró que convenía que Cristo padeciese y se cumpliese cuanto está escrito acerca de él en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Queda incluida la totalidad del texto de las Escrituras. Todo lo contenido en ellas emite el sonido de Cristo, pero a condición de que encuentre oídos que lo oigan. Y les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras. Por ello, también nosotros hemos de orar para que abra asimismo la nuestra.

Conocimiento del esposo y de la esposa, de Cristo y de la Iglesia

2. Pero ¿qué mostró el Señor que estaba escrito acerca de él en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos? ¿Qué mostró? Dígalo él mismo. El evangelista lo expresó en pocas palabras para que conozcamos qué debemos creer y entender en extensión tan grande como es la Escritura. Muchas son, en verdad, sus páginas y muchos sus libros. Todos ellos contienen lo que, de forma breve, dijo el Señor a sus discípulos. ¿Qué, en concreto? Que convenía que Cristo sufriera la pasión y que resucitase al tercer día4. Tienes ya las palabras referentes al esposo: convenía que Cristo sufriera la pasión y que resucitase. Se nos ha recomendado al esposo. Veamos qué dice acerca de la esposa a fin de que, una vez conocido el esposo y la esposa, vengas a las bodas con conocimiento de causa. Pues toda celebración es celebración nupcial: se celebran las bodas de la Iglesia. El hijo del rey, él mismo rey, toma esposa, esposa que son los asistentes al acto. No acontece aquí lo que en las bodas ordinarias; en ellas unos son los que asisten y otra la que se casa; en la Iglesia los que asisten, si lo hacen como es debido, se convierten en la esposa. Pues la esposa de Cristo es la Iglesia entera, cuyo principio y comienzo es la carne de Cristo. Allí se unió la esposa al esposo en carne. Con razón partió el pan al recomendar la carne misma y con razón se abrieron los ojos de los discípulos y le reconocieron en el momento de la fracción del pan.

¿Qué dijo, pues, el Señor que estaba escrito de sí en la ley, los profetas y los salmos? Que convenía que Cristo sufriera la pasión. Si no hubiera añadido y que resucitara,con toda razón llorarían aquellos discípulos cuyos ojos estaban ofuscados. Pero también estaba predicho que resucitaría. Y esto ¿con qué finalidad? ¿Por qué convenía que Cristo sufriera la pasión y resucitara? En atención a lo que dice aquel salmo que os encarecimos al máximo en la primera reunión del último miércoles. ¿Por qué convenía que Cristo sufriera la pasión y resucitara? Por esto: Harán memoria y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra y lo adorarán en su presencia todos los pueblos de la gentilidad5. En efecto, para que sepáis que convenía que Cristo padeciera la pasión y resucitara, ¿qué añadió aquí a fin de recomendar a la esposa, después de recomendar al esposo? Y que, en su nombre, se predique -dijo- la penitencia y el perdón de los pecados en todos los pueblos, comenzando por Jerusalén6.

Lo habéis oído, hermanos; retenedlo. A propósito de la Iglesia, nadie dude de que está extendida por todos los pueblos de la gentilidad; nadie dude de que tuvo su comienzo en Jerusalén y llegó a todos los pueblos gentiles. Reconocemos el campo en que fue plantada la vid; mas, una vez que ha crecido, ya no lo reconocemos, porque ella lo ha ocupado todo. ¿Dónde tuvo su comienzo? En Jerusalén. ¿Hasta dónde se extendió? Hasta todos los pueblos de la gentilidad. Son pocos los que han quedado; a todos los ocupará. Entre tanto, mientras los ocupa a todos, al agricultor le pareció que algunos sarmientos inútiles debían ser cortados; son los que crearon las herejías y los cismas. No os arrastren los sarmientos ya cortados de modo que también vosotros seáis cortados; al contrario, exhortad a los ya cortados a injertarse de nuevo. Está a la vista que Cristo sufrió la pasión, resucitó y ascendió al cielo. Se ha manifestado también la Iglesia, puesto que en el nombre de Jesús se predica la penitencia y el perdón de los pecados en todos los pueblos gentiles. ¿Dónde tuvo su comienzo? Comenzando por Jerusalén. Esto lo oye el necio, el huero y el ciego. ¿Se puede llamar de otra manera a quien no ve tan gran montaña y cierra los ojos en presencia de la lámpara puesta en el candelero?

