Capítulo XXXI
Hice pacto con mis ojos: ¿es que comencé a esperar bienes visibles? De no pensar en doncella1. Se sobrentiende, lejos de pensar en eso. A partir de este momento comienza a recordar los méritos de la Iglesia en aquellos que perseveran hasta el final en las grandes tentaciones cuando abunda la iniquidad2 y se enfría la caridad de muchos. Y no pensaré en la doncella: en la integridad de la sabiduría o de la justicia. Pero ¿cuál es la otra porción de Dios desde arriba?3 Se sobrentiende, no pensaré. O también: ¿y cuál es sino aquélla? Si he caminado con los burlones: resulta más que difícil que hasta los buenos que viven en la Iglesia no se mezclen con tales personas. O si mi pie se apresuró hacia el fraude4: la hipocresía. Yo haré la sementera y que otros coman de mi cosecha: como les aconteció a los judíos, esto es: proclamar lo que tienen que hacer los otros más que ellos. Que me halle sin raíz sobre la tierra5: para que me agoste con rapidez. El que practica lo que predica se halla en la tierra más firme que la roca. Si mi corazón se dejó seducir por mujer: de modo que en el pueblo de Dios busque su gloria personal más que la de Dios, el único a quien se debe de justicia. O si estuve al acecho de su puerta6: si anduve captándome insidiosamente la benevolencia de su pueblo o el temor, para con estos medios agenciarme que este pueblo me sirva a mí más que a Dios. Que mi mujer hechice a otros: mi fama al diablo, sabiendo que cuando le agradamos a éste desagradamos a Dios. Porque aquél disfruta con nuestros males. Que mis hijos queden avergonzados7: mis hechos o mis imitadores. El fuego que devora mi alma es devorador viendo a la mujer en brazos ajenos8: reivindicándola para mí. Y si desdeñé el derecho de mi siervo o el de mi sierva cuando yo les impartía justicia9: según aquello: cuando surjan entre vosotros cuestiones sobre cosas de la vida10. Llamó siervos a los laicos dedicados aún a las realidades mundanas. Cuando me pida cuenta, ¿qué le responderé?11 ¿Cuál es mi actitud moral en la persecución, si desdeño asuntos como éste? ¿Es que no eran concebidos ellos al igual que yo en el seno? En los sacramentos a todos se les predica lo mismo, todos creen en lo mismo. Nos alojamos de igual manera en el vientre12. Uno no se pronuncia de distinta manera a como lo hace otro que va a servir plenamente a Dios. Desde el seno materno les guiaba13: desde sus comienzos, tales son las acciones de la Iglesia. O si desprecié al desnudo sin vestirlo14: si no cubrí, mediante la fe en el perdón de los pecados, al que perecía, librándole de la fea desnudez, es decir, del pecado. Comienza ya a perder la esperanza por la abundancia de sus pecados. Hace al caso el texto: Y aquellos a quienes se les encubren los pecados15. Si no me bendijeron los brazos de los enfermos: por la esperanza en la inmortalidad, que es como el vestido que les abriga. Y para que, tras creer en el perdón de los pecados, no pensaran que les basta carecer del temor de los castigos pasados y comenzaran a esperar las realidades temporales, añadió oportunamente: Se calentaron con el vellón de mis ovejas16, porque quedan vengados del frío de la esperanza terrenal de los tales, si abandonaron mediante renuncia las realidades carnales, a ejemplo de las ovejas recién esquiladas17. Si alcé mi mano contra el huérfano: quien, al no encontrar padre, podría ir en seguimiento de las criaturas o del hombre. Confiando en que cuento con mucho apoyo18: queriendo dominarlos. Que mi brazo se desprenda de mi hombro19: esto ocurre con los que se apartan de la Iglesia al querer dominar a la gente: sufren un cisma en el interior de su propio cisma. El hombro y el brazo denotan las acciones. Me invadió el temor: para no levantar la mano contra el huérfano. No podría resistir su peso20 si pretendo oprimir al huérfano. Puse en el oro mi fortaleza. ¿Es que he presumido de la doctrina o de la sabiduría de Dios? Y si tenía puesta mi confianza en las piedras preciosas21: como en mis obras. Si me gocé en mis muchos bienes22: como en algo mío, de modo que el que se gloría, que se gloríe en el Señor23. Si he puesto toda mi alma en mis muchos tesoros24 —hay que sobrentender siempre: Que mí brazo se desprenda de mi hombro25—; porque me amaban muchos. Y mi corazón se vio secretamente seducido26. El orden es: si consentí en tal pensamiento hasta el punto de presumir de mí. Si lancé con mi mano el beso de mi boca27: si me he gozado en mis obras. Si me alegré del infortunio del enemigo28: de la Iglesia; así son los perseguidores de la Iglesia. Que mis oídos escuchen mi propia maldición: que llegue hasta mis oídos. Que quede difamado por el desprecio de mis gentes29: del pueblo de los santos; que se le separe como a un ultrajado. Y si con frecuencia lo