La Iglesia posee todas las lenguas

3. Cuando les decimos: «Si sois cristianos católicos, entrad en comunión con aquella Iglesia a partir de la cual se difundió el evangelio a todo el orbe»; cuando les decimos: «Entrad en comunión con dicha Jerusalén», nos responden: «No entramos en comunión con la ciudad en que fue matado nuestro rey, en que recibió muerte nuestro Señor». ¡Como si odiasen la ciudad en que recibió la muerte nuestro Señor! Los judíos le dieron muerte cuando le hallaron en la tierra; éstos expulsan con sus soplidos a quien está sentado en el cielo. ¿Quiénes son peores: los que le despreciaron porque le veían hombre o quienes soplan, para expulsarle, sobre los sacramentos de quienes ya reconocen que es Dios? ¡Se ve que odian la ciudad en que recibió la muerte su Señor! Esos hombres llenos de piedad y misericordia sienten inmenso dolor por la muerte de Cristo y dan muerte a Cristo en los hombres. Él, en cambio, amó aquella ciudad y se compadeció de ella. En ella dijo que empezaba el anuncio de su persona: Comenzando por Jerusalén. Puso en ella el comienzo del anuncio de su nombre ¿y te horroriza el pensamiento de entrar en comunión con dicha ciudad? Nada tiene de extraño que, como sarmiento cortado, aborrezcas la raíz. ¿Qué dice Jesús a sus discípulos? Permaneced en la ciudad, pues os envío mi promesa7. He aquí la unidad que ellos aborrecen. Quizá la amaran si habitaran en ella los judíos que dieron muerte a Cristo. Pues es sabido que todos los asesinos de Cristo, los judíos, fueron expulsados de dicha ciudad. La que antes albergaba a quienes se ensañaron con Cristo, ahora tiene adoradores de Cristo. Si la aborrecen es porque en ella hay cristianos. Allí quiso Jesús que se asentasen sus discípulos y allí quiso enviarles el Espíritu Santo. ¿Dónde tuvo inicio la Iglesia, sino allí a donde vino el Espíritu Santo del cielo y llenó a los ciento veinte sentados en un único recinto? El número doce fue multiplicado por diez. Estaban sentados ciento veinte hombres y vino el Espíritu Santo, llenó todo el recinto y se produjo un ruido como causado por un viento recio, y unas lenguas como de fuego se distribuyeron sobre ellos. Escuchasteis los Hechos de los Apóstoles, pues hoy se leyó esa misma lectura. Comenzaron a hablar en lenguas según el Espíritu les concedía hablarlas8. Y todos los que se hallaban presentes, judíos procedentes de diversas naciones, reconocían cada uno su lengua y se admiraban de que aquellas personas ignorantes y sin cultura hubiesen aprendido de repente no una o dos, sino las lenguas de todos los pueblos9. Así, pues, allí donde se oían todas las lenguas, se mostraba que todas habían de acceder a la fe.

Mas he aquí cómo honran a Cristo estos que le aman tanto que, por ello, no quieren entrar en comunión con la ciudad que le dio muerte: sostienen que él quedó sólo en dos lenguas, la latina y la púnica, es decir, la africana. ¿Posee Cristo sólo dos lenguas? Estas dos son, en efecto, las únicas que habla el partido de Donato, ninguna más.

Mantengámonos despiertos, hermanos; consideremos más bien el don del Espíritu de Dios, creamos las cosas dichas anteriormente acerca de él y veamos que se ha cumplido lo anticipado en el salmo: No hay lenguas ni palabras cuyas voces no se oigan10. Y para que no [se piense] que quizá fueron las mismas lenguas las que se congregaron en determinado lugar y no más bien el Don de Cristo el que llegó a todas ellas, escucha lo que dice a continuación: Su sonido se extendió por toda la tierra y sus palabras llegaron a los confines del orbe de la tierra11. ¿Por qué esto? Porque puso su tienda en el sol,es decir, a la luz del día. Su tienda es su carne, su tienda es su Iglesia; está puesta en el sol; no está en la noche, sino en el día. Entonces ¿cómo no la reconocen ellos? Regresad al texto de la carta en que terminó el comentario ayer y ved el porqué: El que odia a su hermano está en las tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos12. Nosotros, pues, ocupémonos de ver lo que sigue y no estemos en tinieblas. ¿Cómo evitaremos estar en tinieblas? Amando a los hermanos. ¿En qué se prueba que amamos la fraternidad? En que no rasgamos la unidad, en que mantenemos la caridad.