decían mis criadas: los aduladores. ¿Quién nos permitirá que nos saciemos de sus carnes? Cuando aún era bastante bueno30: que imitaran en mí la felicidad carnal. Sin embargo, no hice esto, y para que no lo dijeran no me presentaba como bueno ante ellos. No pasaba la noche fuera el extranjero31: acogía a los caminantes del mundo. Y si pecando libremente encubrí mi pecado32: ya que pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad33. O si despedí al enfermo con las manos vacías para que franqueara mi puerta34, de modo que traspusiera mis puertas por estar con las manos vacías. ¿Quién me diera un oidor? ¿Quién se presta a escucharme? Si no me he asustado ante la mano del Señor35: con la que escribió: Si no perdonáis, tampoco os perdonará vuestro Padre36. Si tengo algún mensaje por escrito37. El orden es: si tengo algún mensaje escrito y si no lo he roto sobre mis hombros, lo leeré coronado llevándolo sobre mis hombros38: y coronado lo leeré en público, es decir, contra mi rostro te pondré delante de tu rostro39. Porque me veré abochornado con la corona del pueblo, ya que no he cumplido lo mandado por el Señor, aunque afirmé que sí lo había cumplido, negando primero tener el escrito que luego se me echa en cara. Si clamó la tierra contra mí alguna vez: los tributarios de la Iglesia, porque soy malo. Si a una lloraron sus surcos40: que acogen la semilla de donde nace el fruto; porque soy malo y sembraba mala simiente; por eso dice si lloraban a una. O si comí yo solo su hacienda sin pagarla41: habla de la misma misericordia de la que participa el que catequiza al catequizado42. Por eso dice yo solo, sin pagar al donante. O si colmé de tristeza, con mis engaños, al Señor de la tierra43: no mostrándome digno de la pasión de quien dio su vida por mí. No entristezcáis al Espíritu Santo que mora en vosotros44. Názcanme ortigas en vez de trigo45: en vez de doctores espirituales, maestros que tienen el prurito de que los oigan y los estimulen personas de mente corrompida y apartadas de la verdad46. Y cardos en vez de cebada47: en vez de carnales obedientes, pecadores y contumaces. Job era justo ante sí mismo48: en su conciencia.
Capítulo XXXII
Palabras de Elihú, buzita. Dios le ha abatido, no el hombre49. Expondré la razón de su silencio. No voy a responderle con vuestros argumentos50. Personalmente voy a decirle tales cosas que se sienta incapaz de replicarme como lo ha hecho con vosotros. Puesto que he estado esperando y no han hablado51: lo dice dirigiéndose a Job. Mis entrañas están como odre cargado de vino. Se ve avalado por la Escritura porque hablará proféticamente. O como fuelle de calderero que está roto52. Para eliminar durezas hablaré duramente: por eso se le califica de airado. Ninguna necesidad habría de que hablara si le hubierais replicado vosotros adecuadamente. De lo contrario, también a mí me comerán las polillas53: al igual que a vosotros y a todos los que se quedan suspensos ante un personaje.
Capítulo XXXIII
Mi corazón es puro en sus palabras54: no tiene doblez. El espíritu de Dios quien me hizo55: se sobrentiende —es— para que sea: El espíritu de Dios es quien me hizo. ¿Cómo, pues, dices: soy justo y no me ha escuchado?56 como si Job replicase a un adversario. El Señor habla una vez57: como si el Señor hubiera realizado de una vez el llamamiento de todos los justos, y su divina providencia lo fuera haciendo temporalmente en cada persona. En sueños o en visión nocturna: en la ignorancia o en la tribulación. Cuando desciende sobre los hombres el sopor mientras duermen en el lecho58: seguros. Y libre su cuerpo de la perdición59: en sentido figurado, igual que los huesos. Y libró su vida de la muerte60: una vez que le convierte, le perdona. Porque sobrevendrá la guerra y volverá a castigarle con dolores en su cama: vuelve a probarle después de su conversión, para que no presuma de sus propias fuerzas. Y el conjunto de sus huesos se marchitó61: la confianza en sí mismo. No será capaz de comer todo alimento62: el consuelo de las realidades temporales. Y renovará su cuerpo como una mancha en la pared63: el cambio de vida. Metáfora aplicable en este caso a la sociedad, representada en la construcción. Y hará su carne tierna como la de un niño64: para que no sea duro por la soberbia, conforme al pensar de Elihú, el Job humilde se ve tentado por la innovación. Y penetró con cara alegre con su propósito65: preparado para las tentaciones. Salva mi vida, no caiga en la corrupción66: aquí está la tentación de la muerte. Esto ocurre tres veces con el hombre67: la conversión, la prueba y la muerte. Pero libró mi alma de la muerte: porque aún resta esta de la muerte. Para que mi alma le alabe en la luz68: entonces es cuando cesarán las plegarias porque no habrá carencia de nada.
Capítulo XXXIV
Replicando dijo Elihú.69 Igual que se dice: Y añadió. Y los que poseéis la ciencia, oíd con vuestros oídos:70 espirituales. Pues el oído discierne las palabras:71 este oído carnal. ¿Qué tiene de bueno que Job diga: «yo soy justo»?72 ¿Qué dijo de bueno al hablar? Y en mi juicio él mintió73. Por eso se dice: Yo esperaba bienes74. Por eso decayó en su esperanza, porque mintió. ¿Qué hombre hay como Job?75 Prosiguen las palabras de Job. Puesto que ha dicho que no será visitado el hombre que camina al lado de Dios:76 cree que en este punto está en un error, por haber hecho todo aquello esperando en eso, o bien porque no cree que sea visitado para bien aquel que camina al lado de Dios. Lejos del Señor la maldad77: tanto la de no visitar para bien a aquel que camine con él, como, en el caso de que le visite en la tentación, la de actuar con maldad e injusticia. Malvado es el que dice al rey: obras injustamente78. Y tú no debes decirlo, porque no eres malvado. El que dice es una buena expresión, no «el que dijo», no fuera que se hiciese tal por eso mismo. Como se dice también «se hizo», el que hace esto. Y el que dice a los nobles: Obráis con la máxima impiedad79: como si dijera a los ángeles: a excepción de vuestro príncipe Miguel, obráis con suma impiedad. Y si se califica así de impíos a los príncipes, ¿cuánto más al rey? Porque abusaron vilmente al ser excluidos por débiles80. Han hecho mal uso de esta exclusión, al ser excluidos a causa de su debilidad de aquella visión por la que se ve que todas las cosas están ordenadísimas y administradas con sumo orden por Dios. Y han usado mal de esta exclusión porque prefirieron seguir su opinión de que Dios no se preocupa de estas cosas. Por ello les resultará totalmente inútil acudir con ruegos al hombre en sus necesidades cuando a quien debían rogar es a Dios. No habrá lugar ni hay sombra de muerte donde puedan esconderse los malhechores81: la sombra de muerte no existe para ocultarlos. Es lo que dice el texto: No son los ancianos los sabios82, porque la vejez no es causa de sabiduría. Y también: No saludes al hereje83, en cuanto hereje. Y derribará la noche y quedarán aplastados84: de modo que quede sobre ellos lo que estaba bajo ellos, es decir, que los aplaste lo que les estaba sometido. Y extinguió a los malvados85: daba la impresión de que brillaban para sí mismos. Y no conocieron sus justicias86: cuenta los bienes que Dios sacó de su maldad, hasta el punto de que llega a él el grito del desvalido87. El dará el descanso, ¿quién le podrá condenar?88 No el descanso que buscan los hombres que se ven turbados por aquellas tribulaciones. Si Dios es el que justifica, ¿quién podrá condenar?89 Y a la vez contra el hombre90: contra los gentiles y los judíos. Que hace que reine el hipócrita por culpa de la perversidad del pueblo91: a él se le dice: ¿Tuque enseñas a otro, no te enseñas a ti mismo?92 Veré sin mí. Manifiéstamelo tú: al reprenderte a ti, ¿es que no veo la necesidad de reprenderme a mí mismo? Con interrogante. Si he hecho el mal, no volveré a repetirlo93: una vez corregido por ti. ¿Es que él te la va a pedir, una vez que le rechazaste?94 Le reprendiste. Y el varón sabio oirá mis palabras95: que Dios cuida de todo. Pero Job no habló cuerdamente96: pensando que algo malo le iba a venir de parte de Dios.
Capítulo XXXV
¿Por qué pensaste eso? ¿Por qué has juzgado así? ¿Quién eres tú para decir: soy justo en la presencia del Señor?97 En presencia del Señor dijiste: soy justo. Dos cosas son reprensibles en el hombre: una, afirmar tanto orgullosa como falsamente que uno es justo, incluso según los criterios humanos de justicia; otra: nunca puede decirse con verdad, por parte de un hombre, que es justo en presencia de Dios, en cuya comparación cualquiera es un malvado. O dices: ¿De qué te sirve o qué voy a hacer si he pecado?98 Esto es lo que piensa él que dijo Job a Dios, como si el pecado de Job fuera de provecho para Dios, en el sentido de que ese dolor le coacciona a la piedad, donde dice: No me enseñes a ser impío, o ¿te reporta un bien el que yo cometa maldad?99 O que al pecar le infiera a Dios daño alguno, y, consiguientemente, Dios le persiga y acose como a un enemigo para que no le infiera mal alguno. En efecto, también había dicho: Si pequé, ¿qué puedo hacerte?100 A ambos argumentos responde Elihú en las palabras que siguen: Voy a responderte a ti y a tus tres amigos contigo101. Contempla el cielo y mira; considera las nubes qué altas están102. Si has pecado, ¿qué le haces? Es una confirmación de sus propias palabras: Si pequé, ¿qué puedo hacerte? Y si cometiste muchas injusticias, ¿qué podrás hacerle?103 Mayor trascendencia tiene si cometiste muchas injusticias que lo anteriormente sentado: si pecaste. Y, sin embargo, ¿qué podrás hacerle a Dios, si ni siquiera eres capaz de dañar a las nubes? Y si eres justo, ¿qué le aportarás? Argumento por contraste: así como tu justicia no le rinde provecho alguno, tampoco tu injusticia le perjudica en nada. ¿O qué cosas va a tomar de tu mano?104 Aunque quieras dárselas. Es una referencia a los sacrificios que, a juicio de los necios, Dios acoge porque en cierto modo tiene necesidad de ellos. Que tu maldad sea para un hombre que se te parezca y que tu justicia sea para el hijo del hombre105: la primera será dañina; la