II. Continuación del comentario de la Carta de San Juan

Los pecados no se perdonan en nombre de hombre alguno, sino en el de Cristo

4. Os escribo, hijitos, porque vuestros pecados os son perdonados por su nombre13. Sois hijitos porque, al habérseos perdonado los pecados, acabáis de nacer. Pero ¿en nombre de quién se perdonan los pecados? ¿Acaso en el nombre de Agustín? Entonces tampoco en el de Donato. Allá tú quién es para ti Agustín o Donato; el caso es que no se perdonan ni siquiera en el nombre de Pablo o en el de Pedro. En efecto, algunos se repartían la Iglesia e intentaban rasgar la unidad en facciones; entonces, la caridad, cual madre que con sufrimiento da a luz a los pequeños, en la persona del Apóstol muestra sus entrañas, en cierto modo rasga con sus palabras los pechos, llora al ver que le arrebatan a sus hijos, convoca de nuevo al único nombre a los que querían darse muchos nombres, rechaza el amor que le tienen para que sea amado Cristo y dice: ¿Acaso fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?14 ¿Qué dice? No quiero que estéis de mi parte para que podáis estar conmigo. Permaneced conmigo. Todos somos de Aquel que murió por nosotros y por nosotros fue crucificado. A él se debe también: Os son perdonados los pecados en su nombre, no en el de hombre alguno.

Padres: el conocimiento del que es desde el principio

5. Os escribo a vosotros, padres. ¿Por qué eran antes hijos?Porque se os perdonan los pecados en su nombrey sois engendrados por segunda vez a una nueva vida, por eso sois hijos. ¿A qué se debe que sean padres? Porque conocéis al que es desde el principio15, pues el principio concierne a la paternidad. Cristo es nuevo según la carne, pero antiguo según la divinidad. ¿Qué antigüedad le atribuimos? ¿Cuántos años? ¿Pensamos que es mayor que su madre? Sí, mayor que su madre, pues todo fue hecho por Él16. Si todo fue hecho por Él, Él, que es antiguo, hizo también a la madre misma de la que nacería para ser nuevo. Pero ¿acaso sólo de más edad que su madre? Él es más antiguo que los ascendientes de su madre. Ascendiente de su madre fue Abrahán y el Señor dice: Antes de Abrahán, yo soy17. Antes de Abrahán, ¿he dicho bien? Antes de que existiese el hombre fueron hechos el cielo y la tierra. Anterior a ellos fue el Señor; mejor, es. Hablando con toda propiedad, no dice: «Antes de Abrahán, yo fui», sino: Antes de Abrahán, yo soy. Aquello de lo que se afirma que fue no es y aquello de lo que se dice que será, aún no es. Él no conoce otra cosa que ser. En cuanto es Dios, conoce el ser, no el haber sido ni el haber de ser. En él no hay más que un día, pero es eterno. El ayer y el mañana no ponen aquel día en el medio, pues, acabado el «ayer», comienza el «hoy» que acabará al llegar el «mañana». El único día que existe allí carece de tinieblas, de noche, de intervalos, de medidas, de horas. Llámale como quieras; si quieres, día; si quieres, año; si quieres, años. Pues de él se ha dicho: Y tus años no tendrán fin18. ¿Cuándo, en cambio, se le llamó día? Cuando se dijo al Señor: Yo te he engendrado hoy19. Engendrado por el Padre eterno, engendrado desde la eternidad: no hay comienzo alguno, no hay término, no hay intervalos de tiempo: es lo que es, es el que es. Tal dijo a Moisés que era su nombre: Les dirás: El que es me envió a vosotros20. Enconsecuencia, ¿a qué preguntar si existía antes de Abrahán, de Noé, de Adán? Escucha la Escritura: Antes del lucero te he engendrado21. Por último, antes que el cielo y la tierra. ¿Por qué? Porque todo fue hecho por ella y sin ella nada se hizo22. Por tanto, reconoceos padres, pues se convierten en padres conociendo al que es desde el comienzo.

Jóvenes: la fortaleza del cristiano

6.Os escribo a vosotros, jóvenes. Son hijos, son padres, son jóvenes. Hijos porque nacen, padres porque conocen el principio, jóvenes ¿por qué? Porque habéis vencido al maligno23. Propio de los hijos es elnacer, de los padres la antigüedad, de los jóvenes la fortaleza. Si los jóvenes vencen al maligno, es porque lucha contra nosotros.Lucha contra nosotros, pero no nos vence.¿Por qué?¿Porque somos fuertes nosotros o porque es fuerte en nosotros quien fue hallado débil en manos de sus perseguidores? Nos ha hecho fuertes quien no ofreció resistencia a los perseguidores. Pues su crucifixión hay que ponerla en el haber de su debilidad y su vida en el del poder de Dios24.

Consejos a padres y jóvenes

7. Os escribo a vosotros, niños. ¿De dónde os viene la condición de niños? De que conocéis al Padre25. Os escribo a vosotros, padres. Encarece esto y repite: Porque conocéis al que es desde el principio. Recordad que sois padres; si olvidáis al que es desde el principio, habéis perdido la paternidad. Os escribo a vosotros, jóvenes. Considerad una y otra vez que sois jóvenes; luchad para vencer; venced para recibir la corona; sed humildes para no caer en el combate. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.

El conocimiento de Dios ha de ir acompañado del amor

8a. Todas estas cosas, hermanos, a saber, que conocemos al que es desde el principio, que somos fuertes, que conocemos al Padre, dan la impresión de que tratan de encarecer el conocimiento, pero ¿cómo encarecen la caridad? Si conocemos, amemos, pues el conocimiento sin la caridad no salva. La ciencia hincha, la caridad edifica26. Si queréis confesar [a Dios] y no amarle, comenzáis a pareceros a los demonios. Ellos confesaban al Hijo de Dios, pero decían: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo?27, y eran rechazados. Confesadle y abrazadle. Pues ellos temían a causa de sus maldades; vosotros amad a quien perdonó las vuestras.

Incompatibilidad entre el amor de Dios y el del mundo

8b. Pero ¿cómo podemos amar a Dios, si amamos al mundo? Nos dispone para hacernos morada de la caridad. Hay dos amores: el amor del mundo y el amor de Dios. Si habita el amor del mundo, el amor de Dios no tiene lugar de acceso; retírese el amor del mundo y entre a habitar el amor de Dios; que el mejor ocupe el lugar. Amabas al mundo, no lo ames. Cuando hayas achicado de tu corazón todo el amor terreno, sacarás de allí el amor divino, y comienza ya a habitar la caridad de la que no puede derivar ningún mal. Escuchad, pues, ahora las palabras de quien limpia. Halla los corazones de los hombres como si fuesen un campo, pero ¿en qué estado encuentra el campo? Si lo encuentra lleno de maleza, la arranca; si lo halla limpio, entonces planta. Allí quiere plantar un árbol, la caridad. ¿Y qué maleza quiere arrancar? El amor del mundo. Escúchale arrancando la maleza: No améis el mundo -así sigue el texto- ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él28.

Tener la raíz de la caridad

9. Acabáis de oír que si alguien ama el mundo, el amor del Padre no está en él. Que nadie, hermanos, diga en su corazón que es falsa la afirmación. Es Dios quien lo dice; el Espíritu Santo ha hablado por boca del Apóstol. Nada hay más verdadero que esto: si alguien ama el mundo, el amor del Padre no está en él. ¿Quieres poseer el amor del Padre para ser coheredero del Hijo? No ames el mundo. Excluye el amor perverso del mundo para llenarte del amor de Dios. Eres un recipiente, aún estás lleno; derrama lo que tienes dentro, para recibir lo que no tienes. Ciertamente nuestros hermanos ya han renacido del agua y del Espíritu; también nosotros renacimos del agua y del Espíritu algunos años atrás. Nuestro bien consiste en no amar el mundo, no sea que los sacramentos permanezcan en nosotros para nuestra condenación, no como garantía de salvación. Garantía de salvación es tener la raíz de la caridad, tener la eficacia, no sólo la forma exterior de la piedad. La forma es buena y santa, pero ¿de qué vale, si no tiene la raíz? ¿No se envía al fuego el sarmiento cortado? Ten la forma, pero en la raíz. Mas ¿cómo podéis estar tan arraigados que no seáis desarraigados? Manteniendo la caridad, según las palabras del Apóstol: Arraigados y fundados en la caridad29. ¿Cómo va a echar allí raíces la caridad entre tanta maleza de amor del mundo? Arrancad la maleza. Tenéis que sembrar una excelente semilla: que no haya nada en el campo que la ahogue. He aquí las palabras del apóstol Juan que arrancan la maleza: No améis el mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama el mundo, la caridad del Padre no está en él.