segunda, provechosa. Pero vemos que estos pasajes, más que un rechazo, son una confirmación de la tesis de Job: Si pequé, ¿qué puedo hacerte?106 Por tanto, hace muy al caso que nos manifieste las razones de por qué en esta vida los hombres se ven acorralados por las injusticias de los malos, a cuyo número también pertenecen el diablo y sus ángeles, como corifeos de todas las injusticias y maldades. Y, puesto que los pecadores no le pueden hacer daño a Dios, ¿por qué los entrega a la jurisdicción de los malos para que los mortifiquen? Prosigue la exposición diciendo: Gritarán desde el tropel, clamarán aplastados por la fuerza de las masas107. Pero nadie dice: ¿dónde está el Dios que me hizo? La finalidad de estos sufrimientos es la búsqueda de Dios, para que los gritos no caigan en el vacío. Las palabras me hizo son toda una afirmación de que nunca abandonará Dios al que busca a su Hacedor. El que distribuye los turnos de noche a los centinelas108: se refiere a las épocas de este siglo, organizadas bajo poderes concretos, ya que el Creador del hombre tampoco le dejará desguarnecido en esta noche de engaños. El que me distancia de los cuadrúpedos y me hace más sabio que las aves del cielo109. Así hay que buscar al Señor en las aflicciones de esta vida: hasta el punto de no apetecer de su mano bienes terrenales. Porque ya antes de recibir este tipo de bienes somos superiores a las bestias. Allí gritarán, pero no les harás caso110. Al decir allí, se refirió al gentío, a los que claman en el aprieto del tropel y entre los empujones de la masa. Este adverbio allí puede asimismo referirse al texto: allí cayeron los obradores de la maldad111. Y la expresión no les harás caso la dijo de él. En medio de las injusticias de los malvados112: se sobrentiende «clamarán». La razón es que el Señor no quiere ver vaciedades: Dios no quiere atender a quienes demandan vaciedades y a quienes en la aflicción no gritan esperando conseguir los bienes eternos. Pues han sido objeto de segregación de entre los cuadrúpedos y han recibido una sabiduría superior a las aves del cielo. Claman a voz en grito porque no son felices entre las maldades de este mundo. Pero el Todopoderoso en persona no pierde de vista a los que obran la justicia, y me salvará113. Al igual que el que sondea las intimidades del corazón se fija en los que obran, así también salva con la salvación que él ve en la intimidad. Cosa que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre es lo que Dios tiene reservado para quienes le aman114. Por eso, aunque sufra quebranto la vana salud de los hombres, el Padre que ve en lo escondido115 acude a ampararlos en su angustia. Júzgale, pues, a él, si es que puedes alabarle tal como es116. Parece que así se expresa Job al decir: ¡Ojalá tuviéramos árbitro!117 Y ahora, que no ha recurrido a su ira, ni tiene conocimiento airado de la transgresión118: conocimiento con finalidad vindicativa. A cuento viene el texto: Porque yo conozco mi maldad119. Y en el mismo salmo: Aparta de mis pecados tu vista120. Claro que Dios tiene conocimiento de los delitos, pues por eso precisamente sufren angustias los hombres en este mundo. Pero no se trata de un conocimiento lleno de ira, porque al corregirlas das a las partes un espacio para el arrepentimiento. Y Job abrió vanamente su boca y multiplicó en su ignorancia las palabras121.
Capítulo XXXVI
Sopórtame un poco y te enseñaré; aún me quedan palabras. Tomando de lejos mi saber122: Porque mientras estamos en este cuerpo somos peregrinos apartados del Señor123. Hablaré con mis obras, que son justas124: para que no se le reproche lo que Dios le echa en cara al pecador: ¿Quién eres tú para enumerar mis mandamientos y para tomar en tu boca mi alianza? ¿Tú, que aborreces la disciplina?125 Por eso aquí hay que hablar con las obras: porque el saber se toma de lejos, de manera fragmentaria y enigmática126. Pero cuando llegue lo que es perfecto, desaparecerá lo fragmentario y entonces ya no será de lejos, porque le veremos tal cual es127. Y no tomarás como injustas palabras verdaderas128. Los mismos males que padecía Job dice que son palabras de Dios basadas en la verdad y justas, pero cree que las entiende de manera injusta. Piensa que él se queja de sufrir sin motivo, siendo así que, a propósito de la tribulación de los justos, se dice: Ha llegado el momento en que el juicio comience por la casa del Señor129. Y ten en cuenta que Dios no desprecia al inocente130, aunque castigue al que bien quiere y azote a todo aquel a quien acoge en calidad de hijo131. El fuerte por el vigor del corazón no da vida al impío: aunque parezca que le perdona temporalmente. Queda bien cualificado: fuerte por el vigor del corazón, porque no le vivificará132 cuando, con lágrimas, ande a la caza, ya demasiado tarde, de un espacio de arrepentimiento y no lo encuentre, ni mueva ya a piedad al severo juez a quien desprecia ahora cuando le amonesta misericordiosamente. Y otorgará el juicio de los pobres133, con que juzgará a aquellos cuya maldad sufren. La alusión a los pobres es acertada, para que entiendas que el rico de antes es el soberbio, es decir, el orgulloso. No apartará sus ojos del justo134: incluso cuando le acrisola a fuego con la prueba de las tribulaciones, no le despojará de la inteligencia por ser el medio de conocer y de dar culto a