Elegir el amor a Dios eterno sobre el amor a las cosas temporales

10. Porque todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y ambición mundana. El Apóstol mencionó tres cosas que no vienen del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan, pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre como también él permanece para siempre30. ¿Por qué no voy a amar lo que hizo Dios? ¿Qué prefieres? ¿Amar lo temporal y pasar con el tiempo, o no amar el mundo y vivir para siempre con Dios? El río de las realidades temporales arrastra, pero nuestro Señor Jesucristo ha nacido como si fuera un árbol al borde del río. Tomó carne, murió, resucitó, subió al cielo. En cierto modo quiso plantarse al borde del río de las realidades temporales. ¿Te sientes arrastrado hacia el abismo? Agárrate al árbol. ¿Te envuelve el amor del mundo? Agárrate a Cristo. Por ti se hizo él temporal, para que tú te hagas eterno, puesto que él se hizo temporal, pero permaneciendo eterno. Se le adhirió algo temporal, pero sin desprenderse de la eternidad. Tú, por el contrario, has nacido temporal, pero, a causa del pecado, te hiciste temporal. Tú te hiciste temporal por el pecado, él por la misericordia que perdona los pecados. ¡Qué grande es la diferencia entre el reo y el que le rinde visita, aunque ambos se hallen en la cárcel! Pues, a veces, una persona llega a donde está el amigo y entra a visitarlo, y uno y otro parece que están en la cárcel, pero distan mucho el uno del otro; es distinta su situación. A uno le tiene allí hundido la causa que tiene pendiente con la justicia; al otro le llevó allí el amor al hombre. Lo mismo acontece en esta mortalidad: a nosotros nos tenía sujetos nuestra culpa, pero él descendió por misericordia; entró a donde estaba el cautivo para rescatarle, no para hundirle. El Señor derramó su sangre por nosotros, nos redimió, nos devolvió la esperanza. Todavía llevamos la mortalidad de la carne y damos por hecho la inmortalidad futura. Aunque fluctuamos en el mar, ya hemos clavado en tierra el ancla de la esperanza.

Actitud ante el mundo como obra de Dios

11. No amemos, pues, el mundo ni lo que hay en el mundo. Pues lo que hay en el mundo no es otra cosa que concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y ambición mundana31. Son tres las realidades señaladas, no sea que alguien diga que lo que hay en el mundo lo hizo Dios, esto es, el cielo y la tierra, el mar, el sol, la luna, las estrellas, seres que adornan los cielos. ¿Qué es lo que embellece el mar? Todo cuanto repta. ¿Y qué adorna la tierra? Los animales, los árboles, las aves. Todos estos seres se hallan en el mundo y Dios los hizo. ¿Por qué no he de amar lo que hizo Dios? Que el Espíritu de Dios more en ti, para que veas que todos esos seres son buenos, pero ¡ay de ti si amas a la criatura y abandonas al creador! Son para ti realidades bellas, pero ¡cuánto más bello el que les dio forma! Preste atención vuestra caridad. Algunas semejanzas pueden servir para vuestra instrucción. No se os cuele Satanás diciendo lo que acostumbra: «Hallad vuestro bien en la criatura de Dios; ¿para qué las hizo, sino para que os halléis bien en ellas?». Y los hombres se embriagan y perecen y olvidan a su creador; al no usar con templanza sino con avidez las cosas creadas, desprecian al creador. De ellos dice el Apóstol: Rindieron culto y sirvieron a la criatura en vez de al creador que es bendito por los siglos32. Dios no te prohíbe amar estas cosas, sino que las ames poniendo en ellas tu felicidad; más bien, apruébalas y ámalas en modo de amar al creador. Pongamos un ejemplo, hermanos: un esposo hace a su esposa una sortija y ella ama más la sortija que al esposo que se la hizo. ¿No sería sorprendido su corazón como adúltero al amar el regalo del esposo, no obstante que ame lo que él le regaló? Sin duda alguna amaría lo que él le regaló; pero si dijese: «Me basta con esta sortija, ya no quiero volver a ver su rostro», ¿cuál sería la catadura moral de la esposa? ¿Quién no detestaría tal demencia? ¿Quién no detectaría un espíritu adulterino? En vez de amar al marido, amas el oro; amas el oro en vez de al esposo, si lo que hay en ti es el amor a la sortija en vez de a tu esposo y no quieres verlo. Entonces te donó esas arras, no para dejarte una prenda, sino para apartarte de sí. Tu esposo te entrega esa prenda para que, a través de ella, lo ames a él.

Así, pues, Dios te otorgó todas estas cosas; ámale a él que las hizo. Más es lo que quiere darte, esto es, a sí mismo que hizo tales cosas. Si, por el contrario, amas estas cosas, aunque las haya hecho Dios, y desprecias al creador y amas el mundo, ¿no habrá que tener por adúltero a tu amor?

Los amantes del mundo son también mundo

12[a]. Se denomina mundo no sólo a esta construcción levantada por Dios, es decir, el cielo y la tierra, el mar, el conjunto de seres visibles e invisibles. También se llama mundo a sus habitantes, igual que se llama casa tanto a las paredes como a quienes la habitan. A veces alabamos la casa y vituperamos a los que moran en ella. Efectivamente, no es lo mismo decir: «¡Buena casa!» refiriéndonos a la construida con mármol y con bellos artesonados, que decir: «¡Buena casa!», refiriéndonos a aquella en quien nadie sufre injusticia alguna y en la que no se dan ni rapiñas ni opresiones. Ahora no alabamos las paredes, sino a las personas que habitan en su interior aunque se llame casa a lo uno y a lo otro. Todos son, pues, amantes de este mundo porque habitan en él por amor a él; de igual manera son habitantes del cielo aquellos cuyos corazones están en lo alto, aunque con el cuerpo caminen por la tierra. Así, pues, a todos los que aman el mundo se les llama mundo. Éstos no tienen más que estas tres cosas: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la ambición del mundo.

Concupiscencia de la carne

[12b]. Desean, pues, comer, beber, hacer el amor, tener a mano esos placeres. ¿Acaso no hay en ellos una medida asumible? O, cuando se dice: «No améis esas cosas», ¿se dice mirando a que no comáis, no bebáis o no procreéis hijos? No es eso lo que se dice. Pero haya mesura en esas cosas en atención al creador, para que no os aten con ese amor. No améis para gozar de ello, algo que debéis tener sólo para usarlo. Sólo se os somete a prueba cuando se os propone esta alternativa: «¿Prefieres la justicia o acrecentar las ganancias?». «No tengo de qué vivir, no tengo qué comer ni qué beber». Pero ¿qué sucederá si no puedes conseguir eso que necesitas, si no es por el camino de la maldad? ¿No es mejor amar lo que no se puede perder que cometer una acción mala? Ves la ganancia en oro, no ves el daño que sufre la fe. En esto, nos dice [la carta], consiste la concupiscencia de la carne: en apetecer las cosas que pertenecen a la carne, como el alimento y la unión carnal y demás cosas semejantes.

La concupiscencia de los ojos

13. Y la concupiscencia de los ojos. Llama concupiscencia de los ojos a toda curiosidad. ¡En cuán numerosos ámbitos se manifiesta dicha curiosidad! Se halla en los espectáculos, en los teatros, en los ritos diabólicos, en las artes mágicas, en los maleficios. A veces tienta incluso a los siervos de Dios para que quieran hacer como un milagro y probar si Dios les oye gracias a los milagros: eso es curiosidad, es decir, concupiscencia de los ojos, que no viene del Padre. Si Dios te concedió el poder de hacer milagros, hazlos, pues te lo ofreció para que los hagas.Pero sabiendo que no dejarán de pertenecer al reino de los cielos quienes no los hicieron. Cuando los apóstoles se llenaron de gozo porque se les habían sometido los demonios, ¿qué les dijo el Señor? No os alegréis de eso; alegraos más bien de que vuestros nombres están inscritos en el cielo33. Quiso que los apóstoles se alegrasen de lo mismo de que te alegras tú. Pues ¡ay de ti, si tu nombre no está inscrito en el cielo! ¿Acaso hay que decir: ¡ay de ti si no resucitas muertos, si no caminas sobre el mar, si no expulsas demonios!? Si recibiste la facultad de hacer estos prodigios, usa de ella con humildad, sin orgullo. Pues el Señor dijo de algunos pseudoprofetas que habían de hacer signos y prodigios34.