Dios135. Todo ello es una prueba suficiente de que el castigo de los malvados es la ceguera misma, aunque dé la impresión de que se les perdona. Y con los reyes sobre el trono136: se aplica a los justos, y se sobrentiende que los hizo sentarse. Llama reyes a los que gobiernan su carne. A propósito viene el pasaje: ¿O qué rey que va a declarar la guerra a otro rey...?137, etc. Y los hizo sentar para siempre, y se verán enaltecidos138. También aquí se sobrentiende lo dicho con anterioridad: con los reyes sobre el trono. Y dijo que se verán enaltecidos porque están humillados. Y los que están aprisionados con grilletes139: de estos grilletes habla el Apóstol cuando dice que le vendría bien verse libre y estar con Cristo140, es decir, liberarse de las amarras de esta vida en que el cuerpo corruptible es una carga para el alma141. Se verán atados con lazos de miseria142: quedarán amarrados por la continua costumbre de los placeres carnales que dimanan de la penuria de las realidades en que se basa y actúa la vida mortal. Y se les anuncian sus propias obras143: no ciertamente buenas. Puede ser una referencia a las mismas realidades concupiscibles, de las que se dice: Sé que el bien no mora en mi carne144, y que, aunque no reinen en nuestro cuerpo mortal para que se les rinda tributo, no por eso faltan a la cita. También puede aludir a aquellas por las que el hombre mereció llegar a esta situación por la transmisión del pecado. Y delitos, una vez robustecidos145: son las mismas obras de que se ha hablado. No hay que facilitar la propaganda de este tipo de obras ante los débiles, sino ante aquellos que han llegado ya a este grado de aprovechamiento que superaron toda esta inmoralidad que el vulgo conoce en las obras pecaminosas y criminales tan manifiestas. Sino que escuchará al justo146: es decir, al que vive de la fe147, de modo que atribuye a la gracia de Dios y no a sus propios méritos no sólo verse justificado conforme a la medida de esta vida, sino también lo que resta, el verse libre de toda clase de delitos. Todo esto lo proclama la verdad a los fieles, una vez robustecidos, cuando caen en los lazos de la pobreza148. Aún se ven trabados con grilletes149 y todavía no se han visto enaltecidos sentándose en el trono con los reyes150 para siempre. Y les dijo que se apartarían de la maldad151. Se sobrentiende que fue Dios el que se lo dijo. Si le escuchan y se le someten, terminarán felizmente sus días en medio de bienes y sus años en gloria152: entonces no habrá pecado alguno en el hombre, porque no existirá la pretensión de la muerte. Es decir, no existirá la necesidad que proviene de la mortalidad, que tiene su origen en el pecado, puesto que, por otra parte, se preguntará: ¿Dónde está, oh muerte, tu lucha?153 A los malvados no los salvará, porque no quisieron conocer al Señor. Este pasaje creo que tiene aplicación prioritaria pensando en los gentiles. Y cuando se les amonestaba, se mantenían en la desobediencia154. Esto es aplicable a los judíos y a todos aquellos que se les asemejan por su actitud obstinada y desobediente, incluso dentro de la Iglesia. Y los hipócritas de corazón dejarán ver su furor: el que les llevó a crucificar al Señor. Y no clamarán, porque les encadenó155: por el honor de su nombre entre todas las naciones. Que su alma muera en plena juventud: en el orgullo con que se ensoberbecían como de los méritos de sus obras. Y que su vida la apuñalen los ángeles156. Más acomodado resulta aplicárselo a los embajadores de la verdad, en unos olor de vida para vida, en otros olor de muerte para muerte157. Por haber atribulado al débil y al indefenso158: alusión a la debilidad de Dios, que es más vigorosa que los hombres159. Pero dejará bien definido el juicio de los mansos160: el mismo Señor, dejando el ejemplo de su mansedumbre, retarda incluso la venganza de sus imitadores, venganza que, sin duda alguna, tendrá lugar más tarde. Y porque te engañó el abismo por boca del enemigo: según el parecer de sus enemigos, la profundidad de este siglo engañó a Cristo por boca de falsos testigos. Pues dirige sus palabras al Señor mismo. Esparcidos bajo él: se sobrentiende —te engañaron—. Dice que, aprisionados por las ambiciones terrenales, quedaron esparcidos bajo el abismo. Y se descolgó tu mesa repleta161: el sacramento de su cuerpo y de su sangre, el pan que bajó del cielo162. El juicio no dejará desamparados a los justos163. Aunque los pobres coman y se sacien imitando los sufrimientos del Señor y preparados por la plenitud de la caridad, no por eso deja de hacer el juicio de éstos en seguida. Y la ira recaerá sobre los malvados por la maldad de los dones que recibían por sus maldades: se refiere a toda clase de dádivas, a todo tipo de bienes temporales por cuya consecución se comete todo tipo de desmanes. Que no se te tuerza tu voluntad164: se le dice al Señor, y se hace no con autoridad de consejero ni con osadía de mandante, sino por expresión de la profecía que anuncia el futuro de modo imperativo. Es algo así como cíñete tu espada sobre el muslo165. De las súplicas de los débiles: de los que claman cuando se hallan en un aprieto166: Infeliz de mí, ¿quién me librará de este cuerpo mortal?167 Y todos los que tienen vigor168: los que se ufanan de sus acciones y buscan la afirmación de su propia justicia169. No los saques fuera