Ambición mundana

No haya, pues, ambición mundana. La ambición mundana es el orgullo. Quiere jactarse en los honores. El hombre se cree grande o por sus riquezas o por cualquier otra forma de poder.

Cristo vencedor de las tres concupiscencias

14. Ha mencionado tres realidades y no hallarás ninguna otra cosa en que sea puesta a prueba la malsana apetencia humana que no sea la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos o la ambición mundana. De estas tres apetencias se sirvió el diablo para poner a prueba al Señor. Se sirvió de la concupiscencia de la carne para ponerlo a prueba cuando, al sentir hambre, tras el período de ayuno, le dijo: Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan35. Pero ¿cómo rechazó al que le ponía a prueba? ¿Cómo enseñó a combatir al soldado? Presta atención a lo que le respondió: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios36.

El Señor fue puesto a prueba también por medio de la concupiscencia de los ojos. El diablo reclamaba de él un milagro cuando le dijo: Arrójate abajo, pues está escrito: Mandará a sus ángeles, pensando en ti, para que te reciban, no sea que tu pie tropiece en alguna piedra37. El Señor ofrece resistencia al tentador. En efecto, si hubiese hecho el milagro, habría dado la impresión o de que cedió al tentador, o que actuó movido por el deseo de suscitar la curiosidad. El milagro lo hizo cuando quiso como Dios, mas para curar a los enfermos. Pues si lo hubiese hecho entonces se habría pensado que únicamente quiso hacer el milagro por el milagro. Mas considera con atención qué respondió para que los hombres no lo viesen así y, cuando te sobrevenga una tentación semejante, responde también tú lo mismo: Retírate, Satanás, pues está escrito: No pondrás a prueba al Señor tu Dios38. Es decir, si hiciera lo que me sugieres, pondría a prueba a Dios. Dijo él lo que quiso que dijeras tú. Cuando el enemigo te sugiere: «¡Vaya hombre! ¡Vaya cristiano más vulgar! No has hecho ni un simple milagro, ni han resucitado los muertos por tus oraciones ni has curado fiebres. Si en verdad tuvieses alguna categoría, harías algún milagro», respóndele con estas palabras: Está escrito: No pondrás a prueba al Señor tu Dios39; no solicitaré de Dios una prueba como si sólo perteneciera a él en el caso de hacer algún milagro y no perteneciera en caso de no hacerlo. Si la realidad fuera ésa, dónde quedan sus palabras: Alegraos de que vuestros nombres estén escritos en el cielo.

¿Cómo se sirvió el diablo de la ambición mundana para poner a prueba al Señor? Lo llevó a un lugar elevado y le dijo: Todo esto te daré, si te postras ante mí y me adoras40. Quiso tentar al rey de los siglos recurriendo al encumbramiento que significa ser rey en la tierra. Pero el Señor, que hizo cielo y tierra, pisoteaba al diablo. ¿Qué le respondió entonces, sino lo que te enseñó a responderle? Está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y a él solo servirás41.

Observando este modo de proceder, careceréis de la concupiscencia del mundo; al carecer de la concupiscencia del mundo, no os dominará ni el deseo de la carne, ni el deseo de los ojos, ni la ambición mundana, y haréis espacio a la caridad que llega a vosotros para que améis a Dios. Puesto que, si estuviese allí presente el amor del mundo, no lo estará el amor de Dios. Aferrad más bien el amor de Dios a fin de que, como Dios es eterno, también vosotros permanezcáis eternamente, pues cada cual es según es su amor. ¿Amas la tierra? Eres tierra. ¿Amas a Dios? ¿Qué puedo decir? ¿Que serás Dios? No me atrevo a decirlo por mi propia autoridad. Escuchemos las Escrituras: Yo dije: dioses sois e hijos del Altísimo todos42. Por tanto, si queréis ser dioses e hijos del Altísimo, no améis el mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama el mundo, la caridad del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne y concupiscencia de los ojos y ambición mundana que no proviene del Padre, sino del mundo, es decir, de los hombres que aman el mundo. Pero el mundo y todas sus concupiscencias pasan, mas quien hace la voluntad de Dios permanece para siempre como también Dios permanece para siempre43.