de noche: que quede bien claro que discriminas de tu pueblo tanto a los orgullosos que se desgajaron del olivo como a los sarmientos podados de la vid, origen de las herejías y de los cismas. Para que suban los pueblos en vez de ellos170: para que se realice el injerto de la debilidad de este mundo para confusión de los fuertes171. Porque el que se humilla será enaltecido, y el que se enaltece será humillado172. Pero guárdate de hacer algo inconveniente173: para que el nombre y la doctrina del Señor Dios no sean objeto de escarnio, mientras andan diciendo aquellos cuyo juicio es justo: Hagamos el mal para que venga el bien174. Has hecho, pues, opción por la pobreza175: no sólo has escogido la indigencia del que te confiesa, sino que sobre esta confesión has dado prioridad a la reputación de vida y costumbres para que en todos aparezca hermoseada la doctrina de la salvación. Mira, Dios hallará consuelo o se reforzará en su vigor176: porque, aunque fue crucificado según la debilidad, vive por el poder de Dios177. ¿Quién es tan todopoderoso como él?178 ¿O quién puede discutir sus obras? Al emitir juicios sobre él siendo juez de vivos y muertos. ¿O quién es capaz de decirle: ha obrado injustamente?179 Recuerda que sus obras son grandes y que las han celebrado los hombres180: los evangelistas y todos los predicadores de la palabra, haciendo que su vida esté de acuerdo con su ministerio. Todos los hombres tienen sus ojos puestos en él: conscientes de la debilidad humana. Todos los hombres sienten compunción181: arrepintiéndose de sus pecados, son hombres. Mira que Dios es grande y no lo sabemos182: es grande porque como hubo abundancia de pecado, sobreabundó la gracia183. La expresión no lo sabemos la dice fijándose en aquellos a quienes les sobrevino una ceguera parcial hasta que llegó la plenitud de los gentiles184. El número de sus años es insondable185: teniendo en cuenta la eternidad. Para él son incontables las gotas de la lluvia186: este hecho: el Evangelio llenó a los predicadores, es computable hasta el final del mundo, hasta que desaparezca el conocimiento, que es siempre parcial y fragmentario, y llegue lo que es perfecto, el cara a cara187. Se cernerá la lluvia por sus sendas188: los caminos de los malvados no la acogerán. Se espesarán las nubes y cubrirán de oscuridad a la mayoría de los hombres: porque si el Evangelio es recóndito, lo es para los que perecen. Ha establecido las horas de los jumentos, que conocen su puesto en el establo189: porque el buey conoció a su dueño, y el asno el pesebre de su amo190. Y en todas estas situaciones su ánimo no queda atónito191: el comienzo de la sabiduría es el temor del Señor192. Ni tu corazón se sale de tu cuerpo: hasta el punto de elevarse de la tierra y de que lo tengas puesto en el Señor. Si pensara desplegar los vapores de la niebla193: de modo que los que ven acaben siendo ciegos194. Y la extiende uniformemente como una tienda195: pues al morar en la carne mortal a modo de tienda, ésta fue la causa de que no le reconocieran sus perseguidores, mientras cedió ante ellos, plantándola y desplegándola en la cruz. Mirad: ha proyectado sobre todos los seres su luz196: la que había ocultado cuando cundió parcialmente la ceguera en Israel, la ha orientado a todas las naciones197, y ha encubierto las raíces del mar198: recrimina las apetencias mundanas, no encubre la luz para tapar, sino para descubrir. Desde estas raíces ha juzgado a los pueblos, mostrándoles sus pecados mediante la luz de la verdad. Alimentará a la mayoría199: ciertamente a los que reconocen sus pecados cuando se les reprochan, y a los que tienen hambre y sed de justicia. «In manibus» encubrió la luz200: si hay que leer inmanibus (crueles), referencia a los que no perdonan a los hombres sus pecados y quieren que Dios les perdone los suyos. Si hay que leer in manibus (en las manos), es una alusión a los que se pavonean de sus manos, es decir, de sus obras, proclamándose justos a sí mismos. Encubrió la luz está dicho con una finalidad: para que no la vean, porque está cegado su necio corazón201. Y ha dispuesto de ella para lo contrario202: para que los obradores de la verdad, ya perdonando para que se les perdone, o confesando sus males para someterse a la gracia de Dios, se lleguen también ellos a la luz y salgan al público sus obras, realizadas en Dios, no en ellos.203 Pues el contrario al cruel es el misericordioso, y el humilde al soberbio. Para anunciarla a su amigo204: aquella luz, es decir, aquella que encubrió para privar de ella al cruel y al desagradecido; para que la anunciara, es decir, para que la exteriorizara, no ya al siervo bajo la Ley, sino al reconciliado por la gracia. Por amigo suyo puede entenderse también imitador suyo, porque el Hijo del hombre no vino a que le sirvieran, sino a servir205. Y su posesión los que se esfuerzan en subir hacia el206: para que posean esa misma luz cuantos se desvían de las realidades terrenas. El anuncio va destinado a aquellos que aún se esfuerzan por subir. Porque, una vez que hayan consumado su elevación, no tendrán necesidad de mensajero quienes ven cara a cara. Este contra eum (= hacia él), relativo a estos que se empeñan en subir, no tiene un matiz adversativo, sino de acercamiento: los que van a su encuentro, como dice el Apóstol: Al encuentro de Cristo207.
Capítulo XXXVII
También esto ha paralizado mi corazón: de pasmo. Y le ha hecho saltar de su sitio208: de las realidades terrenales en las que se gozaba, elevándolo hacia el Señor: Oíd el estrépito de su sobresalto y de su voz209.Da la impresión de que estas expresiones las formula en espíritu, pues comienza diciendo por qué su corazón se ha desgarrado de su centro, cosa que ha ocurrido por la autoridad del Evangelio que resuena de modo terrible por todo el mundo: Haced penitencia, se acerca el reino de los cielos210. Y salen con estampido de su boca211: y van dirigidas nada menos que a quienes están fuera, metidos en los deleites de las realidades visibles. Se extiende por todos los ámbitos del cielo, y llega su fulgor hasta los confines de la tierra212: mientras la Iglesia alcanza su difusión por todas las naciones. En pos de él retumba una voz213: después de su primera llegada, resonará gloriosa la última trompeta de la segunda venida214. Con el sonido de su soberbia: la expresión soberbia equivale a grandeza, porque la primera venida estuvo revestida de humildad. Y no será posible rastrear su voz cuando se la haya escuchado215. Búsquese, pues, ahora al Señor mientras se le puede hallar216, es decir, mientras es asequible para la salvación por medio de una fe sin fingimientos. Ya no será posible hacerlo cuando venga a juzgar y cuando se escuche su voz: Id al fuego eterno217. Entonces será tardío e infructuoso el arrepentimiento del infiel. Tronará el fuerte con su voz portentosa218: porque aquella voz de su primera venida, a la que se aplica la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres219, no fue la voz de su fortaleza, sino la de nuestra debilidad, por su participación en la mortalidad. Hizo cosas grandes que no comprendimos220: en su primera venida; por eso ha de volver después como juez para exigir lo que dio. El no comprendimos se aplica personalmente a quienes se ocultó la divinidad del Señor por fijarse únicamente en la debilidad de su carne. Pues le dice a la nube: ¡Cae a tierra!: a su carne, para que sea recibida en conmemoración suya por el sacramento, para imitar su humildad y la edificación de la caridad221. Y el temporal de lluvias y de aguaceros de su poder222: ciertamente hay una nube sobre la tierra, pero es obra del poder de Dios, no del nuestro; el tiempo en que se condensarán para regar los corazones a través de la lluvia y en forma del aguacero de la palabra, cosa que ocurre cuando se comprenden los sacramentos. Pone un sello en la mano de todo hombre223: este sello es un signo de la medida en que sus obras le hacen reo, para que todo hombre se dé cuenta de su debilidad y exclame: ¡Infeliz de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo mortal?224 Las bestias se metieron bajo techado y descansaron en sus guaridas225: hicieron su entrada los pecadores bajo la amnistía de la gracia y descansaron en su conciencia, una vez perdonados sus pecados. El huracán sale de sus depósitos: la tentación surge del encadenamiento oculto de las cosas. Y el frío sale de sus reservorios226: el juicio contra los no perseverantes tiene su secreta procedencia: el enfriamiento de la caridad de éstos por tanto cundir la maldad227. Esta contingencia está bien justificada, porque ponen su esperanza en los hombres228 y no en Dios. Y al soplo de Dios se forma el hielo229. A causa del abundamiento de los malvados no sólo se enfrían los que ponen su esperanza en los hombres, sino que las obras buenas de los que están poseídos del espíritu de Dios son también causa de que se endurezcan con una especie de hielo de envidia y malignidad aquellos para quienes Pablo es olor de muerte para la muerte230. Y sobre este último extremo, ¿quién está capacitado para entender la rectitud y justicia con que el soplo de Dios manda este hielo? Pues así como a los carnales que adulan a los hombres les sobreviene el enfriamiento de la esperanza a causa de la maldad humana, lo propio les acontece a los carnales que apetecen la adulación de los hombres. Les ataca un endurecimiento debido a la envidia que les provoca la justicia de los hombres. Administra las aguas a su antojo231: de modo que llueva sobre una ciudad y no llueva sobre otra232. Y por lo que respecta a la lluvia espiritual, tiene en cuenta los merecimientos de las almas sumisas y de las que aún no se han rendido. Y las nubes regaron los cereales: seamos trigo si codiciamos el riego. Difundióla nube como su fulgor233: el Evangelio de su encarnación. Y la nube misma tiene un giro circular: es llevada por todo el orbe. Con timón para hacer cuanto él le ordena. El timón con que aquella nube realiza su órbita son los predicadores de la palabra, que son los timoneles de la Iglesia para poner en ejecución todos los mandamientos del Señor. Tales son las decisiones de él sobre la superficie de la tierra234: se refiere a nuestro Señor Jesucristo. Tanto para su tribu como para su tierra235: ya para la tribu de Judá, de la que nació según la carne, padeció, resucitó y subió al cielo; de esta misma tribu nacieron los apóstoles, y muchos hermanos se hallaron y se salvaron en sus cercanías; ya para los que él llamó antes de su pasión, o llamaron los apóstoles después de la ascensión, en la misma Jerusalén y en las iglesias de Cristo en Judea. Como recuerda el apóstol Pablo, estas decisiones tenían como base la verdad de Dios y como finalidad la corroboración de las promesas hechas a los padres236. O que deseara encontrarla para mostrar su piedad237: se refiere a aquella nube que, por la piedad de Dios, desearan encontrar las naciones creyentes. La consecuencia es ésta: Que los gentiles glorifican a Dios por su misericordia238. Presta oídos a esto, Job: es como una renovación de la atención al hablar de la vocación de los gentiles. Detente y haz memoria del poder del Señor239. No te estrujes el cerebro atribuyéndote nada a ti mismo. Sabemos que Dios ha creado sus obras: condenando, como es natural, a los que se pavonean de sus logros. Cuando hizo surgir la luz de las tinieblas240: al justificar a los pecadores. Pues en otro tiempo fuisteis tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor241. El conoce la diferencia entre las nubes: de unos evangelistas que creen en él antes de la pasión y de otros que creen en él después de la pasión. Y los tremendos deslices de los malvados242: no los de aquellos que resbalaron al crucificarle y que terminaron por arrepentirse y bautizarse en su nombre, sino los de aquellos que no fueron capaces de enmendarse y que persiguieron después sin tregua a la Iglesia: el traspié que éstos dieron no es pequeño, sino grande. Tu vestido es suntuoso: tu dignidad es puro orgullo; como si hablara de aquel que tiene la audacia de envalentonarse de sus obras. Cuando el viento sur hace reposar la tierra, ¿solidificarás con él los cielos que se han fundido como espejo uniforme para contemplarse?243 Por tierras del sur entendemos coherentemente a aquellos que, de entre los judíos, creyeron en Cristo. Porque así como el sol está más alejado del norte y más cercano al mediodía, lo propio ocurre, al sentir del Apóstol, con quienes están situados cerca de la luz de los evangelistas244: no es absurdo tomarlos por la tierra del sur. Porque así como a los evangelistas les damos el calificativo de cielos, a tenor del texto los cielos pregonan la gloria de Dios245, aplicándoles también el pasaje su pregón sale por toda la tierra, y sus palabras llegan hasta los confines del orbe246, así consideramos como tierras a los pueblos que fueron objeto de evangelización. Después de las multitudes de creyentes de Judea, que ya descansaron saliendo de este mundo (pues actualmente no están entre nosotros), se ha reforzado la autoridad de los evangelistas en las iglesias que forman parte de la gentilidad, y se ha vigorizado la misericordia del Señor, sin que acuda actualmente en su ayuda la autoridad de las iglesias de Judea que viven para Cristo. Según esto, si planteamos la cuestión con un interrogante, sería así: descansando como descansa la tierra del viento solano247; es decir, cuando en esta vida ya no quedan restos de tu pueblo cristiano radicado en Judea, ¿no vas a vigorizar con este viento a los evangelistas y a los libros de las divinas Escrituras, fundidos por la misericordia de Dios como espejo uniforme no sólo para los judíos, sino también para los gentiles? Pone de relieve la gracia y la misericordia de Dios, para que nadie se vanaglorie de sus méritos, que en esto consistía el orgullo de los judíos. Por eso, enséñame qué hay que decirle sin que tengamos que emplear muchas palabras248: porque no tienen nada que decirle los convencidos de que carecen de méritos personales, sino que necesitan su misericordia. ¿Es que me asistes en calidad de libro o escriba, de modo que con sólo ponerme delante haga callar a mi contrincante?249 ¿Por qué, pues, no hablas, si tienes algo que decir? Porque no me has dado la ocupación de dictarte quedando tú como personaje mudo; tú sabes que practicamos el diálogo. Pero no todos pueden ver la luz que reverbera en las nubes250. Vuelve al tema de la esperanza en la remisión de los pecados y también al tema de la iluminación de la gracia por la misericordia de Dios, pues se aprecia su reverbero en las nubes. Pero no es luz propia de las nubes; la reciben. Pues una cosa es el objeto que brilla con luz propia y otra cosa lo que brilla porque es iluminado. Pero no es visible para todos. Pues hay muchos que opinan que los espíritus sabios brillan con luz propia. En ese número se cuentan quienes alardeando de sabios se entontecieron251. Pasa el viento y las barre252. Hace aquí alusión al espíritu del que se dice: del reproche del espíritu de tu ira253, y al pasaje: ¿a dónde podría alejarme de tu espíritu?254 La corrección que conlleva la tentación enseña a los hombres sus propios méritos, porque ellos de suyo son tinieblas por culpa de sus pecados y necesitan la gloria de Dios255, para anhelar que les ilumine su luz, dispensándole a él el honor, no a sí mismos. Y así, dejando a un lado todo orgullo, queden limpios de su gran pecado; porque el espíritu de la santificación no es algo que pasa, sino algo permanente. Del septentrión viene una nube de áureo resplandor256: del desenfrenado libertinaje, como región apartada de Dios, llegan los purificados, convertidos e iluminados por la sabiduría. ¿Cómo vienen, sino a través de la gracia, porque no se tienen en cuenta los méritos, sino que se perdonan los pecados? Por eso aquel hombre famoso, ansioso de perdón, dijo: Enseñaré a los malvados tus caminos y los impíos volverán a ti257: como la nube dorada que viene del oriente o del septentrión cuando ya se ha iluminado su lobreguez. En esto se ve la gloria magnífica y el honor del Todopoderoso258: a quien mucho se le perdona mucho ama259, pues el Todopoderoso tiene también poder para justificar al pecador. Y no encontramos a otro que se le asemeje en poder260: tan sólo él no hizo pecado, ni en su boca se halló engaño261. Sólo Dios es veraz, mientras que todo hombre es mentiroso262. Por eso el Dios hecho hombre venció mientras se le juzgaba. El que juzga con justicia, ¿no crees que le escuchará?263 Así pues, que el hombre, desesperando del perdón, no añada pecados a pecados, como si estuviera destinado a la condenación. Como está seguro de la justicia de Dios, bajo la cual no puede quedar impune, así Dios juzga justamente hasta el punto de que escucha también a los que suplican perdón, y tanto más cuanto más justamente juzga. Porque no se aviene con un juicio justo mezclar las súplicas del arrepentido con los que rechazan la humildad y la satisfacción del arrepentimiento. Por eso le temerán los hombres: si es que se acuerdan de que son hombres cuando confiesan sus pecados, porque siguen siendo hombres aquellos a quienes se pregunta: ¿Es que no sois hombres? Y también le temerán los sabios de corazón264, no sea que, atribuyéndose a sí mismos lo que recibieron y alardeando de sabios, terminen siendo necios265. Porque a los orgullosos se les puede quitar lo que se da a los humildes. En consecuencia, los sabios, aunque lo sean por la iluminación del corazón y no por la jactancia de la lengua, que sean sabios y reyes que juzguen espiritualmente la tierra y que no haya nadie que los juzgue a ellos266. Que sirvan al Señor con temor y exulten con temblor, no sea que se vean excluidos del camino recto267. Porque es Dios el que obra en ellos el querer y el obrar según su beneplácito268.